La diáspora venezolana hacia Estados Unidos se disparó en la última década, impulsada principalmente por la pobreza y violencia. En 2022 representó alrededor del 71% de los más de 150,000 migrantes que ingresaron a Panamá a través de la peligrosa selva Darién, fronteriza con Colombia.
"La mitad de la población refugiada y migrante en la región no puede costear tres comidas diarias", señalaron en un comunicado conjunto la Agencia de la ONU para los Refugiados (ACNUR) y la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), al presentar el estudio.
El informe, denominado Análisis de Necesidades de Refugiados y Migrantes (RMNA), detalla que "para comprar comida o evitar vivir en la calle, muchas personas venezolanas se ven obligadas a recurrir al sexo de supervivencia, la mendicidad o el endeudamiento”.
El acelerado aumento del costo de la vida, el impacto de la pandemia y el desempleo han exacerbado la vulnerabilidad de los venezolanos que emigran, agrega el estudio de la Plataforma Regional de Coordinación Interagencial para Refugiados y Migrantes de Venezuela (R4V), codirigida por la ACNUR y la OIM.
Según Eduardo Stein, representante de la ACNUR y la OIM, "los países de acogida han mostrado un liderazgo constante en su respuesta a la crisis, adoptando medidas de regularización y facilitando el acceso a salud, educación y otros servicios sociales", pero no es suficiente.