"El dolor es de por vida. No puedes deshacerte de él", explicó con voz tranquila el hombre, de unos 30 años, que pasó nueve meses en el hospital y ya no puede caminar sin la ayuda de una muleta.
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Frente a un tribunal especial de París, Simon Fieschi cuenta sus "temblores" en las piernas, su "pérdida de motricidad", su "dificultad de concentración" y sus "episodios de tristeza e ira".
"Estoy en un post-trauma y me quedaré allí el resto de mi vida (...) Es un esfuerzo mental cotidiano, un cansancio abismal", afirma el desarrollador web, que optó por seguir trabajando en Charlie Hebdo, pero "a tiempo parcial".
Los heridos, los que salieron de ahí milagrosamente sin ninguna secuela física, las familias, los amigos... "Ninguno de nosotros escapó a lo que pasó", dice el director del semanario, Laurent Sourisseau, alias Riss, con voz profunda. Fue un "drama colectivo".
El día del inicio del juicio, el 2 de septiembre, Charlie Hebdo decidió volver a reproducir en su portada las caricaturas de Mahoma publicadas en 2006, que le convirtieron en blanco de los yihadistas.
La reacción no se hizo esperar: Al Qaeda amenazó de nuevo el viernes al semanario, advirtiendo que el ataque a Charlie Hebdo no fue un hecho "aislado", según el observatorio estadounidense SITE.
"Amputación"
Desde que comenzó el juicio, el director de la revista —que recibió un disparo en el hombro en el ataque— asistió a todas las audiencias, sentado en la parte posterior de la sala, en silencio. En el estrado, habló largamente del sufrimiento que vivió su equipo.