OPINIÓN: Bradbury era un escritor de riesgos, posibilidades y maravillas
Nota del editor: Gene Seymour ha escrito sobre películas, música y cultura para el New york Times, Newsday, Entertainment Weekly y el Washington Post.
(CNN) — Podrías contar con una mano el número de escritores que podrían asustarte tan efectivamente como animarte. Y no hay muchos dedos en una mano representando a esos escritores que podrían hacer ambas cosas en la misma historia o incluso en la misma página y convencerte de que saben lo que están haciendo.
Ray Bradbury, quien murió este miércoles a la edad de 91 años, sabía lo que hacía cuando te adentró a un lugar oscuro de amenazas y miedo en cada esquina y cuando te levantó hacia un reino encantado lleno de propiedades mágicas.
A veces, estos lugares, claros u oscuros, con maleza o resplandecientes, eran parte de un pasado distante cercano a la niñez de Bradbury en Waukegan, Illinois, Estados Unidos, llena de tardes de verano y crepúsculos portentosos de otoño, evocados en su mayoría en su novela autobiográfica de 1957, Dandelion Wine.
En otras ocasiones, había lugares concebidos en un futuro hipotético que a menudo se veía como una versión exagerada del presente; o al menos el "presente" que escribía Bradbury.
Piensa, por ejemplo, en Las Crónicas Marcianas, una colección de historias cortas considerada como la revelación de Bradbury cuando fue publicado en 1950, aunque había escrito y publicado fantasía, horror y ciencia ficción por casi una década antes. Bradbury imaginaba un planeta rojo cuya colonización por los terrícolas trae a su terreno seco tanto gracias nostálgicas de principios y mediados del siglo XX como algunos de los aspectos más duros de la naturaleza humana: enfermedades, guerra, intolerancia y así sucesivamente, causando con el tiempo estragos sobre los marcianos nativos y su civilización.
Bradbury difícilmente fue el primero en utilizar el medio de la ciencia ficción, o como sus seguidores más serios prefieren decirle, "ficción especulativa", para involucrar temas sociales. Pero su éxito en llevar sus cuentos góticos futuristas a publicaciones como Esquire, Saturday Evening Post y Madmoiselle, ampliaron el público de la ciencia ficción y elevó el prestigio del género a la literatura popular.
Dondequiera que era publicado, cualquier cosa sobre la que escribía, Bradbury hablaba a sus lectores en un estilo descrito por el crítico Gilbert Highet en su introducción a la colección de 1965 The Vintage Bradbury como "una mezcla curiosa de poesía y coloquialismo…tan enérgica y económica que nunca se vuelve empalagosa, tan llena de peculiaridades inesperadas que nunca es aburrido".
Algunos no están de acuerdo. Incluso Highet concedió en el mismo párrafo que "ocasionalmente" encontraba la escritura de Bradbury "un poco demasiada intensa y jadeante". Aun así otros se quejaban de que encontraban una mezcla de Bradbury de afirmación sólida y tristeza astringente demasiado fácil y calculada para complacer lo más posible a un público de resentidos y románticos.
Pero los lectores más inteligentes e incisivos de Bradbury encontraron una mayor resonancia en su escritura que un simple enfoque evocado en la supeficie.
Un fanático era el poeta argentino Jorge Luis Borges, quien en su introducción a la traducción en español de Las crónicas marcianas, preguntó: "¿Qué ha hecho este hombre de Illinois, me pregunto, cuando cierro las páginas de su libro, esos episodios de conquista de otro planeta, que me llenan con horror y soledad?".
Y no había nada calculado o artificial sobre la mezcla de optimismo y pesimismo de Bradbury. El hombre que en 1994 escribió una guía titulada Zen in the Art of Writing, adoptó todas sus contradicciones; claro y oscuro, elegiaco y tábano, soñador y escéptico, como una con un universo cuyos peligros y posibilidades eran recibidos con el mismo asombro.
"Prefiero verme a mí mismo", dijo a un entrevistador de Paris Review en 2010, "como Jano, el dios de dos caras que es mitad Pollyanna y mitad Cassandra, advirtiendo sobre el futuro, y quizá viviendo demasiado en el pasado; una combinación de ambas cosas.
"Pero", añadió, "no creo que sea demasiado optimista".
Las opiniones recogidas en este texto pertenecen exclusivamente a Gene Seymour.