La violencia en una mina de Sudáfrica revive los recuerdos del apartheid
Este viernes los titulares en Sudáfrica hablaron de un baño de sangre, de guerra. La mañana después de una masacre en una mina de platino los sudafricanos lidiaron con los recuerdos de una mala época. La palabra apartheid volvió a surgir entre la gente que debatía la necesidad de una fuerza de la policía como la del jueves.
La policía informó en una conferencia de prensa que el enfrentamiento del jueves había dejado 34 mineros muertos, 78 heridos, 259 detenidos por varios cargos, incluido daño intencional en propiedad ajena, robo a mano armada, reunión ilegal y posesión de las armas, de acuerdo con la comisionado de la policía, Riah Phiyega.
Dijo que la policía tuvo que emplear la fuerza máxima para defenderse de los mineros armados. "Este no es momento de culpar, no es hora de señalar con el dedo", dijo. "Este es un momento de luto".
Según la descripción de la comisaria Phiyega, la policía sopesó todas sus opciones y tomó la decisión de cercar a los mineros con alambre de púas para separarlos en grupos más manejables. Ella defendió las acciones alegando que era una medida última y desesperada contra las personas peligrosas que protestaban.
"Los manifestantes armados se acercaron a la policía", relató. "Ellos fueron repelidos con gases lacrimógenos y balas de goma. Sin embargo, cuando hubo disparos, la policía utilizó la fuerza máxima".
Pero los periodistas en la escena no pudieron confirmar si los manifestantes dispararon primero. "No podemos decir que la policía fue provocada", dijo Mngambi. Entonces los elementos de seguridad desataron una andanada de disparos. Un testigo dijo que ésta se prolongó tres minutos.
Los hombres se tiraron al suelo. Algunos yacían inmóviles, mientras que otros seguían moviéndose. La sangre quedaba derramada en la tierra reseca.
Las imágenes se difundieron rápidamente en las noticias, a través de internet. Marikana fue uno de los más sangrientos incidentes desde el fin del apartheid en 1994.
Los sudafricanos regresaron a ese momento de los tiempos de la separación racial de horribles incidentes de brutalidad policial contra personas de raza negra. Algunos compararon a Marikana con Sharpeville, donde en 1960 la policía disparó contra una muchedumbre de manifestantes negros, matando a 69 personas.
No había pruebas claras de que los policías dispararon al azar contra la multitud con fusiles y pistolas, dijo el Instituto Sudafricano de Relaciones Raciales. "También hay evidencia de que continuaron disparando después de que una serie de cuerpos fueron vistos caer y otros corrieron. Esto es una reminiscencia de la masacre de Sharpeville en 1960”.
El Instituto agregó: "Lo que sucedió en Lonmin es completamente inaceptable. Lo que tenemos no aboga por el uso de la violencia en el trabajo o cualquier otro conflicto. Pero incluso si la policía fue provocada o disparó durante el incidente de ayer, o estaban enojados con el asesinato de dos agentes de policía en los días previos, ningún policía disciplinado y con una formación adecuada podría disparar contra una multitud. El incidente de ayer fue un desastre que se esperaba que sucediera".
Un titular del periódico Sowetan este viernes decía: "Las vidas africanas baratas como siempre".
En su editorial tocaba los problemas económicos de Sudáfrica que requieren de una guerra. "Sin embargo, un tipo de guerra diferente. Una guerra de ideas, no una guerra que prescinde de la vida humana en la forma más barata de la manera como hemos visto en Marikana".
La tragedia comenzó a desarrollarse hace una semana cuando los mineros se declararon en huelga, exigiendo aumentos de sueldo en la mina cerca de Rustenburg, a unas dos horas al noroeste de Johannesburgo.
Eran perforadores de roca que trabajaban en las peligrosas profundidades de la mina, con sus cuerpos vibrando por la jornada de su turno de ocho horas.
"Cuando hay una caída de rocas, por lo general los perforadores son las víctimas", escribió el periodista Greg Marinovich en el periódico Daily Maverick. "Es el trabajo más peligroso en el negocio".
Los mineros ganaban entre 300 y 500 dólares al mes y buscaban que su sueldo se incrementara a unos 1,500 dólares. No fue una sorpresa que la multinacional empleadora, Lonmin, diera un no contundente al aumento. El tercer mayor productor mundial de platino dijo que la huelga era ilegal.
El mayor problema, sin embargo, fue más allá de una disputa salarial.
Tenía que ver con una rivalidad feroz entre dos sindicatos: el dominante Sindicato Nacional de Mineros, y la disidente Asociación de Mineros y Sindicato de la Construcción, que ha sido desplazado de su antiguo papel.
El Sindicato Nacional de Mineros es un aliado cercano del Congreso Nacional Africano que gobierna al país. Los mineros, de acuerdo con varios medios de comunicación sudafricanos, sienten que no están adecuadamente representados por los sindicatos.
Dicen que la política se interpone en el camino y que cada uno compite para el apoyo del sindicato de mineros y, sin embargo, no siempre buscan sus intereses.
En enero, por lo menos tres personas murieron durante una huelga en la segunda mayor mina de platino del mundo, Impala Platinum. La violencia en ese país también fue originada por la rivalidad entre sindicatos.
Los dos sindicatos implicados, acusados de tratar de superarse unos a otros en la negociación de los salarios, negaron instigar los enfrentamientos.
Las tensiones en Marikana habían escalado durante toda la semana. Los mineros en huelga llevaban los tradicionales machetes pangas y se reunieron alrededor de una pequeña colina este jueves. La policía llevó equipos antimotines y rodeó a los trabajadores que protestaban.
Para entonces, por lo menos otras 10 personas habían muerto en incidentes que se produjeron en los días previos. Entre ellos se encontraban dos policías que fueron asesinados a machetazos.
Los periodistas que se encontraban en Marikana dijeron que la policía parecía estar harta de los mineros. Estaban decididos a resolver el problema. "Ayer la policía estaba segura de que hoy iban a desarmarlos y sacarlos de la colina, porque la reunión era ilegal", dijo Xolile Mngambi, un reportero de TVE, afiliada de CNN.
Por la tarde del jueves, una nueva ronda de negociaciones entre los mineros en huelga, los sindicatos y Lonmin no tuvo éxito. Mientras, los mineros entonaban canciones de guerra, dijeron testigos. Un equipo de policías fuertemente armados de Respuesta Táctica se movilizó para dispersar a los mineros.
El presidente sudafricano, Jacob Zuma, acortó un viaje a Mozambique para visitar el lugar del tiroteo la tarde del viernes.
"Estamos conmocionados y consternados por esta violencia sin sentido", dijo. "Creemos que hay espacio suficiente en nuestro orden democrático para que cualquier controversia se resuelva mediante el diálogo sin ningún tipo de infracción de la ley o violencia".
Pero algunos dijeron que Marikana expuso los profundos problemas que han estado brotando en el sur de África. "Creo que esto es una señal de problemas estructurales de fondo que se han visto en Sudáfrica durante mucho tiempo", dijo Mark Rosenberg, analista de riesgos en África de la firma de investigación de Eurasia Group.
"Ha habido un aumento en las violentas protestas, tanto por parte de los mineros y por los ciudadanos que viven en los municipios que están molestos con el nivel y el ritmo de la prestación de servicios", dijo.
Las personas ya no están dispuestas a sentarse y esperar a que el Congreso Nacional Africano pueda actuar. "Ellos se están volviendo más y más impacientes y se están haciendo más y más violentos, como consecuencia", dijo Rosenberg.
El director financiero de Lonmin, Simon Scott, expresó sus condolencias a los familiares y amigos de los trabajadores y policías que murieron esta semana. Dijo que la compañía ayudaría con los funerales y servicios de apoyo emocional.
Scott dijo que su compañía ha trabajado durante años para lograr buenas relaciones laborales y dijo que la "huelga ilegal que hemos visto es muy decepcionante y perjudicial".
"Si la industria continúa siendo dañada por acciones ilegales no es sólo la economía la que sufre, sino todos nuestros empleados, sus familias y dependientes", dijo Scott sobre el sector minero importante para Sudáfrica. "Necesitamos que nuestros empleados vuelvan a trabajar y tenemos que hacer que regrese la minería".
Pero este viernes en Marikana el ambiente era tenso. La mina Lonmin permaneció cerrada. En las calles secas y polvorientas que rodean había una fuerte presencia policial. Y las mujeres buscaban desesperadamente a sus maridos, padres y hermanos que no regresaron a casa. Un niño de 9 años dijo que estaba convencido de que vio a su padre muerto en la televisión.
Uno de los mineros, que no quiso ser identificado, dijo a CNN que ninguno de los trabajadores de la mina disparó a la policía. Pero, independientemente de si sus acciones eran legales o ilegales, dijo, nada de esto debería haber ocurrido. "No debería haber muerte. Lo único que querían es un aumento salarial".
Dijo que pensaba que Sudáfrica era una democracia, una nación de personas libres. Pero no se sentía de esa manera esta semana en Marikana.
Nkepile Mabuse y Diane McCarthy contribuyeron a este reporte desde Sudáfrica, y Moni Basu y Faith Karimi desde Estados Unidos