OPINIÓN: El voto del 'brexit', una lección que debe aprender Donald Trump
Nota del editor: Timothy Stanley es conservador, historiador y columnista del Daily Telegraph. Autor de Citizen Hollywood: How the Collaboration Between L.A. and D.C. Revolutionized American Politics. Las opiniones expresadas aquí son de su exclusiva responsabilidad.
(CNN) — Donald Trump debió estudiar con lupa el voto británico de este jueves. El llamado brexit se ha convertido en un referéndum sobre la identidad británica, un debate sobre la soberanía y la inmigración que se nutre de todos los principales temas de Trump. Como tal, el resultado revela el potencial y los límites del conservadurismo enojado, la clase de conservadurismo que repele tanto como entusiasma.
La Unión Europea no es un problema de izquierda o de derecha en el Reino Unido. El apoyo y la oposición atraviesan los partidismos tradicionales. Los argumentos básicos eran los siguientes: la campaña por la "permanencia" creía que valía la pena sacrificar un poco de democracia para formar parte del mercado único europeo, mientras que los partidarios de la “salida” sostenían que el país no obtiene lo suficiente del trato para justificar ser gobernado por burócratas extranjeros.
Cuando la campaña comenzó oficialmente en abril, los organizadores por la “permanencia” (Remain) tenían una clara ventaja. Presentaron un experto tras otro para argumentar que abandonar la Unión Europea (UE) desencadenaría una recesión y envalentonaría a los enemigos de Occidente. Incluso Barack Obama dijo que el Reino Unido se iría “al final de la fila" al momento de buscar acuerdos comerciales.
Pero aun cuando la “permanencia” sumó grandes personalidades a su causa, creó la impresión de que la posición pro-UE no era tanto una campaña como una conspiración, y una muy desesperada. El primer ministro David Cameron (que renunció este viernes) incluso sugirió que dejar la UE podría conducir a la guerra. La “permanencia” empezó a perder credibilidad y a verse desesperada.
De forma astuta, los que apoyaban la “salida” dejaron que la “permanencia” se agotara. Luego contraatacaron. Afirmaron que el país no podría controlar sus fronteras mientras fuera miembro de la UE, y que el brexit permitiría al gobierno cerrar la puerta a los trabajadores europeos baratos. Era el equivalente a la promesa de Trump de construir un muro en la frontera con México… y funcionó. La “salida” subió en las encuestas. Los estudios mostraron que los que pensaban que el referéndum era sobre la economía aún respaldaban la “permanencia”. Los que pensaban que el tema era la inmigración se unieron en torno a la “salida”.
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Hay enormes diferencias entre la campaña de la “salida” y la de Trump. Aunque la primera estuvo respaldada por políticos veteranos que absurdamente pretendían ser —en palabras de un exministro de gobierno— parte de una "revuelta de campesinos", no practica el conservadurismo religioso al estilo republicano y está dividida sobre el papel que la inmigración debe desempeñar en su estrategia.
La “salida” fue una campaña elocuente, que se expresaba bien, Trump es verborréico; el líder efectivo de aquel movimiento, el exalcalde de Londres Boris Johnson, es un estudioso de los clásicos.
Pero también hay similitudes. La “salida” (Leave) dio la impresión de prometer menos inmigración . Y quiere poner los intereses del pueblo británico en primer lugar, lo que ha llevado a otros a acusarla de nativismo. Y, lo más importante, su coalición es de naturaleza trumpiana, es decir, agrupa a un puñado de hombres de negocios megarricos con obreros británicos de izquierda que se sienten oprimidos por la globalización y por sus compatriotas clasemedieros de derecha, todos unidos por la profunda creencia de no ser, definitivamente, parte del establishment.
Se trata de una revuelta populista conservadora entre personas que sienten que han sido engañadas y malgobernadas por demasiado tiempo. No creen en los expertos ni en sus advertencias de riesgo económico porque toda su vida han vivido con riesgo.
El carácter depresivo de sus circunstancias trae a la mente la letra de la canción Me and Bobby McGee: “La libertad es solo otra palabra para cuando no queda nada que perder”. Si tienes muy poco dinero, lo único que te queda es tu país, y no permitirás que la UE te lo quite. "Queremos recuperar nuestro país" rezaban algunos carteles de la campaña por la “salida”. La retórica subía de tono.
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Luego, el jueves de la semana pasada, un hombre armado mató a una parlamentaria. Y toda la naturaleza de la campaña cambió. Nadie sugiere una línea directa de causalidad entre la retórica de la campaña por la “salida” y la muerte de Jo Cox. Sin embargo, muchos votantes infirieron una. Cox era una parlamentaria liberal, proeuropea, y se alega que su atacante tiene vínculos con la extrema derecha.
La misma mañana del asesinato, un líder no oficial del movimiento por la “salida” había presentado un cartel antimigrante que muchos tacharon de mal gusto. Algunos han sugerido que la campaña por la “salida” ha contribuido a un tenso y desagradable debate sobre la identidad británica que fomenta el extremismo.
Tal vez esta sea la razón por la que Trump no ha salido tan bien parado en las encuestas este verano. Su disputa con un juez de ascendencia mexicana y su incendiada respuesta a la tragedia de Orlando han demostrado que no está dispuesto a moderar su estilo furioso.
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El conservadurismo populista está bien para las primarias, cuando sirve para registrar el descontento. Para enviar un mensaje a los poderosos, a veces hay que gritar. Pero a medida que avanzamos a las elecciones generales, la idea de que Trump-el-candidato se vuelva Trump-el-presidente hace que uno deje de gritar y se detenga a pensar: Sabemos contra qué se opone, ¿pero sabemos qué apoya, con qué se identifica? Y aunque él no sea responsable de la violencia en sus mítines, ¿queremos esa violencia en la Casa Blanca?
El referéndum sobre la UE ha demostrado que en el Reino Unido existe un electorado para la rabia anti-establishment, y son mayoría.