Las tropas rusas controlan más del 99% de Lugansk y el 79% de Donetsk, así como sus capitales regionales, muestran datos del Instituto para el Estudio de la Guerra (ISW).
De acuerdo con las autoridades locales, unas 242,700 personas siguen viviendo en la zona de Donetsk bajo control ucraniano, que incluye varias ciudades importantes.
Aunque esta región es considerada una "fortaleza" que protege al resto del país, según el ISW, el ejército ruso avanza y amenaza los centros logísticos militares ucranianos que la integran.
Gran parte de esta zona ha quedado destruida por una guerra que comenzó en 2014. Entonces, Moscú lideró una revuelta de separatistas prorrusos, que fue el preludio de la invasión de febrero de 2022.
Donetsk y Lugansk son tradicionalmente de mayoría rusohablante, algo que fue instrumentalizado por el Kremlin para justificar su ataque.
Un mal momento para Ucrania
La propuesta de Trump para terminar con la guerra llega en un momento peligroso para Kiev.
Rusia ha ido avanzando en el frente, aunque de forma lenta y extremadamente costosa en términos de vidas perdidas, según funcionarios occidentales y ucranianos.
Las instalaciones ucranianas de electricidad y gas han sido bombardeadas por ataques de drones y misiles, lo que significa que millones de personas carecen de agua, calefacción y luz durante horas cada día.
El propio Zelenski se ha visto sometido a presiones internas tras estallar un gran escándalo de corrupción que salpicó a algunos de sus ministros y a personas de su entorno más cercano. Ha advertido de que Ucrania corre el riesgo de perder su dignidad y libertad —o el respaldo de Washington— a causa del plan estadounidense.
Kiev se había animado en las últimas semanas después de que Estados Unidos endureció las sanciones al sector petrolero ruso, principal fuente de financiación de la guerra, mientras que sus propios ataques con drones y misiles de largo alcance han causado daños considerables a la industria.
No obstante, el borrador del plan parece devolver la ventaja diplomática a Moscú. Ucrania depende en gran medida de la inteligencia y las armas estadounidenses para sostener su guerra contra Rusia.