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OPINIÓN: El impacto del triunfo de Hollande en la economía de Europa

La campaña de Hollande fue bastante reservada en comparación con las promesas de Sarkozy, pero alcanzó su cometido
jue 17 mayo 2012 04:33 PM
Hollande, sarkozy
60 años Segunda Guerra Mundia - fRANCIA

Nota del Editor: Justin Vaïsse es investigador en el Instituto Brookings y es director de investigación de su Centro en los Estados Unidos y en Europa. Especialista de historia americana y política europea, ha escrito varios análisis de las elecciones francesas.

(CNN) – François Hollande no le agradeció a su oponente, Nicolas Sarkozy, durante su discurso de aceptación, después de vencerlo con el 51.6% de los votos en la segunda vuelta presidencial de Francia. Pero debió haberlo hecho, porque hizo una campaña anti-Sarkozy, prometiendo comportarse como un presidente normal, en contraste con el impulsivo, impredecible y a veces ostentoso Sarkozy. Y funcionó: 55% de los que votaron a su favor lo hicieron para derrotar a Sarkozy en lugar de por elegir a Hollande.

Esta victoria viene después de una rara campaña de ambas partes. Sarkozy empezó conquistando al centro enfatizando su registro de reformas y su papel en resolver la crisis de la eurozona con Angela Merkel, canciller alemán. Pero en marzo, decidió tomar una página de su propia campaña del 2007 y atracó al electorado de la extrema-derecha de Marine Le Pen. Enfatizó temas de inmigración, Islam y la necesidad de una Europa más protectora, hasta sobreprotectora. Esta vez, sin embargo, la estrategia se le revirtió. Le Pen tuvo una primera vuelta histórica, mientras que Sarkozy sembró confusión en su propio campo, y perdió.

Hollande, apostándole a un humor anti-Sarkozy, se contuvo de hacer grandes promesas, y hasta las reformas que lo caracterizaban incluyeron muchas letras chiquitas. Por ejemplo, anunció que contrataría a 60,000 maestros más, pero cambiando los empleos de servicios civiles ya existentes de otros ministerios para la educación. Prometió echar para atrás la reforma de pensión de Sarkozy, pero solo para una pequeña fracción de trabajadores. Se comprometió a renegociar el Tratado Fiscal Europeo que Sarkozy negoció con Merkel, pero solo para añadir un estímulo de crecimiento, no para alterar las nuevas disciplinas que impone.

Su prudencia es fácil de explicar: la deuda francesa es de cerca del 90% del PIB, el déficit del 2011 fue del 5.2%, y Hollande prometió bajarla al 3% en el 2012, y a cero para el 2017 (Sarkozy lo había prometido para el 2016). Va a estar monitoreado de cerca por el lazo de mercados y las agencias de calificación, una de las que le quitó a Francia su triple-A en enero.

Ese es precisamente uno de los tres grandes retos con los que Hollande se enfrentará, convencer a los mercados de que puede graficar un curso fiscal responsable y restaurar la competitividad de la economía francesa, mientras que sus vecinos sureños se están reformando rápidamente, siendo Alemania ya muy competitivo. En cambio, esto depende en parte de un segundo reto que enfrenta, moldear un nuevo eje franco-alemán, y después un pan-europeo, consenso acerca de la crisis de la eurozona.

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Merkel se enfureció cuando Hollande anunció en diciembre que si era elegido, renegociaría el Tratado Compacto Fiscal. Fue tal su enojo que hasta se negó a recibirlo en Berlín, como es tradicional para los candidatos presidenciales franceses, y hasta de anunciar que haría campaña por Sarkozy, que al final no lo hizo, dada la propia vuelta en U de Sarkozy en Europa.

Pero en estas semanas, el panorama ha cambiado profundamente. Doce países europeos están ahora en recesión, y los líderes de Italia y España han pedido balancear la consolidación fiscal con medidas de crecimiento, para que no sean rechazadas del todo sus drásticas reformas por las poblaciones sufriendo por medidas de austeridad. Este nuevo consenso de crecimiento incluye hasta a Mario Draghi, presidente del Banco Central Europeo, quien insiste, sin embargo, en reformas estructurales en lugar de un estímulo con el dinero público.

Pero la difícil cuestión con la que se enfrentan los líderes europeos es cómo estimular la economía sin hacer más profundo el déficit. Hollande ha realizado algunos planteamientos (fortalecer el Banco de Inversiones Europeo, redistribuir fondos estructurales, emitir eurobonos para proyectos de infraestructura, crear un impuesto de transacciones financieras), y hay espacio para un compromiso con Merkel, quien no puede darse el lujo de aislarse. Esto puede tomar la forma de un protocolo adicional para el Compacto Fiscal para hacerlo más aceptable, incluyendo al Partido Demócrata Social de oposición alemán, cuyos votos se necesitan para una eventual ratificación.

Para Hollande, esta negociación será particularmente difícil en su primer mes en el cargo, porque se enfrentará con un tercer reto, ganar las elecciones legislativas del 10 y el 17 de junio. Si pierde, la situación que resulte de cohabitación (un gobierno dividido) será un desastre para Francia y la eurozona, porque Paris quedará bastante paralizada. He aquí el por qué Hollande será muy cuidadoso de no antagonizar con los votantes franceses antes de los votos cruciales. Afortunadamente para él, la presión de la extrema izquierda, quienes tuvieron una aparición decepcionante en la primera ronda, es baja.

A largo plazo, especialmente después de las elecciones alemanas del 2013, mucho dependerá de la visión que tenga Hollande para Francia y Europa.

Una clave interesante de lo que tienen reservado, puede venir de un hombre llamado Jacques Delors. En 1983, como ministro de economía y finanzas, Delors logró que el presidente François Mitterand se quedara en el Sistema Monetario Europeo pagando el precio de una profunda austeridad. Y entre 1985 y 1995, como presidente de la Comisión Europea, se convirtió en uno de los padres fundadores de la Unión Europea, introduciendo el mercado único.

Uno de sus protegidos era ni más ni menos que François Hollande.

Las opiniones recogidas en este texto pertenecen exclusivamente a Justin Vaïsse.

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