La historia del 68 hay que "limpiarla y bien", dice González de Alba
El 2 de octubre no se olvida y aunque aún 45 años después es imposible saber cuántos murieron en la emblemática marcha estudiantil de 1968, en la que supuestamente hubo una emboscada organizada por el gobierno federal, según el exlíder estudiantil Luis González de Alba, el relato se debe "limpiar, y bien".
Las cifras que ha manejado en distintos momentos el gobierno federal sobre el número de muertos ha ido de los 30 a los 80, y aunque incluso se creó una fiscalía especial para investigar lo sucedido, aún permanecen las dudas.
El 2 de octubre de 1968, el hoy escritor y entonces líder estudiantil Luis González de Alba estaba en el piso tres del edificio Chihuahua, desde donde los líderes del Consejo Nacional de Huelga iniciaron su discurso hacia miles de estudiantes congregados en la Plaza de las Tres Culturas, a unos metros de la sede de la Cancillería mexicana y a unos días de que dieran inicio los Juegos Olímpicos en México.
Desde ahí se disponían a marchar al Casco de Santo Tomás, del Instituto Politécnico Nacional, para exigir la salida del Ejército.
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45 años después, González de Alba dice estar convencido de que el Ejército “no iba a matar estudiantes, solo a dispersar la manifestación”.
Advierte que un operativo “intencionalmente mal organizado” enfrentó a los soldados con el batallón Olimpia, desatando un fuego cruzado en el que quedaron atrapados estudiantes y sociedad civil que los apoyaba.
González de Alba dedica un capítulo de su más reciente libro, No hubo barco para mí (Cal y Arena 2013), a los momentos que vivió ese 2 de octubre, ofreciendo detalles que sustentan la versión de que soldados y estudiantes fueron víctimas de una emboscada.
“La secretaría de la Defensa no sabía que soldados en ropa civil estarían rodeando el edificio Chihuahua. Y los soldados de civil, el Olimpia, creían que el Ejército regular tenía conocimiento de que ellos iba a disparar, en cuanto detuvieran a los dirigentes, para ahuyentar a la multitud”.
El batallón Olimpia -un presunto grupo que iba vestido de civil con cabello corto y un guante blanco en una de las manos para distinguirse de la multitud- y con la orden de disparar al aire y detener a los líderes universitarios.
“¿Por qué los soldados de verde no sabían desde un principio por parte de la Defensa? Oigan, tengan cuidado, en el tercer piso, van a detener a los líderes y luego desde arriba van a disparar para dispersar a la gente. No les disparen, ellos son militares, son soldados. ¿Por qué no saben eso los soldados y por qué el Olimpia se sorprende tanto? Porque ellos creían que eran parte de un operativo armado organizado, que los soldados sabían y no sabían. Lo que les sorprende es que no sepan”, dijo González de Alba en entrevista.
El desconocimiento y descoordinación queda demostrado, según el escritor, con un hecho del que él fue testigo: el pánico en el que cayeron los integrantes del batallón Olimpia cuando se dieron cuenta que eran agredidos por sus propios compañeros: los soldados.
“Este es el meollo: esos civiles armados ‘no esperaban respuesta del Ejército’. Y eso únicamente se explica si creían ser parte de una operación coordinada por la Secretaría de la Defensa… y no lo era”, agrega en el libro.
En contraparte explica los disparos de los miembros del Ejército, que creían ser agredidos por estudiantes desde el piso tres del edificio Chihuahua, cuando en realidad se trataba de sus mismos compañeros, pero vestidos de civil.
“No hubo un genocidio”
¿En qué cambia esta versión el resultado de la historia? “Cambia el aspecto moral”, responde el escritor. “El Ejército llegó a dispersar y se encontró con que lo baleaban, entonces disparó".
“¿Había motivo para detenernos? Cero ¿Y que fuera el Ejército el que nos detuviera? Cero ¿Eso es un delito? Sí, ¿que nos detuvieran a civiles y nos llevaran al campo militar número uno y nos pusieran en celdas de castigo aislado que son para soldados, es un delito? Sí, ese es un delito, pero no es genocidio”, agregó en entrevista.
45 años después no hay responsables, pero desde su punto de vista hay presuntos autores intelectuales.
“¿Quién pudo haber armado esto, de esa forma y con esa mala fe, precisamente para que fuera un desastre, hubiera muertos, pues pudieron ser una decena?, entre otros (el entonces secretario de Gobernación Luis) Echeverría, eso es lo que la fiscalía especial debió haber investigado y debió habernos dado el resultado”, agregó.
“Por eso resulta importante limpiar el relato. Porque perdidos en la paja de los detalles, hemos debilitado el núcleo duro que explica los muertos y los heridos. Si nosotros no disparamos sobre nuestra propia gente, ¿quién y sobre todo por qué, para qué lo hizo? Y ¿cómo fue posible que también cayeran heridos y muertos soldados, unos en uniforme y otros en ropa de civil?", cuestionó.
¿Por qué protestaban los jóvenes del 68?
“Estábamos hartos de la situación imperante en el país, estábamos hartos de la prohibición de todo. Era un país de pueblito, provinciano donde no podíamos traer el cabello largo, hacer conciertos de rock. Controlaban el cine, el teatro… Ese ambiente pesado, provinciano, contrastaba con lo que sabíamos del resto del mundo”, dice.
“¿Por eso salimos a la calle y mataron a la gente? No, pero yo creo que fue mucho de lo que se movió”, explicó.
El “hartazgo de la juventud” se sumó a la ola de protestas estudiantiles en otras partes del mundo y tomaron banderas en contra de la guerra de Vietnam, o en apoyo a la Revolución Cubana, mostraron su solidaridad con “presos políticos” como líderes sindicales y protestaron por la irrupción de la policía y el Ejército en planteles universitarios.
“Poco más de 40 años de polvo, fantasía y deseos han caído sobre aquellos hechos. Esa acumulación exige ahora limpiar, y bien, ese relato”, dice