Aesha: La mujer afgana que está cerca de tener una nueva nariz
Frente a un espejo, Aesha Mohammadzai ve lo que es posible: En el centro de su rostro hay una pieza casi completa de sí misma, una que no había estado desde el día en que fue mutilada, hace cuatro años.
Desde agosto de 2010, cuando su imagen apareció en la portada de la revista Time, ella es famosa por algo que no tenía. Su esposo talibán y suegros le cortaron la nariz y las orejas a manera de castigo por huir.
Su rostro desfigurado se convirtió en un símbolo para las mujeres oprimidas en Afganistán, un recordatorio de lo que podría venir a mayor escala si los talibanes recuperan el control.
Actualmente está a solo unas cuantas cirugías menores de tener la nariz que anhelaba. Los procedimientos agotadores, entre ellos un doloroso expansor de piel en su frente, así como injertos de piel, huesos y cartílago, están en el pasado. En este verano, por primera vez en años, ella estará completa.
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Pero reconstruir una nariz y reconstruir una vida son cosas muy diferentes. La primera consiste en que ella esté a merced de otros, la segunda exige que Aesha, de 22 años, lo haga.
Después de que está a la vista la transformación final de su rostro, ella y la familia afgana que la ha apoyado creen que todo lo demás (educación, una carrera, independencia) será posible.
“Es una chica muy inteligente. Y su futuro está realmente en sus manos. Pero nosotros somos la herramienta que la orienta... Este debe ser nuestro deber, para mostrarle el camino correcto y el camino equivocado”, dice Mati Arsala, quien funge como su figura paterna y quien en la actualidad enfrenta sus propios retos. “No existen limitaciones para ella, hasta donde pueda llegar”.
Desde enero de 2011, CNN ha seguido el viaje de Aesha en Estados Unidos, un año antes de que pudiéramos hablar directamente con Aesha, sin mencionar tomarle fotografías o videos. En nuestro exclusivo artículo inicial, vimos su sinuosa y complicada búsqueda para encontrar un lugar al cual llamarle hogar.
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Su viaje comenzó con unos cuantos meses en California, donde se suponía iba a someterse a cirugía reconstructiva, aunque se consideró que ella se encontraba emocionalmente inestable como para manejar la situación. Entonces fue a Nueva York, donde permaneció durante un año bajo el cuidado de la organización sin fines de lucro Mujeres para las Mujeres Afganas. Allí logró avances con la ayuda de profesores particulares, clases de inglés y terapias. Sin embargo, la red de apoyo en Nueva York no podía darle algo que ella buscaba.
Aesha quería una familia. Y después de reunirse con Mati, su esposa Jamila Rasouli-Arsala, y la hija del primer matrimonio de Jamila, Aesha buscó unirse a ellos a través de meses de llamadas telefónicas a media noche. Sabiendo lo que le había pasado, y creyendo que ellos podrían ofrecerle algo que nadie más podría, le abrieron sus puertas. A finales de noviembre de 2012, ella se mudó a la casa de ellos en Fredrick, Maryland.
“He sufrido mucho durante mi vida”, dijo Aesha días antes de su primera cirugía el pasado junio. “Ahora siento que la luz llega a mi vida”.
Sin embargo, sus hoy tutores, ahora están inmersos en sus propias inquietudes.
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Días antes de Navidad, Mati perdió su empleo de ingeniero con la empresa Bechtel, lugar donde había trabajado durante casi 30 años. Y Jamila, quien había sido ginecóloga en Alemania antes de mudarse a EU para unirse a Mati, ha tenido problemas para desarrollarse profesionalmente. Necesita acabar un programa de residencia para ejercer la medicina en EU, pero hasta ahora no ha podido asegurar un lugar en un programa.
Jamila pasó la mayor parte del año anterior en Nueva York, lejos de su familia, trabajando en un hospital de Brooklyn como médico residente, lo cual es un puesto para los médicos que están en su situación, puesto de mucha exigencia y baja remuneración; tenía la esperanza de que esto la ayudaría a conseguir una residencia para esta primavera. Pero, por tercer año consecutivo, se quedó con las manos vacías.
Las cirugías de Aesha han limitado, en cierta medida, el desarrollo de la familia. Ella está siendo atendida de manera gratuita en el Centro Médico Nacional de las Fuerzas Armadas Walter Reed, en Bethesda, Maryland. Una vez que su nariz quede completa en los próximos meses, los médicos tratarán sus oídos, que es un proceso reconstructivo menos engorroso, aunque tomará tiempo.
Sin embargo, sus orejas desfiguradas no la han perseguido como su nariz. Su oscuro cabello, el cual le llega hasta la cintura, las oculta.
El rostro transformado de Aesha, y su sensación de paz y comodidad en su nueva casa en Maryland, es testimonio de su desarrollo. Pero a medida que avanza tanto física como emocionalmente, la vida de Aesha se encuentra suspendida en otros aspectos, titubeando entre la inercia y la regresión.
Ha vivido en una burbuja protectora desde que su proceso quirúrgico comenzó, hace 11 meses. Ha fluctuado entre cirugías y, la mayor parte del tiempo, en no estar involucrada con el mundo exterior. Ella, y quienes la cuidan, dicen que no puede correr el riesgo de contraer un resfriado o, peor aún, una infección.
Como consecuencia dejó de ir a sus clases de inglés semanales y apenas si habla ese idioma. Permanece despierta toda la noche viendo videos de Bollywood y haciendo cosas de joyería. Duerme durante el día.
Mati y Jamila quieren darle tiempo para sanar. No es el momento para presionarla, dicen. Muy pronto, cuando su nariz esté completa, no tendrá más opción que seguir adelante.
Pero, ¿cómo son los próximos pasos?
Ningún espejo puede darle a Aesha, o a cualquier otra persona, esas respuestas.