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OPINIÓN: El atuendo de la delegación mexicana, saturado y poco armonioso

El vestuario empleado por la delegación mexicana en la apertura de los Juegos Olímpicos de Londres 2012 fue inadecuado
lun 30 julio 2012 01:11 PM

Nota del editor: Alejandro Brofft es periodista especializado en moda e imagen pública. Tiene estudios por el Instituto Marangoni, de Milán, Italia, y del Central Saint  Martins, de Londres, Inglaterra. Actualmente imparte clases en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), el IES Moda Casa de Francia y CENTRO (escuela de diseño, cine y televisión). Puedes seguirlo en su cuenta de Twitter:  @AlejandroBrofft .

(CNNMéxico) —Es entendible el revuelo que causó el uniforme que vistió la delegación mexicana en la inauguración de los Juegos Olímpicos de Londres 2012.

Más que desafortunados, los diseños reunían elementos que, desde mi punto de vista, pueden ser considerados antiestéticos. Creo que las siluetas y cortes no eran favorecedores, el colorido era saturado y, sobre todo, el uso de motivos gráficos resultó poco armonioso.

Era válido que quien se hiciera cargo de esta encomienda recurriera a motivos de nuestra cultura como los bordados, las pinturas, los tejidos de palma y los sarapes. Pero debió elegir uno solo y no todos. Nada tienen que ver entre sí los bordados tehuanos, los chiapanecos y los tenangos. Entonces, ¿por qué ponerlos juntos? El exceso de elementos distintos distrae e impide que las características de cada uno puedan ser apreciadas.

Armando Mafud, el responsable de la preparación de los atuendos, es un modisto mexicano que tuvo mucho éxito en las décadas de 1980 y 1990 por su estilo, que apostó a recuperar el uso de motivos mexicanos  en las prendas. Pero creo que su trabajo ha dejado de ser bien recibido porque además de no haber evolucionado, cae en lo folklórico y raya en el disfraz

Desde hace al menos 15 años, el despacho de moda Pineda-Covalín estampa lienzos de seda que sirven para confeccionar desde mascadas hasta vestidos. Lydia Lavín y Rosario Mendoza, de Takasami, han recuperado y renovado el uso de determinados textiles con responsabilidad, así como la diseñadora e investigadora Carla Fernández, quien ha modernizado técnicas tradicionales para lograr atuendos de vanguardia.

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Si bien Armando Mafud falló en lograr una propuesta adecuada, la responsabilidad de lo ocurrido es de la Comisión Nacional de Cultura Física y Deporte (Conade). En algún momento, por lo menos uno de sus directivos tuvo que haber recibido los bocetos de lo confeccionado. A ojos de cualquiera, incluso de un inexperto, considero que era impresentable.

En el conjunto de prendas se apreció abuso del color. Sí, la cultura mexicana es colorida, pero está regida por determinadas combinaciones y tonalidades. La mayor parte de lo visto se apartó de ello. Las mezclas eran forzadas o los matices eran ajenos. Basta pensar en un sarape de Saltillo, un mantel con mulas bordadas de Hidalgo o una guía de papel picado para darse cuenta que el recurso no es el problema, sino el hecho de no saber utilizarlo.

El vestido con el que desfiló la abanderada María del Rosario Espinoza es un diseño clásico de Armando Mafud —tenía un estampado de un águila devorando a una serpiente, y el resto de los atletas —. De su taller han salido cientos de ellos para pasarelas internacionales y guardarropas artísticos. La pieza era perfecta para las cantantes mexicanas Aída Cuevas o Guadalupe Pineda, figuras a las que ha vestido el modisto oaxaqueño, pero no para una joven atleta del siglo XXI. Además de incómoda, la atleta parecía con más edad y peso de los que en realidad tiene. Ella estaba ahí para lucirse, se lo ganó a pulso, pero me parece que no lo logró. El atuendo se lo impidió.

No hay ningún código o reglamento para vestir una delegación deportiva en determinado evento. El propósito de un uniforme es lograr un sentido de equidad entre la delegación y de identidad con la nación a la que representan. Es deseable que el diseño sea representativo del conjunto que lo utiliza y que este, en este caso los atletas, se sientan cómodos con él.

Las opiniones recogidas en este texto pertenecen exclusivamente a Alejandro Brofft.

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