OPINIÓN: La primera ministra de Australia, ¿cómo recuperará la confianza?
Nota del editor: Monica Attard fue periodista y corresponsal de la Corporación Transmisora de Australia (ABC) en Rusia. Es escritora y abogada y ha ganado múltiples premios de periodismo.
SIDNEY, Australia (CNN) — En el mundo de la política australiana, las cosas del pasado vuelven a cobrar importancia. El clima en general puede ser agradable, pero la forma en la que la nación juega a la política es brutal.
El país se convulsionó brevemente cuando la primera ministra, Julia Gillard, sometió a votación parlamentaria la dirigencia del Partido Laborista Australiano (PLA), que actualmente está en el poder, y la primera magistratura del país. Es la segunda votación en poco más de un año.
Al final, Kevin Rudd, el hombre al que sustituyó la primera ministra en 2010 , no se postuló para el puesto a pesar de las expectativas. Dijo que su decisión era altruista: tras su fallida candidatura en febrero de 2012 prometió no hacerlo de nuevo.
"Tomo mis promesas en serio", dijo.
Sin embargo, como es poco popular al interior del parlamento, Rudd no tenía el apoyo suficiente para ganar.
La única persona que se nominó fue la misma Gillard. Tanto ella como su suplente, el tesorero Wayne Swan, fueron reelegidos de forma unánime para dirigir el partido y al país.
A pesar de lo que Gillard declaró tras la votación, no es muy probable que la elección ponga fin al descontento que se ha gestado en el Partido Laborista desde junio de 2010, cuando ella desbancó a Rudd.
"Todo este asunto ha concluido", declaró.
Tampoco creo que agrade a los australianos, quienes votación tras votación han manifestado su descontento con la primera ministra y han apoyado a Rudd. La respuesta definitiva será hasta 14 de septiembre, cuando los australianos acudan a las casillas para dar su veredicto sobre el gobierno de Gillard.
La encuesta Neilson más reciente indica que el partido laborista tiene el 31% del voto primario, lo que significaría una derrota espectacular para el PLA y la primer mujer de Australia en tomar el liderazgo .
Sin embargo, hay algunas certezas: la primera ministra australiana es combativa y decidida, aunque no sea popular. Además, los resultados de la votación fueron menos sorprendentes que los hechos que la antecedieron.
Uno de sus ministros más antiguos, el veterano del PLA, Simon Crean, fue el encargado de hacer estallar la burbuja del descontento creciente en la dirigencia.
"No quiero más juegos, estoy harto; es hora de que él (Rudd) de un paso al frente y en vez de hacer que su grupo filtre cosas, tenga el valor que le dan sus convicciones y creencias", declaró Crean.
El veterano era miembro de un grupo que votó por Gillard en una ocasión anterior, pero cambió de filiación. Curiosamente, antes de su intervención, Simon Crean no había consultado a Rudd acerca de su posible postulación. Después fue expulsado y tal vez ocurra lo mismo con otras personas que ansiaban que Rudd se postulara.
Ha sido una semana intensa para el Partido Laborista que ha dejado confundidos al líder de la oposición, al líder de los Verdes y a los independientes, en quienes se apoya el gobierno.
Anteriormente, se había intentado presentar una serie de contenciosas propuestas de reforma a las leyes sobre los medios que no recibieron apoyo a pesar de que la primera ministra, conocida por sus poderes de persuasión, supervisó las negociaciones con los miembros independientes clave del parlamento.
Su capacidad de rescatar las propuestas se consideró una prueba de su liderazgo. Las negociaciones fracasaron.
El fallo agravó la desestabilización en el partido laborista que tomó mayor fuerza desde que Rudd fue desbancado en 2010. Gillard, frecuentemente, demostró su lealtad al líder que le dio la victoria al partido en 2007.
En ese entonces, Gillard justificó la remoción de un primer ministro en funciones con el argumento de que "un buen gobierno ha perdido el rumbo". Sin embargo, la remoción de Rudd impactó al país y lo sumió en el escepticismo sobre su nueva líder. Pocas personas creyeron que ella no había organizado el golpe.
En la elección que convocó a finales de 2010, Gillard no ganó rotundamente y por primera vez desde 1940, Australia tiene un gobierno minoritario.
Rudd, quien quedó relegado al puesto de ministro del Exterior, fue regularmente acusado de conspirar en contra de su sucesora. Simon Crean se puso en contra de Gillard —lo que le costó el puesto—, y fue quien pidió la cabeza de Rudd en ese entonces.
Rudd renunció, se reorganizó y retó a su sucesora en febrero de 2012. Sin embargo, no logró reunir el apoyo necesario para recuperar el poder y prometió poner fin a las rivalidades.
Sin embargo, su visibilidad entre las filas parlamentarias es extraordinaria. Ha reunido un enorme séquito en los medios sociales y publica constantemente en Twitter. Rudd también saca provecho de los eventos públicos y se presenta en escuelas, fiestas y otros eventos; justifica todas sus presentaciones en público con el argumento de que es un acto de devoción a la lucha por evitar que la oposición les arrebate la victoria.
Mientras tanto, la primera ministra Gillard tuvo que luchar no solo contra los malos resultados de las encuestas públicas y un predecesor omnipresente, sino también con la percepción de confianza.
En las elecciones de 2010 prometió que no aplicaría un impuesto a las emisiones de carbono, pero más adelante lo hizo. También hubo acusaciones infundadas sobre su intervención en la creación de un fondo secreto respaldado por los sindicatos, décadas antes de que entrara al parlamento.
Hubo una breve tregua en octubre de 2012, cuando Gillard pronunció un discurso en el que atacó duramente al líder de la oposición, Tony Abbott.
A pesar de que el PLA no gane las elecciones del 14 de septiembre con Gillard al mando, su gobierno se las ha arreglado para mantener económicamente firme a Australia.
Aunque el país no escapó de la peor crisis financiera durante 2008 y 2009 bajo el gobierno de Rudd, la primera ministra Gillard ha mantenido la solidez económica de su país, un crecimiento constante y una baja taza en desempleo. Su gobierno minoritario presentó un plan de seguros por discapacidad y al parecer implementará una reforma educativa.
Hasta sus detractores han alabado su decisión y firmeza.
Cuando la primera ministra se presentó ante el parlamento después de la intervención de Crean, declaró las elecciones para la dirigencia, discutió la salida de Crean y estimuló a la oposición.
"Hagan su mejor esfuerzo", declaró furiosamente.
El líder de la oposición de inmediato propuso un voto de no ratificación, con lo que daría paso a una elección inmediata.
Abbot hizo su mejor esfuerzo.
"Por el bien de su partido, debería irse2, le dijo. "Por el bien de nuestro país, que se vaya. Debería irse".
Nunca se llevó a cabo la votación de no ratificación porque el gobierno presentó una moción para que se suspendiera y ganó por un estrecho margen.
Los ministros del gobierno hicieron declaraciones a los medios. Uno tras otro decián "esto ha terminado".
Sin embargo, se sabe poco sobre los motivos o la lógica que siguen los participantes y está claro que los problemas del gobierno de Gillard no han terminado. Pocas personas creen que las divisiones en su partido se han cerrado simplemente porque Rudd no reunió el apoyo que necesitaba para desafiarla.
"Este gobierno le da a entender al pueblo australiano que no se ha resuelto nada, que la guerra civil continúa", dijo Abbott, quien llamó a celebrar elecciones de inmediato.
"La guerra civil continuará mientras Kevin Rudd y Julia Gillard estén en el Parlamento".
Ahora, todo el mundo está atento a los independientes que mantienen en pie al gobierno. Tres de los cinco votaron a favor de debatir la moción de no ratificación.
Las opiniones recogidas en este texto pertenecen exclusivamente a Monica Attard.