Entre el talento y el mercado
En la mitología, Ariel es un intermediario entre el mundo de las hadas y la realidad cotidiana. El 30 de marzo se reencarnará en los Premios que llevan su nombre –una suerte de Oscar mexicano–, con los cuales la industria cinematográfica nacional reconoce a sus mejores productos cada año.
- “La creación de una película mexicana depende 55% de la suerte”, sostiene Martha Sosa, productora de Nicotina, que tiene 12 nominaciones en esta nueva edición de los Ariel.
- En México, los exhibidores operan en un ambiente de sobreoferta de películas a estrenar. No sólo por la fábrica imparable de cine comercial que es Hollywood, sino también por los filmes franceses, italianos, chinos e israelíes que pueblan el sector de arte.
- “No tenemos peso para negociar con los exhibidores –dice Mónica Lozano, de la distribuidora y productora mexicana Altavista Pictures–. Hay tantas películas que se podrían mostrar, pero ¿cómo convencerlos del valor comercial de exhibir una mexicana?”
- El efecto de la competencia dificulta la estrategia de distribución racional. A los productores se les hace imposible un desarrollo lento y controlado del potencial comercial de su producto. “Aquí hay que recuperar [la inversión] en las primeras dos semanas –considera Jaime Raimundia, productor de Japón, ganadora de la Camera de Oro, en el Festival de Cannes, y con siete nominaciones en los Ariel–. Si no, te encuentras compitiendo por espacio de pantalla contra el estreno de Hombre Araña. Es imposible.”
- Esto implica que el negocio para los distribuidores que se encargan de la publicidad y distribución de películas se vuelva más arriesgado. Tienen que entrar con el mayor esfuerzo posible y, a veces, pierden todo.
- Una de las películas nominadas para los Ariel –Mil nubes de paz, premiada en Berlín–, ni siquiera tiene distribuidor en México. Esto significa, simplemente, que casi nadie la vio en el país.
- “Nuestro distribuidor estadounidense compró dos copias y las está rodando en 10 ciudades –comenta Roberto Fiesco, productor de la cinta–. En México un distribuidor tendría que estrenarla en 40 pantallas, lo que sería un suicidio comercial para una película como la nuestra.”
- “No hay una industria de cine en México –juzga Lozano, de Altavista–. Para tenerla deberíamos estrenar 50 películas nacionales por año. Esa cantidad aseguraría volumen para sostener la actividad.”
- Posibilidades sobran. El reto del cine nacional es superar el abismo entre el mercado y el talento, en la tormenta perfecta de la competencia con Hollywood.