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Dos días en Aleppo: los habitantes desconfían de la lucha contra al Asad

Los rebeldes y el Ejército luchan en la ciudad más poblada de Siria, pero sus habitantes no hallan diferencia entre los grupos rivales
jue 09 agosto 2012 10:26 PM

Nota del Editor: Ben Wedeman, de CNN, es de los pocos periodistas internacionales en Siria, cuyo gobierno ha restringido el acceso de periodistas extranjeros y niega a muchos a su entrada. Wedeman pasó dos días de esta semana en Aleppo, una ciudad de más de dos millones de personas, donde los rebeldes y las fuerzas gubernamentales están luchando. A continuación se muestra un relato de lo que vio el reportero en Aleppo, incluyendo su angustioso viaje a los francotiradores de la ciudad, los vendedores ambulantes que comercian sus productos como bombas cayendo, y la falta de entusiasmo para la batalla de los rebeldes entre los numerosos civiles.

ALEPPO, Siria (CNN) — En la lucha por una de las ciudades más importantes de Siria, los rebeldes buscan ocupar los barrios principales, mientras que el Ejército leal a Bachar al Asad desata su fuerza para replegar a los desertores.

La detonación de las armas de los francotiradores nos dio la bienvenida en una parte controlada por los rebeldes de Aleppo.

A través de nuestro viaje de regreso este lunes, con seis personas hacinadas en un pequeño coche, nos dirigimos a un territorio controlado por el gobierno, sin pasar por un puesto de control y avanzar al lado de la antigua sede de la inteligencia militar. Los vendedores ofrecen té y café en la carretera, con un tráfico normal.

El tráfico era notablemente menos cuando nos acercamos a una zona controlada por los rebeldes, en el barrio de Salahedin, donde se ha desatado una feroz lucha. A medida que el coche pasó por un cruce cerca de la bandera de Siria Libre, tres o cuatro disparos alcanzaron el vehículo.

Nadie resultó herido, y una vez que el automóvil pasó la intersección, los combatientes rebeldes gritaron al conductor que parara. "Hay un francotirador allí. ¿Qué estás haciendo?", dijeron. El hombre armado al parecer, formaba parte de las fuerzas del gobierno.

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Los rebeldes, nerviosos y desconfiados, querían ver nuestros documentos de identidad, nos preguntaron de dónde éramos, a quién veríamos, quién nos había enviado. Así que el equipo pasó un tiempo tratando de explicar por qué estábamos allí y que queríamos una entrevista.

Mientras hablábamos, un taxi amarillo, con su ventana trasera abierta, salió disparado y se detuvo con un chirrido delante de los soldados. Un hombre ensangrentado estaba desplomado en el asiento del pasajero delantero. El conductor explicó que los había alcanzado un francotirador y necesitaban un hospital cuanto antes.

No imaginaba toparnos con civiles caminando. A pesar de que los combatientes rebeldes les gritaban que se quedaran y que corrieran a través de la intersección cuando los francotiradores disparaban. A pesar de eso no vimos que nadie recibiera un disparo.

Finalmente nos fuimos a Salahedin, uno de los principales campos de batalla entre los rebeldes y las fuerzas del gobierno, donde un comandante opositor dijo que los combatientes estaban preparados para establecer los artefactos explosivos improvisados “como previsión a un avance de los tanques del gobierno”.

El comandante dijo que los explosivos “estaban muy juntos", mientras que un oficial, que ganó experiencia como soldado de apoyo en Iraq, supervisaba que fueran colocados correctamente.

Salahedin es un barrio casi desierto fuera de la zona ocupada por las fuerzas rebeldes. Un par de cuadras hacia el frente, un puñado de personas tratan de recuperar sus pertenencias.

En la profundidad del territorio rebelde, en el barrio Sikkari, muchos más residentes se han quedado, aunque las condiciones no son agradables. Las bombas caen sobre los objetivos del Gobierno a través de rebeldes que ocupan la ciudad. La electricidad en estas zonas es intermitente. A pesar de esto, mucha gente se mantiene aquí, algunos porque no tienen una salida fácil, y en muchos casos porque no tienen los medios para salir, incluso ya no tienen un camino para salir.

Separados de la morgue de la ciudad, los residentes de Sikkari convirtieron un parque público en un cementerio provisional. Abu Hamoud, un luchador, dijo que una tumba contenía tres cuerpos que nadie pudo identificar porque estaban gravemente mutilados.

"Estamos confundidos", dijo Nahla, una residente de 11 años de Aleppo. "Sentimos que nos quieren atacar. Salimos de esta zona antes, y luego regresamos. Ahora queremos salir de nuevo, pero no podemos".

En Sikkari, algunas tiendas y vendedores ambulantes funcionaron esta semana, dando a los habitantes un sentido de normalidad. Pero por la noche, muchas personas duermen en las escaleras, ya que consideran que es el lugar más seguro para descansar en medio del bombardeo.

Alrededor del 50% y el 60% de la población de Sikkari todavía está allí. Para aquellos que se quedan, los precios han subido. Un kilo de tomates cuesta cuatro veces más que hace un mes y el trabajo es difícil de conseguir.

Aunque muchos de los residentes en esta ciudad son sunitas, hay alauitas fieles al régimen, el entusiasmo de estos por la batalla parece silenciado. En el levantamiento de Libia en 2011 había una especie de entusiasmo por la expulsión del gobierno y la lucha contra el entonces líder libio, Muamar Gadhafi. Pero los sirios no se entusiasman cuando ven libres a los soldados del Ejército como lo hicieron en Libia cuando vieron a los rebeldes allí.

Un joyero dijo al equipo de CNN que estaba perturbado por la naturaleza fundamentalista islamista de algunos de los combatientes rebeldes. Hay una cierta duda de la gente sobre los acontecimientos. No hay amor perdido para el régimen, pero tampoco el entusiasmo que se espera para el nuevo sheriff en la ciudad.

A lo largo de nuestro camino nunca nos encontramos con las fuerzas del gobierno fuera de Aleppo. Hacemos tiempo durante la noche pare recorrer la ciudad en coche, llegamos a donde un camión vende verduras, un hombre se lava antes de llegar. Fue un viaje muy accidentado, caluroso y polvoriento, y todos portábamos nuestros chalecos antibalas y cascos, por si acaso.

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