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OPINIÓN: El papa Francisco debe erradicar el abuso infantil

El Pontífice debe ejercer su autoridad para castigar a los culpables de estos lamentables crimenes y ayudar a las víctimas a recuperarse
vie 07 febrero 2014 12:28 PM
papa francisco con sacerdotes
papa-francisco papa francisco con sacerdotes

Nota del editor: Mary Dispenza fue monja y una de las responsables de una exitosa demanda colectiva por abuso de menores en contra de la diócesis de Los Ángeles. Es la representante zonal de la Red de Sobrevivientes de Quienes Sufrieron Abuso por parte de Sacerdotes (SNAP, por sus siglas en inglés) en Bellevue, Washington. También escribió el libro Split: A Child, a Priest and the Catholic Church.

(CNN) — Por fin. Por fin. Por fin, una voz fuerte e importante en el mundo, Naciones Unidas, habló en nombre de los derechos de los niños y condenó al Vaticano y a los obispos por los delitos de violencia, violación y abuso sexual contra niños que ocurrieron al transferir a los sacerdotes pedófilos de parroquia en parroquia, al impedir el acceso de las fiscalías a los documentos y al perpetuar la cultura institucional del secretismo  y la vergüenza.

Lo que es verdaderamente vergonzoso es que la Iglesia católica no fue esa voz fuerte e importante que protegiera a los "más pequeños". Es vergonzoso que a pesar de la refrescante compasión que el papa Francisco muestra a los pobres y los desvalidos, hasta ahora no ha abordado totalmente el tema. El papa Francisco está involucrado en la vergüenza y, al igual que sus hermanos obispos, parece no estar dispuesto a decir: "Ya es suficiente… nunca más se lastimará a uno de estos niñitos en nuestra Iglesia".

Los medios han señalado que la Iglesia padece de un "código de secretismo". Kristen Sandberg, presidenta de la Comisión de Naciones Unidas para los Derechos de los Niños, lo explicó de la siguiente forma: "Pensamos que es una cosa horrible que se mantiene en secreto tanto en la Santa Sede como en las parroquias locales".

Sobreviví a la violación y agresión por parte de un sacerdote cuando era niña, así que entiendo ese secretismo. Callé a los siete años y me volví parte de ese código secreto que nadie podía descifrar en mí porque siempre faltaban piezas. Durante el resto de mi niñez no estuve presente realmente. Me disocié y dejé parte de mí en la vergüenza y en el secreto.

Me ha tomado más de media vida recuperarme. Tenía 52 años y seguía cautiva de la Iglesia católica cuando permití que surgieran los recuerdos "secretos" enterrados. Fue el padre Rucker, George Neville Rucker. Supongo que confiaba en él cuando me pidió que me sentara en su regazo mientras veía una película en el auditorio, hace tanto tiempo. Me violó mientras mi madre estaba en el comedor, cerca de allí.

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Una de las tragedias de esto es que mi mamá murió antes de que yo fuera lo suficientemente fuerte para contarle sobre ese terrible día. Nos perdimos las conversaciones sobre intimidad y amor porque yo siempre estaba retraída y desconectada. La violación nos quitó a mí y a mi familia muchas cosas importantes, como la verdad y la honestidad mutua. Después de la preparatoria, cuando tenía 18 años, entré en el convento de las religiosas del Sagrado Corazón de María en Santa Bárbara, California, y estuve allí como monja durante 15 años. El deslindarme de la invasión destructiva del padre Rucker en mi cuerpo y en mi alma me permitió aferrarme a Dios y a las hermanas que amaba. Así, simplemente, fue como pude seguir en la Iglesia católica durante la mitad de mi vida hasta que abrí los ojos a la tragedia de la niñita que alguna vez fui.

En 2013, la arquidiócesis de Los Ángeles dio a conocer 12,000 páginas de documentos sobre montones de sacerdotes acusados de abusar sexualmente de niños. Descubrí que en 1947, el pastor de nuestra parroquia sospechaba que el padre Rucker "tocaba" a las niñitas. Fue el obispo quien se negó a escuchar y transfirió de un lado a otro al padre Rucker hasta que lo despojaron de los hábitos en 2002. Se volvió un verdadero problema para el cardenal Roger Mahony, líder de la arquidiócesis.

Unas 33 mujeres lo acusaron de haber abusado de ellas cuando eran jóvenes. Se trata de cinco décadas de abusos. En 2002 le adjudicaron 29 cargos de acoso sexual contra niñas. Lo sacaron de un crucero que iba rumbo a Rusia para que respondiera a los cargos. Las autoridades pensaron que trataba de escapar. Sin embargo, se desechó su caso en 2003 luego de que la Suprema Corte fallara que los cargos habían prescrito.

Es fácil pensar que cuando hablamos de la crisis de violaciones de niños, hablamos del pasado; la Iglesia católica quiere que pensemos que esta trágica época de la historia de la Iglesia ha terminado. Pero no es así. Persiste. Los pedófilos siguen en el sacerdocio. En este momento se encubren sus crímenes y en muchos casos los obispos siguen negándose a entregar información al sistema de justicia penal. Los casos están estancados y no pueden continuar porque la Iglesia tiene poder para detenerlos. Los niños siguen sufriendo daños y las víctimas no pueden sanar.

Estos actos criminales han ocurrido una y otra vez con decenas de miles de niños, siguen ocurriendo y seguirán ocurriendo hasta que el papa Francisco y los obispos actúen ferozmente e insistan en que los niños y su seguridad son lo primero y que los sacerdotes que protegen la imagen y el poder de la Iglesia católica están en segundo lugar.

El papa Francisco debe actuar y ordenar a cada obispo que despoje inmediatamente de sus hábitos a cualquier sacerdote que haya abusado sexualmente de niños y que permita que las autoridades civiles investiguen a cualquier sacerdote u obispo sospechoso de haber abusado sexualmente de un niño. Es cosa de sentido común. Ninguna otra cosa demostrará al mundo que la Iglesia católica habla en serio cuando promete abordar este asunto.

El papa Francisco deberá empezar en casa y publicar cualquier documento relativo a los sacerdotes y obispos acusados de estos delitos que el Vaticano posea, sin importar en qué parte del mundo estén. Cualquier otra cosa serán palabras vacías y lugares comunes.

Francisco también necesita castigar y destituir a los obispos culpables de proteger a los sacerdotes abusadores y de obstruir a la justicia penal, no honrarlos y ascenderlos. El cardenal Mahony recientemente tuvo el honor de oficiar misa con el papa Francisco, aunque se ha documentado que ocultó información y transfirió a algunos sacerdotes dentro y fuera de su diócesis. Al menos Mahony reconoció en una declaración en 2013 que había sido "ingenuo" respecto a los efectos duraderos del abuso y se reunió con 90 víctimas. Sin embargo, los discursos y los actos del papa Francisco hasta ahora no han reflejado un espíritu de compasión ni de comprensión del impacto que esto tiene en los sobrevivientes.

Cualquier cambio positivo que se haga en la Iglesia católica con el fin de proteger a los niños y de responsabilizar a la Iglesia ha sido resultado en parte de la labor incansable de la Red de Sobrevivientes de Quienes Sufrieron Abuso por parte de Sacerdotes (SNAP, por sus siglas en inglés). Se trata de hombres y mujeres valientes que cuentan sin vergüenza su historia de abuso. También podemos agradecer a la comunidad católica que quiere que sus hijos estén a salvo y que su Iglesia sea lo que puede ser: un faro de esperanza para sus miembros y para el mundo.

Ahora, el Vaticano debe tomar medidas, como exhorta el reporte de la ONU, para demostrarnos que sus disculpas van acompañadas de actos para detener el abuso de niños y el encubrimiento de la Iglesia.

Las opiniones recogidas en este texto pertenecen exclusivamente a Mary Dispenza.

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