18 años después de Waco, davidianos aún creen que Koresh era Dios
Nota del editor: Hace 18 años, 76 personas murieron durante una redada del FBI, en Monte Carmelo, cerca de Waco, Texas. Todos pertenecían a un grupo religioso conocido como La Rama de los Davidianos, una escisión de la Iglesia Adventista del Séptimo Día.
WACO, Texas (CNN) - Los hijos de Sheila Martin se quemaron vivos. Dios lo quiso, dice.
“No espero que lo entiendas”, dice, recargando su cuerpo pequeño en un carro de supermercado en la sección de artículos de bebés de un Walmart. Su playera rosa, zapatillas y bolsa combinan con los lirios, hortensias y los manojos de jazmín que está comprando.
“¡Oh, mira, tienen nomeolvides!”. Ella acaricia los pétalos azules, como un niño, pone su nariz en la planta e inhala.
“Esto será perfecto para el monumento conmemorativo”.
Este martes, Martin y un grupo de los otros sobrevivientes del grupo La Rama de los Davidianos se reunirán en un hotel en la autopista a mitad de este pueblo polvoriento de Texas, para recordar la persecución federal a su complejo religioso, un evento que se ha convertido sinónimo de la palabra Waco.
Ese día de 1993, un enfrentamiento de 51 días entre los davidianos armados, agentes de la Oficina de Control de Alcohol, Tabaco, Armas de Fuego y Explosivos y el FBI terminó en un incendio y la muerte de al menos 76 personas. Entre ellos estaban el esposo y cuatro hijos de Martin.
En el jardín, Martin acelera su paso, examinando cada planta, oliendo y tocando sus retoños, arrodillándose en el suelo.
Los recuerdos se agudizan cada año, no se desvanecen como hubiera esperado.
“Sólo no me gusta regresar”, dice.
Durante días sin fin, estallaron granadas, dice, lastimando sus oídos como clavos metiéndose en sus tímpanos. Sus niños gritaban, corriendo por los pasillos afuera de sus recámaras cuando dispararon las primeras balas el 28 de febrero.
Las balas chocaron contra las paredes; y las atravesaron. Una rompió la ventana de la recámara y voló sobre la cabeza de su hijo de 6 años, Daniel. Ella volteó hacia arriba. Su cara estaba sangrando por los pedazos de vidrio.
Su hija Kimi de 4 años lloraba. El rugido de los helicópteros sobre el edificio le sonaba a una guerra.
Se toca el pecho. Todavía puede sentir la vibración en sus costillas de la estruendosa y horrible música que el FBI puso en sus bocinas, intentando sacarlos de ahí.
Su calma, en esos días, llegó cuando escuchó su voz, hablando con el negociador, en el alta voz.
“Ahora, sabes qué significa el nombre Koresh”, resonó la voz.
“Significa muerte”.
“No teníamos un plan para la muerte”, dice Martin. “Me pregunté: alguien cambió el plan sin decírmelo”.
El 21 de marzo, ella caminó del complejo davidiano, uno de 21 adultos y 14 niños que tomaron el riesgo de irse en esas semanas.
Tres de sus siete hijos salieron. Cuatro se quedaron su papá.
El 19 de abril, en un refugio del Ejército de la Salvación en donde mantuvieron a seguidores femeninas, vio en las noticias: un incendio. Era tan grande.
“Dije, ‘Oh, por favor Dios, sálvalos. Sálvalos’. Pero mi cabeza sabía que ya no estaban”.
Martin no visita el campo en Waco en donde están enterrados. “No me voy a echar en la tierra a llorar”, dice. “Nosotros no hacemos eso”.
La Rama de los Davidianos cree que cuando la gente muere, sólo está “inconsciente”, esperando a ser resucitada para que puedan viajar al reino y dejar a los ateos.
Lisa de 13 años; Sheila de 15; Anita de 18; Wayne Jr. de 20; y Wayne padre; ellos sólo están inconscientes. Ellos están esperando.
David Koresh le dijo a sus seguidores años antes que habría una batalla apocalíptica con Babilonia y hombres uniformados; que habría destrucción, fuego y muertes.
Así que Martin dice que David tenía razón. “David es el Mesías, y volverá”, ella explica, mientras revisa un arbusto que en donde han empezado a crecer pimientos.
“Ahora sólo tenemos que esperar al paraíso”.
Creyentes de verdad
Por más de diez años cada sábado, el Sabbath de La Rama de los Davidianos, Sheila Martin y Clive Doyle se han reunido para rezar y discutir la Biblia. Ellos afirman que David Koresh era Dios encarnado. Luego se van a comer o a hacer mandados.
Ellos no están juntando metralletas, la razón principal por la que la policía allanó su complejo. Entre ellos, Doyle y Martin ni siquiera tienen un rifle.
Martin y Doyle vivieron comunalmente en el complejo, pero ahora lo hacen en casas modestas a unas calles de Waco. Él trabaja en una tienda de segunda mano. Ella trabaja en una guardería cristiana. Sus jefes les han pedido que dejen su religión en casa; han sido tratados bien en el trabajo y por la gente de Waco que sabe de sus pasados.
Las llamadas agresivas que Doyle solía recibir han disminuido en los últimos años.
Cuando algunos reporteros le llaman para escribir notas sobre los “creyentes de verdad” de Koresh, no participan sin antes consultarse el uno al otro.
“Ya esperamos que mucha gente nos verá como dementes”, dice Doyle, su voz cambiando a un tono tenebroso, inexpresivo. “Así que nos gusta que nos vean como un poco locos, es una mejora”.
Paseando por Waco en la vieja minivan, ellos parecen una pareja extraña. Ella es de Boston y tiene 60 y tantos años, pero se ve, viste y mueve como una adolescente. Doyle es un australiano con humor oscuro que usa bifocales y le dijo a su madre, una adventista , cuando tenía 9 años, que el oficialmente era “un sirviente de Dios”.
“Tengo 70 años”, bromea. “Me gustaría saber en dónde está el reino de Dios”.
Las piernas y brazos de Doyle parecen una colcha de injertos de piel, heridas que sufrió al saltar a través del fuego del complejo para escapar.
Las cicatrices son feas, dice, pero nada comparado con el año que pasó en prisión antes de ir a juicio, junto con los otros davidianos, que fueron acusados de asesinato, conspiración y otros cargos menores.
Junto con otros davidianos, cuatro personas con la Oficina de Control de Alcohol, Tabaco, Armas de Fuego y Explosivos murieron durante el enfrentamiento.
Doyle fue absuelto.
La evidencia reunida por el gobierno, incluyendo grabaciones ocultas en el complejo antes del último allanamiento, mostraron a Koresh ordenando a sus seguidores que dispararan.
¿Así que lo hicieron?, pregunta Doyle.
“Digamos que el gobierno creó las circunstancias que llevaron a los disparos”, comentó.
Aunque Martin y Doyle pueden ser cautelosos, siempre son corteses y pacientes pese a que la gente cuestione sus creencias religiosas o los tachen de locos.
“¿Qué voy a hacer?¿Discutir con todos?”, dice Doyle. “Cuando la gente me pregunta por qué todavía creo en David y lo que predicaba, después de todo, creo que me preguntan porque en verdad quieren entender. Lo que se puede, lo que se perdió hace años y resultó en la muerte de muchas personas, es que ninguno de nosotros quería convertir a las masas. Si te unías, bien, pero sino querías, entonces continuabas con tu vida”.
“No tienes por qué creer lo mismo que yo”.
Doyle se sienta en su sala llena de novelas policiales, tomos sobre teología y videos de Laurel y Hardy (El Gordo y el Flaco) en los libreros. El único objeto que tiene un espacio propio es la fotografía de su hija Shari, de 18 años.
Era una de las “esposas” de Koresh.
En la foto, Shari tiene el cabello rubio, está sonrojada y sonríe, abrazando al perro de la familia.
Que Koresh se haya acostado con su hija hace que Doyle se acomode en su asiento, mientras habla, y tensa su mandíbula.
Doyle dice que su hija empezó a tener relaciones sexuales con Koresh a los 14 años. Koresh tuvo al menos 13 niños con miembros de la secta y mantuvo relaciones sexuales con menores de edad, según el Departamento de Justicia, declaraciones juradas de los davidianos y numerosas entrevistas que CNN ha realizado con sobrevivientes.
La davidiana Kiri Jewel testificó en las audiencias frente al congreso en 1995 que Koresh dormía en una cama con una mujer y niños, y que creía que él había embarazado a una niña de 14 años. Koresh, dijo, solía hablar de cómo las niñas del complejo lo complacían sexualmente. Jewel describió con detalles gráficos como Koresh abusó de ella sexualmente. Ella testificó que no tenía miedo de embarazarse; era muy joven explicó. Ni siquiera había empezado a menstruar.
Doyle insiste en que su hija Shari, incluso a una edad joven, era capaz de decidir si quería tener sexo con Koresh. La adolescente estaba lúcida, dice, cuando decidió permanecer en el complejo, aún con la posibilidad de irse.
“Ella quería estar con David y escuchar y seguir el mensaje”, dice su padre.
Hay un momento de silencio. Doyle sabe que intentar justificar a Koresh de tener sexo con niñas menores de edad sólo incita la furia de los ateos. Inicialmente, cuando David empezó a predicar el mensaje de que su semilla sagrada debía esparcirse a cualquier chica que quisiera, casada o con coletas, Doyle admite que se molestó.
“Me pregunté, ‘¿Es Dios o sólo el caliente de David?”.
Pero la preocupación de Doyle no duró mucho tiempo.
“No podía discutirle porque te mostraba en donde la Biblia lo decía”.
Sheila Martin, también, perdona a Koresh por tener sexo con niñas menores de edad. “En la Biblia, si una niña tiene edad para menstruar, entonces puede ser una esposa”, ella insiste.
Hay tres puntos cruciales para entender la religión de la Rama de los Davidianos.
Primero, Dios puede aparecerse como un hombre. Segundo, ese hombre no necesita ser una buena persona. Tercero, si cuestionas si ese hombre es Dios, estás cuestionando a Dios. En otras palabras, el diablo es responsable de tu duda.
“Ahora”, Doyle pregunta, “¿Le vas a dar el control al diablo?”
Los nuevos residentes de Monte Carmelo
Hace unos días, Martin, Doyle y el compañero de cuarto de Doyle, Ron Gonis, también de davidiano pero no de Waco, abordaron la camioneta de Doyle y tomaron la carretera a Monte Carmelo, la propiedad en donde estaba el complejo.
El campo está lleno de flores silvestres, y Martin sale del carro, atraviesa el pasto, recogiendo flores amarillas, malezas y mariposas.
A la entrada ahora hay una reja, algo sobre lo que Koresh y miembros de su círculo más cercano bromeabam, pues decían que deberían haber construido una antes del allanamiento, dice Doyle.
En la reja hay varios buzones afuera. Al menos tres davidianos viven en la propiedad, incluyendo a Charlie Pace, uno de los primeros miembros que, según Martin y Doyle, nunca se llevó con Koresh. Dicen que gente de la iglesia le han pedido que deje el complejo.
“Ahora Charlie está de vuelta para reclamar lo que él cree”, dice Doyle.
Pace le dijo a CNN que él está “iluminado” y que Dios lo escogió para buscar a nuevos creyentes.
En un camino de tierra en la propiedad está la capilla que construyeron los simpatizantes de la Rama Davidiana en 1999. En este día, las puertas estaban abiertas y partituras de música y panderetas están en sillas polvorientas. Una fotografía grande de Koresh con pelo largo, parecido a Jim Morrison, cuelga de la pared.
La capilla le recuerda a Sheila Martin la primera vez que el Mesías, un desertor de secundaria en jeans azules, la persuadió a seguirlo.
Era 1986. Ella y su marido, Wayne, un abogado entrenado en Harvard, pasaban un momento difícil. Ambos eran adventistas y vivían en Nueva York.
Ellos se conocieron en una función adventista; él le atrajo por su forma de tocar el piano.
Los nacimientos de sus primeros cinco hijos habían estado bien, pero su fe fue probada con su sexto, Jaime. Él tenía una meningitis potencialmente mortal, una enfermedad que le afectaría el resto de su vida.
“Rezaba todo el tiempo y le dije a Wayne que porque su fe no era tan fuerte como la mía, empezó a desviarse al mundo secular y nuestro bebé se estaba muriendo”, recuerda.
Cuando Jaime lloraba en sus brazos, con un sufrimiento que era incapaz de aliviar, Martin pensó en su primer cita con su esposo. Ellos fueron a la presentación de el Mesías de Handel, el recuento de la victoria de Cristo por encima de la muerte y pecado.
“Mi esposo escuchó lo que sucedía en Waco”, dijo.
La pareja pasó un par de horas hablando a la Rama de los Davidianos. Ellos siempre estaban motivados a escuchar, especialmente a un tipo que recién se había unido al grupo, David Koresh.
Koresh les mandó un video de él predicando. “Las escrituras fluían de su boca. Él tenía el espíritu de Dios”, dice Sheila.
A Wayne Martin, el pianista, le gustó que Koresh tocara la guitarra. A la iglesia le hacía falta un líder con aire juvenil.
Y su hijo necesitaba todos los rezos que pudiera obtener.
La pareja se mudó a Waco.
En días, la familia Martin estaba segura de haber tomado la decisión correcta. Cuando Jaime lloraba en los rezos, y los otros los veían mal, Koresh fue directo al bebé.
“Lo levantaba y sostenía muy fuerta hasta que paraba de llorar”, recuerda Sheila.
Koresh le dijo a los Martin que su hijo necesitaba más sanamiento.
Jaime y dos de los hijos sobrevivientes del incendio en Waco, Kimi y Daniel, pasaron días después del enfrentamiento con familiares mientras las autoridades federales interrogaban a su mamá.
Ahora Kimi y Daniel, de 22 y 24 años respectivamente, viven con su madre en Waco. No quisieron ser entrevistadas.
Martin dice que han rechazado la fe davidiana y que no la acompañan a eventos religiosos. Eso no le molesta, dice, porque ella sabe que Dios les cambiará su forma de pensar.
“Creo que un día se darán cuenta que todo bajo está bajo su orden y entenderán que no tienen otra opción”.
Jaime Martin pasó su vida severamente minusválido. Murió en 1998.
Un día
A Sheila Martin le gusta parafrasear esta escritura: “Si te permiten beber del vaso de dolor, recuerda que un Dios benévolo es quien pone el vaso en tus labios”, dice.
Con eso, toma un sorbo en un popote de su leche con chocolate, después de la comida.
“La gente quiere que la vida sea dulce, pero la vida no es dulce o fácil”, dice ella. “No aquí, no ahora, pero lo será en el reino de dios”.
¿Cómo se verá el reino?
Será un lugar físico, Doyle y Martin dicen, probablemente en otro país, tal vez Israel. Además de eso, no saben.
“Un día tendremos una mejor experiencia”, dice Martin. “No tendremos que ver morir a todos”.
Ella se imagina que será como lo que cantó Diana Ross en la película El Mago.
¿Te sabes la letra?, pregunta.
En cuanto llegue a casa, en cuanto llegue a casa
En un lugar diferente, en un tiempo diferente
Personas diferentes a mi alrededor
Me gustaría saber de ese mundo diferente
Y que tan diferente me encontrarán
“Diana Ross está cantando esas palabras y yo estoy pensando en Monte Carmelo y cómo la luz se reflejaría en la nieve, y cómo la nieve hace que todo parezca limpio ahí”, dice Martin.
“Ella está cantando de estar solo luego de una gran tormenta que Dios creó y que no puede salirse de esa circunstancia”.
“Voy a seguir rezando y deseando por ese lugar, por mí y Clive”.