Carney intentó tomar distancia desde el inicio. Según relató después a la prensa, había aconsejado al primer ministro provincial Doug Ford no publicar el anuncio, preocupado por las repercusiones.
Pero el mensaje llegó a las pantallas de Ontario y, casi de inmediato, a los oídos del presidente estadounidense. Trump lo calificó de “falso” y “fraudulento”, y ordenó detener todos los diálogos comerciales con Canadá.
“Le dije a Ford que no quería que continuáramos con el anuncio”, contó Carney, visiblemente incómodo, a los reporteros que lo acompañaban en su viaje. “Aun así se difundió, y me pareció apropiado disculparme ante el presidente Trump personalmente”.
El intercambio entre ambos líderes refleja el deterioro de una relación históricamente cercana. Durante meses, Trump ha criticado los superávits comerciales canadienses y ha impuesto aranceles más altos a las importaciones de acero, aluminio y automóviles.
En respuesta, Carney ha intentado proyectar una imagen de firmeza, calificando las medidas como un “ataque directo” contra la economía canadiense. Pero el episodio del anuncio parece haber forzado un cambio de tono.
En Washington, la suspensión de las conversaciones fue leída como una demostración de fuerza.
En Ottawa, como una humillación innecesaria. Mientras tanto, en el sector industrial canadiense cunde la preocupación: los fabricantes de autopartes y maquinaria temen que los nuevos gravámenes compliquen las exportaciones hacia su principal socio comercial, justo cuando el país intenta reorientar su economía hacia Europa y Asia.
El incidente también ha dejado entrever una tensión política interna. Ford, cercano ideológicamente a Trump, ha buscado distanciarse del gobierno federal en temas de política económica. Para algunos analistas, el anuncio fue tanto un gesto de crítica hacia los aranceles estadounidenses como una jugada doméstica para reforzar la imagen de Ontario ante sus votantes.
“Fue un error político y diplomático”, opinó un exasesor del Ministerio de Comercio canadiense citado por la cadena CBC. “En este contexto, cualquier mensaje que mencione aranceles es una chispa en un barril de pólvora”.
La disculpa de Carney podría mitigar parte del daño, pero el clima entre ambos países sigue tenso. Trump no ha dado señales de querer reanudar las conversaciones comerciales, y su administración insiste en que las tarifas son necesarias para “proteger a los trabajadores estadounidenses”.
Para Canadá, el desafío ahora es doble: mantener la calma diplomática y evitar que la crisis escale mientras busca alternativas comerciales que reduzcan su dependencia del mercado estadounidense.
En los despachos de Ottawa, la lección parece clara. En tiempos en que la política se mueve a golpe de imagen, incluso un video de 30 segundos puede alterar el equilibrio de una relación comercial de décadas.