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OPINIÓN: Primer round para Hillary Clinton

En el primero de tres debates, los candidatos presidenciales adoptaron una conducta conservadora, hablaron más para retener a sus votantes que para captar a los indecisos.
mar 27 septiembre 2016 10:16 AM

Nota del editor: Horacio Vives Segl es Licenciado en Ciencia Política por el Instituto Tecnológico Autónomo de México (ITAM) y doctor en Ciencia Política por la Universidad de Belgrano (Argentina). Es profesor del Departamento Académico de Ciencia Política del ITAM y Miembro del Sistema Nacional de Investigadores. Puedes seguirlo en Twitter, @HVivesSegl . Las opiniones expresadas en esta columna son responsabilidad del autor.

(Expansión) – Hace exactamente 56 años, el 26 de septiembre de 1960, se dio el primer debate televisivo entre candidatos a la Presidencia de Estados Unidos. Las consecuencias son bien conocidas: aquellos que escucharon el debate por radio, dieron como ganador a Richard Nixon. Por el contrario, la audiencia que de manera masiva lo siguió por televisón, fue testigo de cómo el atractivo candidato demócrata, John F. Kennedy, lució impecable frente a un sudoroso, errático y gris —no solo por el traje que usó que lo hacía pasar desapercibido en la televisión blanco y negro— vicepresidente y candidato republicano. A partir de entonces las imágenes en los debates políticos se convirtieron en algo tan importante como los argumentos.

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Expectativas en la previa

El lunes 26 de septiembre se enfrentaron en el primero de tres debates los candidatos a suceder a Barack Obama en la Casa Blanca. Por obvias razones, la expectativa fue más allá de las fronteras de Estados Unidos. Hubo un interés especial por ver el desempeño de los candidatos presidenciales considerando lo trepidante que ha sido la campaña las últimas semanas. Hacia mediados de agosto, Hillary Clinton parecía aplastar a su contendiente republicano. Eran los días en los que Donald Trump relevó a parte del primer círculo de su equipo de campaña. A partir de ese fondo, el republicano fue ganando terreno.

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Dos eventos fueron cruciales para cerrar la distancia entre las campañas: la visita de Trump a México —que supo capitalizar muy bien, en tanto que llenó de repudio al presidente mexicano— y el desvanecimiento que sufrió Clinton en la conmemoración de los atentados del 9/11. El sitio fivethirtyeight.com ha dado cuenta de la manera en que ha evolucionado día a día la campaña presidencial. Hillary debía enfrentar el prejuicio machista de la mujer débil, enferma, de cara al primer debate.

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Entonces, la ausencia de Clinton para reponerse de la neumonía, su estratégica reaparición en The Tonight Show —el popular programa conducido por Jimmy Fallon—, el contundente respaldo de The New York Times y los graves incidentes en Charlotte fueron los referentes inmediatos anteriores a la celebración del primer debate.

Estrategia conservadora; ganadora indiscutible

Ante una intención de voto tan cerrada, los candidatos decidieron no dar sorpresas. Adoptaron una conducta acorde al desempeño de la campaña y fueron más bien conservadores. Hablaron más para retener a sus votantes que a arriesgar moverse para captar indecisos .

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Trump no tuvo oportunidad de colocar algún argumento agresivo que tomara por sorpresa y descontrolara a Clinton, como sí lo pudo hacer a lo largo de la interna del partido republicano. Siguió con su mensaje claro, ramplón, sin soporte de datos que de alguna manera ha ganado terreno entre el electorado del centro del país.

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Clinton se mostró segura, sólida, saludable y preparada. Más que un debate de ataques, fue una confrontación de posturas ante temas como política exterior, racismo, economía, los acuerdos comerciales, la guerra en Iraq, y hasta el acta de nacimiento de Obama. Muy al estilo de la abyecta plataforma de Trump, atacó a los mexicanos por los empleos que les quitan a los estadounidenses.

Los ataques y momentos ríspidos fueron más bien escasos. Para algunos, el debate fue más bien aburrido. Clinton asentó un par de buenos golpes que dejaron mal librado a Trump: por sus habituales referencas misóginas y por la negativa para dar a conocer su declaración de impuestos.

El primer tema, directamente lo esquivó; sobre los impuestos, intentó revirar al pedir a Clinton que presentara los correos borrados cuando fue secretaria de Estado. Pero no le salió. Ante el inevitable ejercicio de determinar quién ganó el debate, queda claro que fue Clinton. No de manera contundente, pero ese fue el veredicto generalizado. Una primera encuesta de CNN daba a Clinton como vencedora del debate con 62% de opiniones favorables.

Lo inmediato

Hillary ganó. No aparecieron los fantasmas de su equipo de campaña (los ataques de tos y los sorbos de agua para mitigarlos). No solo por presentar los mejores argumentos, ataques y defensa, sino por la imagen de que “está de regreso”, por haber revertido con cierto grado de éxito las malas dos semanas anteriores. En elecciones que se miden cerradas —como la que se analiza— los candidatos y sus equipos saben que en los debates el riesgo es muy alto: se puede perder mucho y avanzar muy poco. Ello explica la actitud poco confrontativa, como la que vimos el lunes. Previsiblemente, el segundo debate tendrá la misma dinámica, al menos para Clinton.

Por lo pronto, el fiel de la balanza tuvo una inclinación demócrata. Parcial buena noticia en ambos lados de la frontera de cara a los comicios del 8 de noviembre. Y en muchas latitudes más.

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