Los allegados de los 12 desaparecidos del Heaven 'forman' una sola familia
Los familiares de las 12 personas que desaparecieron el 26 de mayo pasado en un bar de la Ciudad de México han encontrado consuelo en la pérdida compartida: "somos ahora como una nueva familia de 12 familias", dice Eugenia Ponce, vocera de los familiares. Esta es una experiencia que se repite entre los familiares y amigos cuyo paradero se desconoce.
Santiago Corcuera, miembro electo del Comité de desapariciones forzadas de la Organización de la Naciones Unidas (ONU), dice que el acompañamiento entre familias "es lo que más los consuela en vista del poco apoyo que reciben de parte de las autoridades".
Las familias de los desaparecidos en el bar Heaven forman un bloque de 40 personas que se reúnen y organizan para buscar a los jóvenes. La mayoría, dicen, se conocieron al denunciar las desapariciones, por separado, en el Centro de Atención a Personas Extraviadas o Ausentes (CAPEA).
"Cuando me ven llorar me abrazan y me dicen, 'no te caigas, tenemos que seguir adelante', todas (las mujeres) nos volvimos una sola mamá", dice Eugenia. "(La conexión) es muy padre, pero es muy triste".
Hasta hace cuatro semanas, Eugenia, de 44 años, cuidaba a sus hijos, a su perro y trabajaba como comerciante en el barrio de Tepito. Ahora atiende un promedio de 15 entrevistas al día con medios de comunicación y cuenta que incluso concedió una telefónica a la televisión china a medianoche.
"Yo digo, ¿a mi edad? Nunca pensé que tendría yo que salir a dar la cara, a dar noticias de una tragedia", reflexiona la mujer de 44 años, tía de Jerzy Ortiz, de 16 años y también desaparecido.
Roberto Villanueva, responsable de la Plataforma de Documentación del Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad (MPJD), encabezado por Javier Sicilia, dice que "el hecho de encontrar otras familias (de desaparecidos) y tener amigos dentro de estos espacios, les da mucho ánimo, (al igual que) hacer algo por otra persona que tenga un familiar desaparecido o que implique la no repetición".
Jorge Verástegui conoce las etapas por las que pasa la familia de un desaparecido. Su hermano y sobrino desaparecieron en enero de 2009. En diciembre del mismo año, su familia y otras cuatro crearon la fundación Fuerzas Unidas por Nuestros Desaparecidos en Coahuila (Fundec), que ha documentado 480 desapariciones en varios estados del país.
"Al momento en que te avisan que (tu familiar) está desaparecido, entras en un estado de shock y no sabes a dónde ir", cuenta Verástegui.
Después de que los familiares denuncian —explica— se enfrentan a una victimización de parte de las autoridades. El Ministerio Público les dice que sus seres queridos "deben estar de fiesta, insinúan que participan en actividades ilegales, y son negligentes en su búsqueda ".
En medio de esta victimización, las familias tienen que enfrentar "un transtorno psicoemocional de no saber qué hacer, qué pasó, por qué pasó, en dónde están (sus seres queridos), qué les están haciendo", asegura Verástegui.
Corcuera califica a la desaparición de un familiar "es un verdadera tortura".
"Es más dolorosa que la ejecución o el asesinato porque mientras no se conoce la suerte o el paradero de la víctima, los familiares no dejan de sufrir un segundo", dice Corcuera, quien ha asesorado a familiares de desaparecidos en países como Colombia, Argentina y Perú durante últimos 10 años.
Eugenia Ponce recuerda que cuando uno de sus hijos fue hospitalizado, pensó que eso era lo peor que le podía pasar a una madre, pero en el último mes ha cambiado de opinión.
"Lo peor es no saber en dónde está (tu hijo)", dice.
Verástegui calcula que una familia necesita aproximadamente cuatro meses para entrar en un periodo de cierta "tranquilidad" y entender que su caso no es el único, sino que hay personas que llevan años, o incluso toda la vida, buscando a sus seres queridos.
Cuando la desaparición es masiva, las familias se unen y pasan por las distintas etapas como si fueran una sola, explica Verástegi, tras recordar que en Coahuila se han dado casos de hasta 24 personas desaparecidas en un mismo incidente.
La siguiente etapa es la profesionalización. Se vuelven expertos en investigaciones, sistema jurídico mexicano e interlocución con las autoridades, organizaciones civiles y medios de comunicación, según Verástegui.
Finalmente, dice, un porcentaje de los familiares de desaparecidos termina por asumirse como defensor de derechos humanos y se suma a distintas acciones, ya no solo para encontrar a sus seres queridos, sino a los de otros.
Villanueva no conoce a ninguna persona o familia que haya dejado de hacer llamadas a las dependencias para tratar de localizar a un ser querido. Cuando su situación económica o familiar es complicada, se apoyan en las familias de otras víctimas porque "la búsqueda de un desaparecido implica mucho tiempo y mucho desgaste emocional".
Eugenia Ponce cuenta que en la rueda de prensa ofrecida esta semana para la recompensa de 10 millones de pesos a quien ofrezca información sobre los desaparecidos, no pudo estar la madre de Gabriela Ruiz, pero que la mantuvieron al tanto de lo ocurría por teléfono.
En la misma rueda de prensa, madres de desaparecidos que se habían mostrado reticentes a hablar en público tomaron la palabra.
"Se les está quitando la penita, y se les está quitando todo, ya tienen el coraje para decir quiero esto", dice Eugenia Ponce.
Cuando se le pregunta a Eugenia si ella aceptaría ayudar a otras familias una vez que apareciera su sobrino, responde:
"Claro que sí, considerando que me entregaran a mi sobrino, gritaría de felicidad, se lo agradecería a Dios infinitamente, lo abrazaría no sé por cuánto tiempo y luego de tomar aire vería cómo puedo ayudar a la demás gente (...) no se lo deseo a nadie".