Algunas personas tienen miedo a acudir a una subasta, pues creen que es asunto de tener un gran presupuesto para dejarse ir en la puja , pero por lo general los lotes no alcanzan precios muy elevados. Lo emocionante de presenciar una es ver si aguantas sin participar, pues el tiempo promedio de oferta de cada objeto o grupo de objetos es de un minuto. Incluso hay ocasiones en que un afortunado es el único que propone y termina con una ganga, porque el precio de salida es entre 20 y 50% menor al valor comercial que estima el valuador de la casa. Como dice Marcela Madrid, de Louis C. Morton, "si ves algo que puedes pagar y por el que nadie puja, te arrepientes mucho de no comprarlo". Así que más vale aventurarse.
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El protocolo es muy sencillo, hay que presentarse el día y la hora de la subasta con un cheque o tarjeta de crédito que se deja como garantía para obtener una paleta; si no se compra nada, se rompe el voucher. Si no puedes ir o prefieres que nadie se entere de lo que compras (todas las operaciones son confidenciales), puedes hacer ofertas por teléfono o por medio de un representante. En el caso de que decidas comprar una pieza que no se haya vendido es válido hacer una oferta tardía, que es similar al precio de salida. Es tal el gusto, que en López Morton ya tienen clientes frecuentes que no compran regalos de boda, joyas, relojes o antigüedades si no es en subasta.