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OPINIÓN: La OEA traza su futuro con un cambio de liderazgo

El excanciller uruguayo Luis Almagro quedó como único jugador de una elección interna que se creía sería entre varios competidores
mar 17 marzo 2015 03:58 PM

Nota del editor: Rina Mussali es analista, internacionalista y conductora de Vértice Internacional y de la serie 2014: Elecciones en el Mundo, en el Canal del Congreso. Síguela en su cuenta de Twitter:  @RinaMussali

(CNNMéxico) –El 18 de marzo la Organización de Estados Americanos (OEA) elegirá a su nuevo secretario general después de dos periodos de liderazgo del chileno José Miguel Insulza.

La batalla, que parece ya ganada por el excanciller uruguayo Luis Almagro tras haber atestiguado una candidatura sin rivales, podrá tener un desenlace sorpresivo si en el último momento se presenta un contrincante más, tal como las reglas de la organización lo permiten.

El futuro de la OEA aún está por trazarse y el perfil de su nuevo líder será determinante para la evolución de la única y más antigua organización interamericana.

Una terna de candidatos pudo disputarse el puesto de secretario general de la OEA.

Sin embargo, Eduardo Stein -el exvicepresidente de Guatemala- declinó por motivos de salud y Diego García Sayán -excanciller peruano y magistrado de la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CIDH)- no logró que su país respaldara públicamente su candidatura. Las trabas internas terminaron desinflando sus pretensiones hemisféricas.

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Así, Luis Almagro quedó como único jugador de una contienda que se planeaba dar entre varios competidores.

Aunque México no ofreció ninguna candidatura oficial, se mostró más entusiasmado por el aspirante guatemalteco, precisamente la vía para fortalecer la posición mesoamericana frente a la corriente sudamericana al interior del organismo, considerando que Chile -a través de la década que José Miguel Insulza encabezó la OEA - y ahora Uruguay se anotarán una victoria regional, que en otras palabras, abona hacia la hegemonía brasileña.

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Bajo este camino, el máximo exponente de la OEA será designado por ser el único candidato en la contienda, no por ofrecer el mejor plan de ruta para esta organización que necesita de una urgente actualización.

La visión de Almagro para reformar la OEA tiene entre algunas de sus cartas fuertes: el Sistema Interamericano de Prevención de Conflictos Sociales, el Fondo de Contingencia para Desastres Naturales y la publicación de un Informe Anual sobre Seguridad Ciudadana.

Su propuesta pugna por una América más unida y moderna, con más democracia y derechos humanos. Es la narrativa utilizada por este aspirante que genera más consenso que discordia, y que promete más institucionalidad que destellos de innovación y frescura.

Hasta el momento, el uruguayo cuenta con 23 promesas de voto de los 18 que necesita para ser electo, más el apoyo de 500 organizaciones de la sociedad civil que ven con buenos ojos su "modelo modernizador".

Su campaña limpia y directa ha sido mínimamente manchada por algunas críticas que se destilan por su cercanía con Irán (fue Primer Secretario y Encargado de Negocios en la Embajada de Uruguay en Irán) y la tibieza de su posición frente a la situación actual de Venezuela, que ha agitado las campanas de alerta en EU.

El próximo secretario general de la OEA tendrá que estar preparado para enfrentar coyunturas críticas y momentos incómodos en aras de ganar mayor terreno como mediador. No olvidemos que José Miguel Insulza no tuvo un mandato fácil .

Sus dolores de cabeza: el golpe de Estado en Honduras que destituyó al entonces presidente Manuel Zelaya (2009), la crisis diplomática Bogotá-Quito provocada por la presencia de bombarderos colombianos en territorio ecuatoriano para atacar guerrilleros de las FARC (2008), y las sospechas de la presencia del grupo guerrillero también en Venezuela, lo cual desencadenó constantes fricciones entre Colombia y Venezuela.

También ocurrió la crisis política en Paraguay, el golpe parlamentario exprés que desbancó al entonces obispo-presidente Fernando Lugo (2012).

José Miguel Insulza resultó ser una presa fácil de criticar cuando se cometieron atropellos en contra de la democracia y abusos a los derechos humanos en muchos países del ALBA (Venezuela, Cuba, Nicaragua, Bolivia y Ecuador).

Sin embargo, uno de sus mayores logros se colocó en la palestra cubana y la cancelación de la resolución que excluía a la isla de participar en la OEA.

Éste fue un movimiento clave que se tejió bajo su liderazgo que años más tarde probó suerte cuando se sumó a la visita a La Habana con motivo de la Cumbre de la CELAC (enero/2014), la primera vez que en 50 años un secretario de la OEA pisaba suelo cubano.

La obligación de renovar

Por el momento, el futuro de la OEA parece aprisionado por un candidato único, al cual ya se le cuestiona su forma de revitalizar la organización.  

Se muestran retos claros al nuevo secretario general, como dotar a la organización de una visión estratégica del siglo XXI, recuperar la credibilidad de la OEA ante la confianza perdida, y ganar terreno de negociación frente a otras organizaciones regionales como la Celac y Unasur.

Cabe subrayar que el único organismo interamericano y hemisférico en el que participa EU y Canadá ha sufrido una campaña de desprestigio por parte de los países del Alba que buscan apoyar un proyecto de concertación política e integración regional sin la influencia de Washington, quienes presionan para que la Celac reemplace a la misma OEA.

Más allá de las propuestas concernientes a los cuatro pilares fundamentales de la OEA –democracia, derechos humanos, seguridad y desarrollo- el nuevo secretario general deberá fortalecer desde el interior a la organización y vincularla con otros actores multilaterales, tanto regionales como internacionales, para ir ganando espacios donde actualmente la OEA ha sido relegada.

Tomar el reto de incorporar a Cuba y ser un puente para la normalización de relaciones diplomáticas entre EU y la isla podrá ser el momento ideal para refrescar la visión de la organización y comenzar el proceso de renovación.

Seguramente  la crisis política y económica en Venezuela le estará quitando el sueño al nuevo secretario general. Una crisis que se está expandiendo y que su calado toca a Washington, la capital estadounidense que ha arreciado su política exterior hacia Caracas.

Aquí hay un nuevo espacio de oportunidad para que el nuevo liderazgo de la OEA genere intervenciones oportunas y acciones que fortalezcan la democracia y disipen los trazos ambivalentes.

Hay que revitalizar la organización antes de que la OEA sea apresada por nuevos acontecimientos internacionales y crisis regionales.

Las opiniones expresadas en este texto pertenecen exclusivamente a Rina Mussali.

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