OPINIÓN: El hogar al que vuelves en Navidad no es un lugar; son personas
Nota del editor: El colaborador de CNN, Bob Green, es autor de And You Know You Should Be Glad: A True Story of Lifelong Friendship (Deberías estar contento; una historia verdadera de la amistad para toda la vida) y otros libros de éxito.
(CNN) — Esto es para las personas que se quedaron.
Para los que, sin importar la razón, nunca eligieron mudarse. Esto es para los que en este momento están en donde siempre han estado.
Los que no viajan a casa durante la temporada navideña , porque su hogar está ahí.
Estas semanas, los aeropuertos, las autopistas, las estaciones de tren y las estaciones de autobuses estarán atascadas. Las personas, como siempre sucede durante las fiestas de Navidad y Año Nuevo, empiezan a viajar. Muchos se dirigen a casa.
Es un buen momento para reflexionar lo que significa esa palabra: hogar. ¿Por qué las personas se dirigen ansiosamente a casa durante esta temporada?, ¿cuál es su verdadero destino?
No solamente es geográfico. Cuando vuelves a poner un pie en tu lugar de origen, no son los letreros de las calles lo que te da la sensación de calidez, o la vista de la biblioteca pública o el ayuntamiento. Esos son recuerdos, son guías, pero no es por ellos que estás ahí.
El hogar se siente como se siente por la gente que nunca se fue, la familia y los amigos, es por eso que regresas a casa. Sin ellos, tan sólo es un punto en un mapa.
Ellos son las personas a quienes comúnmente damos por sentado. Los que, en una época de fugacidad constante y de movimiento incesante, desde hace mucho eligieron, por sus propias razones, no partir. Quienes echaron el ancla antes, y se quedaron mientras los demás se iban.
¿Qué tanto se les da por sentado? No hay cifras disponibles del número de personas que se quedan en la misma ciudad durante toda su vida.
Tal vez la película más admiradas de la temporada navideña es ¡Qué bello es vivir! (It’s a Wonderful Life), en donde George Bailey, interpretado por Jimmy Stewart, es un hombre que nunca salió de Bedford Fells, y quien ocasionalmente se arrepiente de eso. Generaciones de espectadores lo aplauden en silencio. Pero al personaje de Jimmy Stewart lo seguía una cámara de cine, y en la vida real los hombres y las mujeres que se quedan en el lugar en donde nacieron a menudo lo hacen sin que un público les aplauda la fidelidad a su lugar.
Vivimos en una sociedad en donde la pasión por conocer el mundo se considera una virtud indiscutible. Durante generaciones, se dice que aprueban que alguien “emprenda el camino hacia el éxito” y “salga para conquistar el mundo”. Salir y buscar nuevos horizontes se convirtieron en un objetivo que se celebra y que se aclama y que rara vez se cuestiona.
¿Y qué pasa con las personas que se quedan? Lo hacen por diversas razones: desde un amor genuino por un lugar, por obligaciones con la familia, por un empleo que se siente firme y seguro. Sin embargo, algunas de las personas que se quedan, como George Bailey, ocasionalmente se arrepienten. ¿No se animaron a jugársela?, ¿la oportunidad de un lugar más grande y brillante se abrió y luego se cerró antes de que pensaran en eso y se decidieran a dar el paso?, ¿tantas veces se dijeron a sí mismos que mañana tendrían una gran oportunidad, que todos esos mañanas finalmente se agotaron?
Cada persona tiene su propia respuesta. En estas semanas de diciembre, en cada ciudad, las personas regresarán a su casa para las fiestas, y se sentirán en casa porque los rostros permanecen ahí, y también esas voces que son tan familiares. ¿Los que se quedaron alguna vez se preguntan si se perdieron de algo en el enorme mundo que hay afuera? Tal vez. La naturaleza humana dicta que a menudo nos quedamos con una fijación del camino que no tomamos.
Pero una ciudad no sería una ciudad si no fuera por todas las personas que deciden que así sea con su continua presencia todos los días de su vida, quienes hacen que se sienta sólida y permanente, no sólo porque conocen muy bien el lugar, sino porque también se conocen a sí mismos muy bien, y tienen tanta confianza en lo que son que no necesitan buscar la confirmación en otro lugar.
El mundo cambia y se vuelve casi irreconocible. Incluso las ciudades más pequeñas se transforman con el paso del tiempo. Si en esta temporada navideña te diriges a casa, podrás notar que el viejo cine ahora es una cafetería, o que la farmacia se convirtió en una sucursal bancaria.
Pero ver esos rostros, más viejos pero de alguna manera eternamente jóvenes, el sonido de esas voces, las voces que reconocerías en cualquier lugar del mundo, pero que, hoy y siempre, son específicas de este único lugar (…).
Este es un momento y una temporada para agradecer por esas voces. Por esos rostros.
Por los que decidieron quedarse.
Cuando llegan las fiestas, tal vez regreses a casa.
Ellos —en todos los sentidos— están en casa.
Las opiniones expresadas en este comentario son únicamente de Bob Greene.