'Huachicultura': una identidad relacionada al robo de gasolina en Puebla
“Dicen, hablaron, dijeron, y el poblano pasó de ser de camotero a huachicolero”. Así inicia la canción El Huachicolero de Tamara Alcántara, una intérprete regional que le canta a los ladrones de gasolina en Puebla, estado que ocupa el primer lugar a nivel nacional en este delito por concentrar el mayor número de tomas clandestinas y por el cual Petróleos Mexicanos (Pemex) pierde alrededor de 7.4 millones de pesos al día.
Las tres canciones que esta mujer ha compuesto en los últimos seis meses a los señores dedicados a la “ordeña” de los ductos de Petróleos Mexicanos (Pemex) no es lo único que ha penetrado en la cultura popular, ya que en la zona conocida como “triángulo rojo” –conformada por los munipios de Tepeaca, Acatzingo, Quecholac, Palmar de Bravo y Acajete– incluso existen altares del Santo Niño Huachicolero.
Se trata de una imagen modificada del Santo Niño de Atocha, sólo que en lugar de tener un báculo y flores, tiene bidones y una manguera, utensilios que ocupan los también llamados chupaductos para extraer hidrocarburo de los tubos.
Además a orillas de las carreteras que conectan estos cinco municipios, se ubican campesinos los fines de semana para vender juguetes de madera que hacen alusión a unidades de carga que transportan bidones de gasolina. En las redes sociales también se ofertan, en 800 pesos, “camionetas huachicoleras” de control remoto.
Se trata de un fenómeno similar a la “narco cultura”, que en la entidad ubicada en el centro del país es conocido como “cultura huachicolera”, el cual crece quizá al mismo ritmo que el número de tomas clandestinas.
De 2005 al 2016 se han encontrado en Puebla 3,161 tomas clandestinas y de acuerdo con Pemex esto representó un quebarnto de 1, 646 millones de pesos.
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La cultura huachicolera
Desde hace unos años, los poblanos se apropiaron de la palabra “huachicol” para definir al combustible robado y los hombres que la extraen y comercializan son conocidos como “huachicoleros” o “chupaductos”.
La palabra “huachicol” , era utilizada desde hace años para nombrar a la gasolina adulterada que ocupaban los traileros, según habitantes de los municipios en donde se concentra un mayor número de tomas clandestinas y actualmente se emplea a todas las actividades relacionadas con la comisión de este delito.
Según varias solicitudes de información que ha realizado Expansión a Pemex, el hurto en sus ductos se dio por primera vez en el 2000, cuando se detectaron 15 “ordeñas”. Desde entonces figuraban tres de los cinco municipios que hoy conforman la también conocida como el "triángulo rojo" o la "franja del huachicol" en donde cruza el poliducto Minatitlán-México de Pemex.
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Sin embargo, fue a partir de 2015 cuando las explosiones, balaceras, y retención de militares –hechos relacionados con el robo de combustible– ocuparon las primeras planas de los diarios locales cada vez con mayor frecuencia.
El diputado local del PRD, Ignacio Mier, quien representa el distrito que abarcan los municipios en donde más impera esta actividad, ha declarado en diversas ocasiones a medios locales que los huachicoleros proveen empleos con los que impulsan el desarrollo económico de la zona. “Es la misma gente la que se ha encargado de difundir que el huachicol (gasolina robada) viene a resolver los problemas de la comunidad”, dijo a Expansión.
Tanto el legislador como personas entrevistadas por este medio que habitan en estos municipios confirmaron que hablar sobre esta actividad ya es normal. “Por ejemplo, decir: vamos a huachicolear, todos sabemos que es ir a sacar la gasolina del tubo (ducto de Pemex)”, narró un habitante de Tepeaca, quien por razones de seguridad pidió reservar su nombre. Así se vive aquí, en medio del verbo huachicol.
Al cierre de 2016, Petróleos Mexicanos contabilizó 1,533 tomas clandestinas en Puebla a lo largo de 24 municipios, un 10,120 % más en comparación con el año 2000 cuando se encontró la primera.
Fue en el sexenio del exgobernador Rafael Moreno Valle cuando más creció la actividad, al grado de que el estado se ubicó a partir del año pasado en el primer lugar en concentrar un mayor número de casos, antes de Tamaulipas y Guanajuato.
La cantante del huachicol
Desde mediados de 2016, Tamara ya no puede caminar tranquilamente por las calles de Tecamachalco, municipio en el que vive, pero tampoco en las comunidades que forman parte del “triángulo rojo”, no lo puede hacer sin que a cada momento la detengan para pedirle que cante alguna de las canciones que ella interpreta para estos grupos criminales. En estos municipios, la gente la conoce, la quiere y en las fiestas se corean frenéticamente El Huachicolero, La Cumbia del Huachicol y La Gran Señora Huachicolera.
Ella cree que no promueve ningún delito con hacer referencia al huachicol en sus canciones o de alabar a los que se dedican a este negocio en sus shows con un “¡arriba los huachicoleros!”.
“Echar un chascarrillo no le hace daño a nadie. No promuevo el delito, me dedico a componer canciones y vi la forma de llamar la atención”, dijo a Expansión. Desde agosto de 2016 que se dio a conocer su primera composición: La Cumbia del Huachicol no le han faltado tocadas todos los fines de semanas. Lo mismo la contratan en fiestas privadas que en bodas o bautizos.
“Lo primero que me dicen cuando llego es: cántanos La Cumbia del Huachicol. A la gente le gusta”, cuenta. Pero aunque reconoce que en la región, todos hablan del tema y saben quiénes se dedican al negocio que representa el robo del combustible, ella, como otras personas, prefieren no señalar.
“El huachicolero es como el diablo, todo mundo sabe que existe, pero nadie lo ha visto”, justifica.
Expansión también pudo constatar que hay familias que le rezan al Santo Niño Huachicolero, como Jesús Malverde, el santo de los narcotraficantes. En algunos hogares hay altares en honor de quien, creen, les ayudará a no tener accidentes, a no ser detenidos al momento de extraer el combustible del ducto de Pemex o a la hora de comercializarlo.
“Lo de familias que le oran a este santo, sí es verdad. Los pobladores del triángulo rojo, aunque no se dedican a este delito, protegen a los huachicoleros”, sostuvo Mier.
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Marzo 'ardiente'
Poliducto en llamas
Campo minado
Revisión
Almacenamiento
En llamas
Desalojo
Crimen al alza
Para llevar
Rapiña
Los niños ya no quieren estudiar
Un niño que trabaja de “halcón” (labores de vigilancia para el crimen organizado) para las bandas de huachicoleros gana en la región 12,000 pesos al mes, según constató el gobernador Antonio Gali Fayad, durante su campaña en 2016.
El pasado 28 de febrero, el Ejecutivo estatal narró durante un evento público la anécdota que vivió en el municipio de Palmar de Bravo, en el centro este del estado, un episodio en el que una madre de familia le pidió hablar con su hijo porque había abandonado sus estudios para formar parte de una banda de ladrones de hidrocarburo.
"En campaña, una madre me pidió hablar con su hijo de 11 años, quien dijo que por ser halconcito de huachicoleros ganaba hasta 12,000 pesos al mes, más que su papá que gana 3,000 (…). Fíjense en la desgracia de la pérdida de los valores”, dijo en esa ocasión Gali, al tiempo de reconocer que combatir el delito de robo de gasolina es el reto más grande de su gobierno en materia de seguridad.
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Y para evitar que más menores de edad se dediquen a este negocio, algunos alcaldes de los municipios del “triángulo rojo” como Tepeaca y Quecholac implementan talleres y pláticas en primarias, secundarias y preparatorias.
“Es verdad que cada vez más, este delito lo están cometiendo menores de edad, por eso trabajamos en la raíz, concientizar a los niños y adolescentes sobre las consecuencias de robar gasolina”, dijo Néstor Camarillo, alcalde de Quecholac.
En 2016 fueron detenidos tres adolescentes en el municipio de Tepeaca por “ordeñar” ductos de Pemex en Tepeaca, aseguró el edil David Huerta a medios locales el pasado primero de marzo. En su caso, aseguró que a través del área de Prevención del Delito imparten pláticas en las escuelas para explicar a los menores sobre la problemática con el fin de evitar que se conviertan en huachicoleros.