¿Por qué la región italiana no estaba preparada para un sismo?
Nota del editor: Silvia Marchetti es una escritora y periodista independiente asentada en Roma. Ella cubre finanzas, economía, viajes y cultura para una amplia gama de medios, incluyendo MNI News, Newsweek y The Guardian. Las opiniones en esta columna pertenecen exclusivamente al autor.
(CNN) – Cuando mi cama en Roma se sacudió el miércoles a las 3:36 de la mañana, supe que un terremoto había sacudido en algún lugar cercano, en el centro de Italia. Y fuerte. Pero cuando encendí el televisor y oí que el epicentro fue en la pequeña ciudad de Accumoli , en la cima de las colinas de los Apeninos, mi primera pregunta fue: ¿Dónde está eso?
Se mencionaron otros pueblos afectados: Arquata del Tronto, Amandola, Pescara del Tronto, Castelluccio di Norcia. Esta es la primera vez que la mayoría de los italianos habían oído hablar de muchos de estos lugares. Y eso nos da una pista de por qué las operaciones de rescate son tan difíciles tras el fuerte terremoto que sacudió la región la madrugada del miércoles.
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La región devastada es un laberinto de antiguas aldeas, construidas cerca una de la otra. Estas aldeas y pueblos son hermosos y pintorescos —y en algunos casos se remontan a la época romana y medieval—, con callejuelas adoquinadas, iglesias renacentistas con frescos y gárgolas. Su gran atractivo es su lejanía y el hecho de que el tiempo parece haberse detenido en la Edad Media. Son lugares magníficos para unas vacaciones de verano.
Sin embargo, su mayor atractivo para los visitantes —su lejanía del resto del país, la sensación de aislamiento— también crea el reto más grande cuando una crisis golpea. No hay carreteras principales que conduzcan la ciudad ahora casi destruida de Amatrice; muchas áreas cercanas están conectadas con caminos rurales estrechos y polvorientos donde un solo árbol caído puede cortar el acceso. Las casas de la zona por lo general tienen mucho estilo, son acogedoras, pero también inestables, hechas con ladrillos que fácilmente se desmoronan.
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Como resultado, cuando ocurre un desastre, las excavadoras a menudo no pueden acceder, y los sobrevivientes deben ser buscados a mano limpia. La única forma de acceder a algunos pueblos aislados en medio de un desastre es en helicóptero o caminando cuesta arriba a pie, como están haciendo los voluntarios, llevando palas sobre sus hombros.
Italia tiene un estimado de 20,000 pueblos semiabandonados que están perdiendo población rápidamente y que se han convertido en virtuales pueblos fantasmas. En muchos casos, los habitantes huyeron después de la Segunda Guerra Mundial en busca de mejores condiciones de vida, y a veces para tratar de evitar el tipo de desastre natural que ha sacudido la región desde su nacimiento geológico.
Incluso si los aldeanos regresan, después de haber hecho fortuna en otra parte, generalmente dan sus hogares simplemente un cambio de imagen estética —convirtiéndolas a menudo en una segunda residencia de verano— con poco o ningún blindaje contra terremotos en su infraestructura.
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A veces, estos “locales” de hecho no son residentes, y solo vienen los fines de semana o en vacaciones. Esto crea un problema adicional al rastrear a personas después de un desastre como el del miércoles. Los funcionarios de estos pueblos tienen dificultades para establecer con exactitud cuántas personas se supone que estaban en la ciudad. Accumoli, por ejemplo, cuenta con alrededor de 600 residentes permanentes, distribuidos en 17 subdivisiones. Pero durante el verano, los vacacionistas elevan esa cifra a hasta 5,000 o más.
Un reto adicional es que estos destinos alejados de las rutas principales también vienen, casi por definición, con una mala cobertura móvil y de Internet, y eso se agrava por un sismo que derriba antenas, lo que hace difícil para los sobrevivientes ponerse en contacto con los equipos de rescate.
Así que nada de esto debería ser una sorpresa, especialmente debido a que la zona afectada por el terremoto no solo está salpicada de estos pueblos fantasmas, sino que también se asienta en el “cinturón rojo”, de los Apeninos, que tiene el más alto nivel de riesgo sísmico del país. Italia, por su parte, es el país más expuesto a los terremotos en el Mediterráneo debido a que está encima de la convergencia de las placas africana y euroasiática; casi 7 millones de italianos viven en zonas de riesgo de calamidades naturales, incluidos deslizamientos de tierra e inundaciones.
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Por lo tanto, si estos desafíos no son un secreto, ¿por qué todo el caos? La verdad es que a pesar del gran trabajo realizado por los equipos de rescate y por los voluntarios, Italia carece de un plan de prevención adecuado. Por supuesto, los terremotos mismos no se pueden predecir con exactitud, pero planes de reconstrucción eficientes podrían ayudar a prevenir que los desastres naturales se conviertan en una catástrofe.
Después del terremoto de L'Aquila en 2009, el gobierno asignó 965 millones de euros durante siete años para la prevención sísmica. Pero esto es una fracción de lo que los expertos creen que es necesario para mejorar edificios y carreteras nacionales para ayudarlos a soportar la actividad sísmica. Además, deberían celebrarse ejercicios de rescate regulares en zonas rurales, así como en las regiones densamente pobladas, para ayudar a asegurar una respuesta efectiva una vez que se produzca un desastre.
Sin embargo, en última instancia, muchas ciudades y pueblos pequeños de Italia deberán hacer sus propios preparativos también. Por supuesto, el ideal de una residencia de verano aislada del mundo exterior es atractiva para unas vacaciones. Sin embargo, la falta de adaptación y actualización de infraestructura se vuelven en contra de incluso los lugares más idílicos cuando el suelo tiembla.