El Vaticano emprende el proceso para elegir al sucesor de Benedicto XVI
Tras el fin del pontificado de Benedicto XVI, la Iglesia católica debe elegir a su sucesor antes de Pascua. La modificación de las normas que realizó el mismo Papa el 24 de febrero ayudará al adelanto del proceso, ya que el Vaticano podrá convocar el cónclave antes de los 15 días que originalmente se debía esperar una vez que el puesto quedaba vacante.
A las 13:00 horas de este jueves , inició el periodo de sede vacante, durante el cual se realizan oraciones especiales lideradas por los cardenales para pedir orientación en la elección de quien liderará a 1,200 millones de católicos.
Durante este periodo, el gobierno de la Iglesia se confía al Colegio Cardenales que, sólo puede despachar asuntos ordinarios o inaplazables. Las funciones que corresponden al sumo pontífice deben aplazarse hasta que sea electo, entre ellas, modificar leyes de la Iglesia católica.
Aunque Benedicto XVI no estará directamente involucrado en la elección de su sucesor, influirá indirectamente, ya que nombró a 67 de los 115 cardenales que elegirán al siguiente pontífice.
El procedimiento para elegir al papa comienza cuando el decano del Sacro Colegio de Cardenales convoca una reunión con todos los cardenales que pueden votar para elegir al nuevo pontífice, es decir, los menores de 80 años. Aunque algunos trabajan en el Vaticano, la mayoría de los cardenales están repartidos por el mundo a cargo de sus diócesis o arquidiócesis, por lo que deben viajar al Vaticano.
La Santa Sede convoca a los cardenales a discutir la situación del mundo y la Iglesia en las llamadas reuniones plenarias.
La elección del papa de la Iglesia católica es uno de los procesos más enigmáticos debido a que ninguno de los candidatos a sucederlo puede hacer campaña ni decirlo públicamente. Las reuniones plenarias ofrecen una oportunidad para que los cardenales llamen la atención a través de sus discursos o se reúnan con cardenales que no conocen para intercambiar puntos de vista.
Terminadas las reuniones plenarias, inicia el cónclave, que se debe desarrollar de forma casi secreta. En sus enmiendas a los procedimientos de votación hechas en 1996, Juan Pablo II (1978-2005) prohibió cualquier dispositivo de grabación y ordenó que, antes de que comenzara el cónclave, los técnicos verificaran la Capilla Sixtina para localizar micrófonos o cámaras ocultas.
El cónclave comienza con una misa matutina especial en la Basílica de San Pedro. Por la tarde, los cardenales caminan en procesión hacia la Capilla Sixtina (conocida por su famosa pintura en el techo elaborada por el artista renacentista Miguel Ángel) para iniciar el proceso de votación.
¿Cómo es la votación?
Los cardenales hacen un sorteo para elegir a tres encargados de recoger las papeletas entre los presentes, y a otros tres que revisarán los resultados. Se distribuyen las papeletas, de forma rectangular y con la leyenda impresa Eligo in Summum Pontificem, que significa Elijo como sumo pontífice.
Los cardenales escriben el nombre del candidato en la mitad inferior de la papeleta y la doblan por la mitad. Uno por uno, por orden de antigüedad, se acercan a un altar y ceremoniosamente depositan sus votos en un cáliz.
El voto es secreto, sin embargo, las boletas se cuentan ante la vista de todos. Un cardenal necesita el voto de dos terceras partes más uno para lograr el papado. Si no hay un ganador, se repite una vez más la votación durante el primer día.
Después de cada votación, las boletas se colocan en la chimenea. Si nadie resulta electo, se vierte sobre ellas una sustancia química para hacer que salga humo negro. Esto permite a las personas que esperan abajo, en la Plaza de San Pedro, enterarse de que todavía no hay un nuevo papa.
Si alguno resulta elegido, no se les añade ninguna sustancia química, y el humo permanece blanco, de manera que se comunica al mundo que el cónclave ha elegido a un nuevo pontífice.
Las votaciones se repiten una y otra vez hasta que haya un elegido. Los cardenales pueden emitir su voto hasta cuatro veces en el segundo y tercer día, según las normas de votación establecidas por Juan Pablo II.
Al final del tercer día, si todavía no hay un nuevo papa, los votantes hacen una pausa para un día de oración, discusiones y amonestaciones por parte de uno de los principales cardenales. Este día de recuperación lo estableció Juan Pablo II.
La votación puede continuar durante otras siete rondas. Si no logran ponerse de acuerdo en este punto, Juan Pablo II determinó que el resultado necesario para elegir a un nuevo papa sea la mayoría absoluta (el 50% más un voto).
La votación entonces será una segunda vuelta entre los dos candidatos con mayores votos en las anteriores votaciones.
La declaración final de un ganador queda sellada dentro de un sobre y archivada, y solo se puede abrir por orden del papa. El elegido debe aceptar la decisión para que sea válida. Una vez hecho eso, el decano le pide que elija un nombre papal. El cardenal de mayor antigüedad anuncia desde un balcón, ante la multitud reunida en la plaza, que hay un nuevo papa. Se le une el nuevo pontífice para bendecir a la multitud y al resto del mundo.
Los anteriores papas han sido nombrados durante una ceremonia de coronación, sin embargo, Juan Pablo II y Benedicto XVI la rechazaron. Ambos fueron investidos en una misa en la Catedral de San Pedro.