OPINIÓN: Corea del Norte está encantada con la elección estadounidense
Nota del editor: John Everard es exembajador británico en Corea del Norte. Las opiniones en esta columna pertenecen exclusivamente al autor.
(CNN) – La campaña presidencial estadounidense ha tenido un cariz muy insular. Los candidatos apenas si han discutido el mundo fuera de Estados Unidos.
Es una verdadera lástima, pues los votantes quieren conocer sus respectivas respuestas ante una China cada vez más firme, una Rusia preparada para ignorar las reglas para conseguir sus objetivos, las guerras en Siria y Yemen, y también al inextricable problema de Corea del Norte.
Durante décadas, Estados Unidos ha intentado detener los programas nucleares y de misiles de Corea del Norte. Pero a pesar de ronda tras ronda de negociaciones, amenazas, sanciones, chantajes y persuasiones, esos programas no han parado, sino que se han acelerado.
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Este año, Pyongyang ya ha probado con éxito dos dispositivos nucleares, ha demostrado que puede lanzar un misil desde un submarino y ha lanzado numerosos misiles en tierra en un intento por aumentar su alcance y precisión. Corea del Norte ahora es capaz, o casi capaz, de amenazar creíblemente con desaparecer una ciudad estadounidense.
El presidente Barack Obama adoptó con Corea del Norte una política de "paciencia estratégica", basada en la creencia de que el tiempo estaba del lado de Estados Unidos y que si Corea del Norte pudiera ser contenida entonces, a medida que su economía y posición internacional se debilitaran, con el tiempo se colapsaría, se reformaría o por lo menos estaría dispuesta a hacer un acuerdo permanente.
Pero esta política perdió ya cualquier valor que pudo haber tenido. El rápido progreso de Corea del Norte ha cambiado las relativas escalas del tiempo. Hoy es posible que Corea del Norte esté en condiciones de chantajear a Estados Unidos con amenazas de guerra nuclear antes de que sus debilidades le den a Estados Unidos una mano ganadora.
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Los próximos meses serán particularmente peligrosos. Los norcoreanos saben que sin importar quién gane el 8 de noviembre, Estados Unidos estará preocupado por una transición y no reaccionará de manera decisiva ni siquiera ante las peores provocaciones.
Saben también que las relaciones entre Estados Unidos y China están tan tirantes que, a pesar de las propias tensiones entre Pyongyang y Beijing, su aliado China probablemente los protegerá de las duras sanciones del Consejo de Seguridad de la ONU, incluso si lanzan otra provocación. (Desde el quinto ensayo nuclear de Corea del Norte el 9 de septiembre, el Consejo de Seguridad no ha podido llegar a un acuerdo sobre nuevas sanciones porque China ha bloqueado las propuestas de Estados Unidos).
nullAdemás, saben que Corea del Sur, su archirrival, está enzarzado en un complejo escándalo político que acaso paralice a Seúl por algún tiempo (el escándalo que atañe a una amiga de la presidenta Park Geun-hye que presuntamente utilizó esa amistad para obtener beneficios).
Ahora mismo el viento sopla a favor de Corea del Norte. Este es el momento perfecto para una nueva prueba nuclear - ya ha preparado su sitio de prueba - y probablemente para más lanzamientos de misiles.
Para cuando el nuevo presidente estadounidense llegue a la Casa Blanca, Corea del Norte se sentirá lo suficientemente fuerte como para exigir que él o ella firme un tratado de paz (técnicamente la Guerra de Corea nunca terminó) y acuerde detener los ejercicios militares anuales que realizan en conjunto Corea del Sur y Estados Unidos, esto es, que Estados Unidos ceda a las demandas de Corea del Norte. Si Estados Unidos se resiste, entonces podemos esperar nuevas provocaciones desestabilizadoras, tal vez respaldadas con la amenaza del uso real de su armamento nuclear.
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En su momento, Corea del Norte espera apoderarse de toda la península para reunir a todos los coreanos, pero también porque la existencia de un estado mucho más exitoso en el sur amenaza constantemente la legitimidad de Pyongyang. Para ello, probablemente planee usar la influencia de sus armas nucleares, disuadiendo los refuerzos militares estadounidenses en el Sur a través de la amenaza a ciudades estadounidenses y la destrucción de los puertos que el ejército estadounidense necesitaría para desembarcar tropas.
Los expertos en la política de Corea del Norte no ven soluciones fáciles ahora, si es que alguna vez las hubo. El nuevo presidente de Estados Unidos se enfrentará a decisiones urgentes y dolorosas entre disyuntivas desagradables.
La única cosa que el nuevo presidente no puede hacer es cruzarse de brazos.
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