OPINIÓN: Una década de terror desde los ataques del 11-S (parte 2)
Nota del editor: El autor es politólogo e internacionalista. Miembro del Consejo Mexicano de Asuntos Internacionales, profesor universitario y coautor de los libros Same Sex Marriage in the Americas, ¿Qué es Estados Unidos? y Ciudadanos.Mx: Twitter y cambio político en México. Su twitter es @genarolozano .
Este texto es la segunda parte de una columna publicada el 8 de septiembre .
El mundo post-Bush: el ascenso de Obama
La imagen internacional de Estados Unidos se desplomó con la ocupación militar, la muerte de miles de civiles iraquíes, la inestabilidad del régimen pos-Hussein y los reportes sobre casos de abusos a los derechos humanos y de tortura por parte del ejército estadounidense en las prisiones de Guantánamo, Cuba , y la de Abu Ghraib, en Iraq.
Los cuestionamientos y el hartazgo de la opinión pública marcaron el tono de la elección presidencial del 2008 y prepararon el camino para que Barack Obama, entonces un joven senador afroamericano que había sido de los primeros críticos de la intervención militar en Iraq, llegara a la Casa Blanca con la promesa de “corregir el rumbo” y de promover un verdadero cambio en Washington.
Tras el arribo de Obama a la presidencia, y el de Hillary Clinton al Departamento de Estado en enero de 2009, una de las primeras acciones de gobierno de Obama fue ordenar el uso de la diplomacia pública y la promoción del llamado “poder suave” de Estados Unidos para restaurar la imagen internacional de Estados Unidos.
En un ensayo titulado Leading Through Civilian Power, publicado en diciembre del 2010 en la prestigiosa revista Foreign Affairs, Hillary Clinton reflexiona precisamente sobre la redefinición de la diplomacia estadounidense o sobre el control de daños que el gobierno de Obama emprendió para enterrar los ocho años de los excesos de Bush.
El resultado: la imagen internacional de Estados Unidos sufrió una mejoría sustancial. El reporte titulado Global Attitudes Project, elaborado anualmente en una veintena de países por el Pew Research Center, muestra como en el año 2007, solo un 40% de los países evaluados tenía una imagen favorable de Estados Unidos, al tiempo que apenas un 21% confiaba en el presidente George W. Bush. Para el reporte del 2010, esos indicadores aumentaron al 60% sobre imagen positiva de Estados Unidos y hasta un 64% de confianza en el presidente Obama.
La profecía de Bush
Las recientes revueltas en el Medio Oriente, que realmente iniciaron con las protestas en Teherán tras las elecciones iraníes del 2009, podrían entenderse bajo el contexto de los cambios iniciados con la Operación Libertad Duradera contra el régimen talibán en octubre del 2001. En repetidas ocasiones, Bush, Powell y Condoleezza Rice repetían como un mantra la idea de que la democratización de Iraq y de Afganistán “contagiarían” a todo el Medio Oriente y al norte de África.
La caída de las dictaduras en Túnez, Egipto y Libia este 2011 y el contagio de las protestas a otros países como Arabia Saudita, Yemen, Líbano, Marruecos y Argelia, entre otros, empiezan a ser analizados como una “cuarta ola democrática”, en referencia a los otros tres periodos en el tiempo en los que un grupo de países liberalizaron sus sistemas políticos e iniciaron transiciones a la democracia.
Nadie puede predecir qué sucederá en Túnez, Egipto y Libia tras la caída de sus dictadores, ni tampoco si la democratización forzada desde Washington en Iraq y Afganistán podrá consolidarse. Mucho menos podría aseverarse hoy que los regímenes autoritarios de todo el continente africano caerán como resultado de lo que ocurre en el norte del continente y en el Medio Oriente. Sin embargo, las revueltas árabes de este año y la lentitud y ambigüedad con la que el gobierno de Obama ha respondido a ellas, alimentan los argumentos de que al final Bush y su equipo de neocons tenían algo de razón. Ocupará al revisionismo histórico evidenciar lo contrario.