En un cambio de política, el gobierno de Trump exhorta a los jueces de migración —que forman parte del Departamento de Justicia— a desestimar los casos de los migrantes y, a la salida de las audiencias, agentes vestidos de civil y con pasamontañas que les cubren el rostro los detienen cuando salen del edificio.
Sin embargo, los problemas de las cortes migratorias no comenzaron durante la administración Trump. Desde hace años, estos tribunales viven una crisis provocada por la saturación, pero también por la falta de reformas administrativas y legislativas que les ayuden a funcionar mejor.
Hasta julio de 2025, las cortes migratorias tienen 3.8 millones de casos pendientes, de acuerdo con un informe del Instituto de Políticas Migratorias (MPI).
En los últimos años, los casos de deportación, así como la llegada de más solicitantes de asilo en las protejas han aumentado la presión sobre las cortes, que ya enfrentaban problemas de eficacia.
“La acumulación ha socavado las funciones clave del sistema de inmigración de los Estados Unidos, aplicación de la inmigración y protección humanitaria, ya que los retrasos significan que aquellos que necesitan protección no la reciben, y a los que no son elegibles no se les ordena su eliminación de manera oportuna”, indica el MPI.
Falta de jueces
A diferencia de los tribunales federales, que son independientes, los tribunales de inmigración y su órgano de apelación, la Junta de Apelaciones de Inmigración (BIA), se encuentran dentro de la Oficina Ejecutiva de Revisión de Inmigración (EOIR), que es supervisada por el Departamento de Justicia.