Cuatro manifestantes cuentan sus razones para protestar en la capital:
En “guerra"

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Margarita Malaver, de 35 años, recorrió unos 270 km en camión desde la capital amazónica de Puyo hasta Quito porque la vida "está dura".
Es una indígena kichwa-sarayaku, oriunda de la aldea selvática de Sarayaku, provincia de Pastaza, en el sureste, una región que dejó hace 15 años en busca de trabajo. Ahora lava ropa de otros para sobrevivir juntos a sus tres hijos en Puyo.
Quiero "que bajen los precios, que no sea muy cara la vida", dice la mujer que trae el rostro pintado con figuras negras como símbolo de "guerra", según cuenta.
Al mes recibe un bono estatal de 50 dólares destinado a los más pobres que "alcanza para la comida". Con el dinero de su trabajo junta para los útiles escolares y el arriendo de vivienda, por la que paga 80 dólares.
La canasta básica en Ecuador, para un hogar de cuatro miembros, es de 735 dólares. Hace un año era de 710 dólares.
En Sarayaku "no hay trabajo", dice Malaver. Como ella, miles claman por mayor empleo y presupuesto para salud y educación.
Sin cuadernos

La inseguridad obligó a Carlos Nazareno, de 31 años, a abandonar su natal provincia costera de Esmeralda, en el norte, para buscar mejores días en Pastaza. Ahí se unió a la guardia indígena, con quienes protesta en Quito, lanza en mano y cara pintada.