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Mejor arreglémonos, compadre

Los abogados quieren que los empresarios eviten los tribunales y se sienten a negociar. La intervenc
mar 20 septiembre 2011 02:54 PM

Los hebreos lo han hecho desde hace miles de años. Varios países de América y Europa ya lo practican y México ahora lo quiere copiar. Se trata de la mediación, una alternativa a los largos y desgastantes juicios en tribunales.

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En la comunidad judía todo, desde la riña de un vecino con otro por una gotera y la rebatinga por una herencia familiar, hasta la disputa entre socios por el control de una gran empresa, se resuelve con mediación.

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David Couriel, un apacible empresario farmacéutico, y Salomón Achar, industrial del ramo de pinturas, son dos de las 50 personas con el encargo de facilitar que los enojados lleguen pacíficamente a un acuerdo y lo cumplan. “Buscamos el convencimiento en vez de la obligación”, explica el primero, presidente de la Comisión de Mediadores para toda la colectividad, integrada por 45,000 personas.

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Ahora otros, ajenos a su feligresía, adoptan el mecanismo. La materia “mediación” ya se imparte en facultades de derecho por todo el país. Los despachos comenzaron a ofrecer este servicio hace menos de cinco años y 23 de ellos dejaron de lado las rivalidades y formaron el Instituto Mexicano de la Mediación (IMM).

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Los esfuerzos no se ven sólo en la iniciativa privada. Las autoridades judiciales de 12 Estados de la República buscan crear centros de mediación, alternos a los juzgados. Pretenden así descargar de casos a los abrumados jueces. La saturación de juicios y la alta especialización que exigen demoran en promedio hasta cinco años para su resolución, sobre todo en los mercantiles. Por ejemplo, un juez del DF recibe 2,000 casos nuevos al año, según una investigación de Wistano Orozco, maestro de Mediación del Instituto Tecnológico Autónomo de México (ITAM).

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La propuesta parte de la premisa de que muchos problemas se resolverían hablando y con la ayuda de un tercero imparcial. La solución puede alcanzarse en meses, y no en varios años, y al costo que supone hacerlo en tribunales.

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“Es cosa de volver a lo básico, a lo que sabemos hacer: arreglarnos”, dice Luis Miguel Díaz, codirector del Centro para la Resolución de Controversias México-Estados Unidos, y maestro de muchos mediadores en el país. Y es que, a diferencia de un juez o un árbitro, el mediador no impone una sentencia, sino busca que la solución salga de los involucrados.

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No hay cifras sobre las controversias empresariales que ya se resolvieron por esta vía en México. Tampoco casos que se comenten como parte de una antología. Los mediadores la presumen como una garantía: a diferencia de los juicios, su labor es confidencial.

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Dentro del continente, Argentina y Estados Unidos son ejemplos de mediación exitosa. Según Díaz, en la unión americana 94% de los casos que llegaron a mediadores el año pasado tuvieron un final feliz.

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Cada vez más contratos de empresas nacionales con extranjeras incluyen una cláusula que establece que toda controversia será resuelta con mediación. “Si Bill Gates lo usa, ¿por qué será?”, arenga Díaz, que se asiste de cine y música de los Beatles para enseñar las habilidades de la mediación.

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Puntos sobre las íes
La mediación cabe dentro del cajón de los llamados métodos alternos de solución de conflictos, donde está incluido también el arbitraje, que tiene más años y adeptos en el país.

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A diferencia de la mediación –que algunos abogados desprecian como agua tibia–, el arbitraje se parece a un juicio porque un tercero estudia el caso y dicta un veredicto llamado laudo. Fue la vía utilizada por CNI y TV Azteca en su disputa de tres años por el control de Canal 40. Por ley, el laudo tiene el valor de una sentencia judicial. En contraste con un juicio, el procedimiento de la mediación es confidencial, el árbitro es elegido por las partes y suele ser alguien especializado en la materia en disputa.

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Los grandes consorcios mexicanos ya establecen una cláusula en sus contratos para que toda controversia se resuelva por arbitraje y asignan a la institución que lo atenderá. Generalmente, las empresas lo asignan a la Corte Internacional de Arbitraje que pertenece a la Cámara de Comercio Internacional en París (a la que recurrieron las televisoras en conflicto, con un resultado que no convenció a ninguna de las partes). Otras alternativas son la Asociación de Arbitraje en Estados Unidos, el Centro de Arbitraje de México (CAM) y la Cámara Nacional de Comercio de la Ciudad de México.

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En contrapartida, el mediador se parece más a un buen anfitrión que a un juez. Establece las reglas de la negociación y su habilidad consiste en hacer que los contrincantes hablen y lleguen, por sí solos, a un acuerdo. Como el árbitro, se compromete a guardar en secreto todo: nombres, asunto, solución. Incluso suele deshacerse de toda documentación.

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En varios países se usan estos procedimientos de manera gradual. La mediación es el primer paso. El arbitraje y el juicio suceden, si antes fracasó la negociación.

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Si queremos seguir como amigos...
¿Cuál es la ventaja de este recurso? Para Couriel y Achar, una esencial. Después de una mediación las personas volverán a saludarse si se topan por la calle. Difícil que suceda si el pleito se va a tribunales. Esta es una razón de peso en una comunidad como la judía, que también puede interesarle a un empresario, dice Achar. “¿Quién se quiere pelear con su socio o con su proveedor?”.

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Luis Monterrubio, abogado del despacho Noriega y Escobedo, medió en uno de los primeros casos que llegaron al Instituto Mexicano de la Mediación. Ocurrió hace unos tres años; la disputa llevaba otros tantos en juzgados cuando optaron por una mediación y pasados apenas dos meses alcanzaron un acuerdo. “Las partes no se pelearon, resolvieron su problema y no hubo periodistas. A veces si el conflicto se hace público puede impactar en la cotización de la empresa.”

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Su experiencia hasta hoy es que la mediación suele durar entre uno y cuatro meses. El cobro se fija de acuerdo con un arancel que varía según el monto en disputa. Hasta hoy el IMM ha intervenido en controversias en las ramas de aerolíneas, telecomunicaciones y servicios. La mediación es más conveniente que un arbitraje cuando hay idea de continuar la relación empresarial, afirma Monterrubio. El arbitraje es útil “cuando los ánimos ya están desgastados y lo que se quiere es disolver el vínculo”.

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La Comisión Intercomunitaria de Honor y Justicia de la que son presidente y vicepresidente Couriel y Achar,  atiende sobre todo conflictos entre hombres de negocios. Casi todos se resuelven en la fase de la mediación.

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Ambos directivos creen que la cohesión de su comunidad y la importancia que tiene para ellos pertenecer a ella facilita el éxito de su función. Hay sanciones para aquél que no cumpla los acuerdos alcanzados. Se le puede negar un asiento en la sinagoga o su derecho de consultar al rabino. “El judío siempre se ha conformado como una comunidad sumamente compacta y cohesiva –explica Couriel–; el pertenecer a ella es una forma de vida. Sentirse fuera y ser objeto de sanción es algo tomado muy en serio.”

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“Esto es una cosa de honor y dignidad. Esa palabra es sancionable sobre el sentido de pertenencia”, abunda Achar.  En otros países, el acuerdo de una mediación es válida como una sentencia judicial. En México hay manera de homologarla también.

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A un lado los juzgados
En casi todo el mundo hay mediación privada, como la que realiza el IMM y otra gubernamental, paralela a los tribunales. En el país sólo en un Estado esto ya funciona, desde 1997, y no es el caso del vanguardista Nuevo León, sino de Quintana Roo.

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A unos pasos del malecón de Chetumal está el edificio azul cielo que alberga el Centro de Justicia Alternativa, un órgano del Poder Judicial que se encarga de buscar que los asuntos se resuelvan hablando. Hay otros centros similares en Cancún y Ciudad del Carmen.

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La historia de este organismo no se explica por la influencia del comercio internacional. Curiosamente, se originó porque una investigación hecha en los años 90 descubrió que la mayoría de los problemas entre ciudadanos, sobre todo los pobres, no llegaba a los juzgados.

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“Fuimos territorio federal hasta 1974 y hasta entonces vivimos sin leyes ni juzgados. La gente estaba acostumbrada a hacer todas sus operaciones de palabra y no las registraba en papel” lo que dificultaba llevar pleitos a juicio, cuenta Lucía Gorosica, que impulsó la creación del Centro y ahora lo dirige. Presume que reciben al año entre 450 y 480 casos tan solo en la sede de Chetumal. La mayor parte de los asuntos que resuelven son de tipo civil y familiar, pero Gorosica considera que en el Centro de Cancún cada vez hay más asuntos mercantiles.

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La directiva y sus 22 colegas de la institución monitorean los conflictos en los que mediaron para conocer si las personas acataron el acuerdo. Ella asegura que sucede en ocho de cada 10 casos.

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Quintana Roo ya contagió a una decena de estados. Aguascalientes, Baja California Sur, Guanajuato, DF, Jalisco, Nuevo León, Oaxaca, Puebla, Querétaro y Sonora cuentan con iniciativas relacionadas con la mediación. La Barra Americana de Abogados y Freedom House, de Estados Unidos, apoyan con fondos estos esfuerzos desde el año 2001.

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Cecilia Azar, joven académica del ITAM,  está a cargo del proyecto, que ya antes respaldó los intentos en otros países latinoamericanos. Un juez en México recibe demasiados asuntos nuevos cada año, plantea Azar, “¿Qué calidad cabe esperar de sus sentencias?, ¿escuchó tu caso o sólo lo rubricó?”

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El Centro de Chetumal atiende ahora el equivalente a 14% de los asuntos que llegan a tribunales.

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Las materias que resuelve
Hasta hoy, el uso más común de la mediación es dirimir conflictos familiares, vecinales, y en la parte empresarial, el incumplimiento de precios y contratos. Quienes se dedican a esta tarea atienden a empresarios de ramos tan complejos como las telecomunicaciones, inmobiliarias y prestadoras de servicios. Según Monterrubio se puede interceder en casi todo conflicto, a menos que sea penal, de orden fiscal o de monopolios.

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Los bancos aún no han hecho todo el uso que podrían de este recurso, cree Cecilia Flores, encargada del área de Mediación y Arbitraje de la Canaco. Si hubieran optado por la mediación muchos casos estarían resueltos, asegura. Pone por caso el de Celia Reyes, que demandó a Bital por el pago de los intereses capitalizados de un depósito que hizo en 1988 por $440,000 millones de pesos. “Ella habría recibido el dinero, y nadie se habría enterado. No se habría generado tanta jurisprudencia, que es lo que en el futuro les puede afectar”, asevera Flores.

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David Curiel y Salomón Achar cuentan otra historia. Inverlat sí se acercó a ellos para arreglar su problema con un deudor de la comunidad. Ellos también han intervenido en casos donde una de las partes no era un judío.

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Luis Miguel Díaz, que ahora se especializa en conflictos ambientales, tuvo hace poco una de las experiencias más importantes de su vida profesional. Los mediadores de la comunidad hebrea le pidieron que les impartiera un curso de capacitación: se quieren institucionalizar. “Es lo mejor que me ha ocurrido ¡estaba emocionadísimo!”, confiesa el codirector del Centro para la Resolución de Controversias México-Estados Unidos.

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Couriel y Achar piensan que el sentido de pertenencia es clave para que la mediación funcione. ¿Suponen que esto pueda funcionar afuera de la comunidad? “¡Ojalá estuviera en todas partes!”, exclama el segundo.

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