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¿Quiénes son los inmigrantes que viajan en las caravanas?

Los miles de centroamericanos que caminan a través de México para llegar a Estados Unidos viajan por diversas razones, pero sobre todo con la esperanza de mejorar su situación.
mar 27 noviembre 2018 05:25 AM
Viajan con niños.
Viajan con niños. Muchos de los inmigrantes cargan con sus hijos o sobrinos.

ARRIAGA, México (CNN)- Carlos Gómez se tomó un descanso el mes pasado en una carretera llena de baches en el sur de México llena de basura, zapatos abandonados y botellas de agua vacías. Los estragos del viaje estaban grabados en su cara.

“Estoy sintiendo algunos escalofríos”, dijo Gómez. “He tenido fiebre por unos días”.

El hombre de 52 años estaba entre los miles de inmigrantes centroamericanos que ingresaron a México desde Guatemala el mes pasado. Han caminado durante semanas a pesar del agotamiento y las amenazas de los gobiernos de Estados Unidos y de México que les piden regresar.

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He aquí un vistazo a las vidas de quienes dejaron todo atrás por hacer este viaje a Estados Unidos.

Están viajando en busca de empleos

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Pocos de ellos tienen dinero. Algunos habrían pasado hambre hace mucho tiempo si no hubiera sido por los generosos mexicanos y municipios que les ofrecieron tamales y jugo de piña a lo largo de la ruta.

Muchos llevan chanclas, zuecos de goma o tenis que se están cayendo a pedazos.

Como otros, Gómez ha enfrentado un calor extenuante y lluvias torrenciales. Por la noche, los miembros del grupo dormían en las aceras antes de despertarse cada mañana para partir nuevamente a su maratón diario.

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A pesar de su debilitada salud, Gómez, un campesino sin trabajo de Honduras, dijo que no tenía otra opción. Dejó atrás a ocho hijos en casa, y la única manera de ganar lo suficiente para alimentarlos, dijo, es seguir avanzando y llegar a Estados Unidos.

“Ya no hay trabajo. El gobierno tomó nuestras tierras”, dijo.

El presidente estadounidense, Donald Trump, ha criticado duramente a la caravana y la describió como un esfuerzo organizado por fuerzas oscuras para introducir criminales y posiblemente terroristas en Estados Unidos.

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Pero después de una semana viajando con el grupo, CNN fue testigo de la poca o nula organización.

La gente se unía y se iba por su propia voluntad. Agotados por el esfuerzo, muchos decidieron volver a casa.

El mes pasado, el gobierno mexicano dijo que la caravana se había reducido desde más de 7,000 migrantes a unos 3,600. Pero los organizadores aseguraron que sus números están creciendo.

Uno de los inmigrantes, Oscar Rodríguez, de 22 años, dijo que quiere una vida mejor para su hijo de dos años. Refutó las afirmaciones de Trump de que muchos de los inmigrantes son criminales.

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“Él está tratando de encontrar una excusa en nosotros”, dijo Rodríguez. “No somos agresivos. Agresivos son los que disparan en un cine y matan a docenas. No nosotros”.

Están escapando del odio

Muchos de los inmigrantes dijeron que se unieron a la caravana en el último momento, después de haber visto un mensaje en las redes sociales o una noticia local en Honduras que los inspiró a abandonar una patria donde habían renunciado a tener un futuro.

En una carretera llena de inmigrantes que llevan banderas hondureñas azules y blancas, destaca la bandera del arco iris que llevan Chantal Alejo y su amiga Stefani Rodríguez.

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Alejo es de Honduras, y Rodríguez es de El Salvador. Ambas tienen 27 años y se identifican como transgénero, lo que las hace parte de una comunidad que enfrenta altos índices de violencia y persecución en muchos países latinoamericanos.

Alejo dijo que una publicación en Facebook la hizo empacar inmediatamente una maleta.

“Hay mucha persecución y no hay trabajo”, dijo sobre su país. Ella y Rodríguez tienen la esperanza de poder llegar a Dallas, donde han leído acerca de mujeres trans como ellas que reciben tratamientos hormonales.

Fueron separados de su familia en EU

Muchos inmigrantes en la caravana aprendieron todo lo que saben sobre Estados Unidos a través de películas y programas de televisión. Pero no Bryan Colindres.

Colindres tenía 6 años cuando él y su madre se mudaron de Honduras a Estados Unidos después del asesinato de su padre. Colindres dijo que nunca pudo obtener la ciudadanía, pero creció siendo más estadounidense que hondureño.

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Casi 20 años después, la vida estadounidense de Colindres fue interrumpida por una redada de inmigración en el sitio de construcción donde trabajaba. Cuando fue deportado, dejó atrás a su esposa y a una hija de 3 años que es ciudadana estadounidense.

Tan pronto como llegó a Honduras, Colindres se dirigió al norte, ansioso por reunirse con su hija.

“Ella es la que más me necesita, y no quiero que esté sin mí”, dijo. “Sé lo que es no tener un padre”.

Colindres se unió al grupo en Guatemala y, cuando la policía mexicana bloqueó el puente que conecta los dos países, él y otros inmigrantes pagaron alrededor de 1.25 dólares para ser transportados a través del río Suchiate en balsa.

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Desde entonces se ha separado de la caravana. Colindres tomó un autobús a Guadalajara, donde su perfecto inglés lo ayudó a encontrar trabajo en un centro telefónico que brinda servicio al cliente al país que consideraba su hogar.

Colindres dijo que espera ganar suficiente dinero para eventualmente reunirse con su familia en Estados Unidos.

Están viajando con niños

Descansando en un lugar con sombra en la carretera a Arriaga, México, Iris y su grupo tenían la esperanza de que un automóvil se detuviera y los llevara.

El hermano menor de Iris, Freddy, parecía estar profundamente dormido en el calor sofocante, usando su mochila como almohada. Sus sobrinas y sobrinos jugaban con sucios animales de peluche al lado de la carretera.

“El viaje ha sido caluroso, y caminar bajo el sol es lo más difícil”, dijo Iris, quien no quiso dar su apellido.

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La joven de 21 años dijo que confiaba en que estarían bien si llegaban a Nueva Jersey.

“Haré cualquier cosa que salga. Tomaré el primer trabajo que esté disponible”, dijo.

Cuando se le preguntó si sabía cuántas millas tenían que recorrer, Iris dio un suspiro de cansancio.

“Muchas”.

Patrick Oppmann y Natalie Gallón reportaron y escribieron desde Arriaga, México, y Nicole Chávez escribió desde Atlanta. Holly Yan y Leyla Santiago de CNN contribuyeron a este reportaje.

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