OPINIÓN: La Siria de Asad debería ser un 'paria' internacional
Nota del editor: Salman Shaikh es director del Centro Brookings de Doha, un proyecto del Centro Saban de Política de Medio Oriente dentro de la Institución Brookings.
DOHA, Qatar (CNN) — Un sentimiento que se escucha frecuentemente en capitales regionales e internacionales es que en Siria “más vale malo conocido”. Más recientemente, se ha manifestado el deseo de que el presidente Bachar al Asad forje lo que algunos denominan “una transición hacia la reforma democrática encabezada por el régimen”, aún tras el incremento de las muertes de manifestantes pacíficos durante el levantamiento que lleva casi cinco meses.
Durante los días previos al mes sagrado de los musulmanes, el Ramadán , el cual comenzó el 1 de agosto, hubo la creencia, incluso entre los sirios, de que el régimen se abstendría de llevar a cabo matanzas durante este período; y que Al Asad no repetiría la masacre de su padre en Hama en 1982 –la cuarta ciudad más grande de Siria– donde murieron entre 20,000 y 40,000 personas en una descarga de artillería que duró tres semanas.
Pero lo ocurrido ha descartado todo lo anterior. Más de 150 personas han sido asesinadas –más de la mitad de ellas en Hama– en una campaña “preventiva” del régimen de violencia gratuita. Los tanques están nuevamente en el centro de Hama y el régimen ha estado bombardeando la ciudad.
¿Por qué está ocurriendo esto y qué se puede hacer para detenerlo? “El “porqué” es sencillo. Tal como Mike Doran y yo señalamos recientemente, el “estado profundo” (o estado dentro de otro Estado, tomando prestada la frase de la experiencia turca) del régimen, dominado por los alawitas, que incluye a la familia Asad, su ejército alawita y sus secuaces, así como administradores y élites empresariales sunitas, harán todo lo posible por permanecer en el poder.
Ante la tenaz red de protestas en todo el país, sin líder y en su mayoría sunita, el “estado profundo” está teniendo que enfrentar dos serios problemas: la independencia progresiva de las provincias de Damasco y una crisis de moralidad entre la mayoría sunita de soldados reclutas del ejército.
Es por ello que Asad se ha ido sobre Hama y otras ciudades donde en semanas recientes ha habido enormes manifestaciones y un creciente sentimiento de autonomía. Al hacerlo, Asad puede estar pretendiendo evitar un conflicto sectario, especialmente entre las unidades de élite alawitas del ejército sirio y sus desertores sunitas, y busca detener la ola de protestas desde sus filas.
Estos son actos de un régimen desesperado. Más fuerza no lo salvará; por el contrario, alimentará mayor resistencia y su aislamiento. De hecho, estas acciones son síntomas de un inevitable colapso en cámara lenta. Pero el desafío sigue siendo el cómo evitar que el régimen siga asesinando al pueblo y cómo prevenir el colapso de un país entero a un estado de caos.
La respuesta internacional a los acontecimientos en Siria ha sido lamentable. Un reciente comunicado de prensa “equilibrado” –el instrumento más débil– emitido por el Consejo de Seguridad de la ONU , condenando el uso de la violencia en contra de los civiles, abusos de derechos humanos y de las “instituciones del Estado”, es un indicador de ello.
Los rusos y los chinos han protegido a Asad y los demás (Brasil, India y Sudáfrica), han actuado como niños caprichosos molestos por la “extralimitación de la intervención” del ejército de Occidente en Libia.
Washington y Bruselas han luchado por una política sobre qué hacer con Asad. Se han apoyado en frases matizadas y acciones simbólicas como restricciones de viaje y congelamiento de activos de Asad, su familia y militares de alto rango.
También se habla de una inminente iniciativa de ley en el Senado de Estados Unidos que buscaría sancionar las exportaciones petroleras de Siria y restringirle ese muy necesario ingreso. Estados Unidos también ha subcontratado el trabajo a Turquía, la cual ha mostrado sus propias limitaciones en el manejo de Asad. La Liga Árabe, frente a un Goliat como la Siria de Asad, se ve patéticamente impotente.
Tanto el presidente Obama como la Secretaria de Estado Hillary Clinton se han puesto más duros en sus condenas a las acciones del régimen e hicieron un llamado para el avance de una transición democrática en Siria. Sin embargo, lo que no está claro es cómo lo propondrían. Obama exhortó a una Libia posGadhafi, pero no lo ha hecho para una Siria posAsad.
Aunque los acontecimientos en el Consejo de Seguridad demuestran lo difícil que será, no hay sustituto de una acción internacional más efectiva para presionar y aislar al régimen. El blanco debe ser el “estado profundo” que incluye a los pilares centrales del régimen.
Los miembros de la familia Asad y militares de alto rango deberían ser remitidos a la Corte Criminal Internacional por violaciones atroces de la ley humanitaria internacional, incluyendo crímenes contra la humanidad. Las restricciones de viaje y congelamiento de activos también deben ser aplicados a los líderes empresariales que están haciendo negocios tanto con el régimen como con el resto del mundo.
Además, evitar que los ingresos petroleros lleguen a las arcas del régimen debe ser una responsabilidad colectiva, regional e internacional, de otra forma, no funcionará.
Muchos dirán que no es realista esperar que el Consejo de Seguridad apruebe este tipo de medidas. Ese podría ser el caso, por ahora. Con manifestantes que no ceden y un régimen que lucha por su sobrevivencia, alguien tendrá que ceder. Es más importante que se dé una señal, delineando el tipo de acción que se debería de tomar.
Paralelamente a los esfuerzos del Consejo de Seguridad, Washington debería convocar a una conferencia entre los poderes interesados, junto con Turquía y Francia, para desarrollar un “grupo de contacto” sirio que coordine las acciones, incluyendo a la ONU y que esté comprometida a establecer un orden estable en el país.
Será vital que ese grupo busque el involucramiento de Estados árabes como Arabia Saudita y Qatar. El grupo debe también brindar un muy necesario incentivo para ayudar a convertir a los elementos del movimiento de oposición sirio en autoridades futuras de transición.
Mientras muchos en el mundo árabe y musulmán se sientan para romper sus ayunos diarios y realizan oraciones nocturnas, están volteando a ver las borrosas escenas de violencia capturadas en celulares y transmitidas en canales satelitales desde Siria.
Una sensación de repulsión está creciendo porque otro déspota árabe está usando tal fuerza para reprimir a su gente en el mes más sagrado. Tal como ocurrió con Saddam Hussein, Asad y su régimen merecen un estatus de marginación internacional.