OPINIÓN: El as bajo la manga de Estados Unidos para renegociar el TLCAN
Nota del editor: Iván Franco es fundador y director de la consultora de inteligencia competitiva Triplethree International. Síguelo en su cuenta de Twitter @IvanFranco555 . Las opiniones en esta columna pertenecen exclusivamente al autor.
(Expansión) – En el contexto de la renegociación del TLCAN, Estados Unidos ha manifestado en numerosas ocasiones, a través de diversos interlocutores de alto nivel (republicanos y demócratas), su preocupación por las relaciones laborales en México. En particular, por el bajo nivel salarial de México con respecto a Estados Unidos.
La preocupación de Estados Unidos es simple: México tiene una importante ventaja competitiva por sus bajos costos laborales. Esto promovió tres fenómenos fácilmente verificables: en primer lugar, la migración.
Por otro lado, que los salarios en Estados Unidos se contagien del rezago salarial mexicano y, finalmente, que México se tornó un paraíso laboral para las empresas manufactureras estadounidenses. Ninguno de los tres le conviene a Estados Unidos. Por lo que se espera muestre resistencia, firmeza y mayor poder en la negociación del tratado.
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Cabe mencionar que en Estados Unidos el debate en torno a su salario mínimo es ya protagonista de la agenda pública. El asunto se discute desde hace años en el Congreso y en otros foros. Si consideramos la brecha salarial entre los dos países, esto nos da una idea del rezago que tenemos en México en la búsqueda de soluciones salariales.
Hablar del salario en México es una afrenta hacia el servilismo de la imperante ortodoxia económica de los años 90. No es algo bienvenido. No obstante, con la presión de parte de Estados Unidos, esto debe cambiar muy pronto.
¿Por qué hay bajos salarios en México?
Nadie ha logrado explicar la razón del rezago salarial de México con respecto a Estados Unidos. Ninguna teoría y ningún teorista clásico de los que seguimos en el país, llámese Solow, Ramsey, Sala-I-Martin o Stiglitz han satisfecho la realidad del proceso de convergencia o desigualdad inherente al crecimiento económico de los países.
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En la parte de la economía práctica, ninguna institución o personalidad de México han podido siquiera explicar las causas y consecuencias más elementales del fenómeno salarial de México. Todos describen el problema de los bajos salarios y sus posibles efectos, pero nadie atina a explicar por qué somos la 15ª economía global en producto, pero tenemos el lugar sesenta y algo en ingreso per cápita.
Las teorías de la convergencia entre economías, el cambio desfavorable de la productividad, la inflación y las tasas de retorno, son conceptos que han acompañado a la engañosa definición de la realidad salarial de México. En cambio, Estados Unidos nos lo está explicando de una forma clara y contundente al juzgar las precarias relaciones laborales que tenemos en México.
La razón del poco avance laboral es debido a que el salario es un tema netamente empresarial y no es tarea de la ortodoxia encontrar la solución.
nullEl tema salarial es uno de los pocos casos económicos donde es conveniente parafrasear el principio de Ockham, donde la respuesta más simple es la más probable. De hecho, así es. El nivel salarial de una empresa es una decisión unilateral por parte del empleador. Es una decisión temporal de distribuir las rentas generadas por la empresa.
Por ello, el empleo y el salario son un costo más en el encadenamiento productivo. Esto, lo entienden a la perfección los empresarios y en general, todos los que tienen una empresa, con uno o con 100,000 empleados.
En el agregado, el mercado laboral de México es una abstracción distorsionada. Por ejemplo, si alguien se gradúa y busca un empleo, seguramente recibirá de salario lo que ese mercado de trabajo distorsionado establezca.
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Todos los costos de producción son variantes en el tiempo. Pero si la llamada política laboral apunta a que el salario aumente de acuerdo con el costo de un indicador tan desasociado como la inflación, se genera un desajuste que daña el proceso de distribución de rentas de la economía.
Para muestra, basta mencionar al célebre Henry Ford y su “five-dollar workday”. El caso de estudio toca temas medulares en el entendimiento de los niveles salariales: productividad, relaciones laborales, cambio tecnológico, distribución de ganancias corporativas y crecimiento económico. Todo desde una óptica empírica.
La educación, las instituciones, la ley y la adaptación al cambio tecnológico son marcos y variables que acompañan al proceso de generación de riqueza de un empresario. Pero no necesariamente determinan el precio del trabajo. Reitero, el precio del trabajo lo determina el empresario.
La única manera de terminar con la desigualdad -y con la pobreza- en México es por la vía del salario. No hay más. Ello, con el mecanismo de la redistribución de rentas económicas generadas en la cadena de valor de un producto o servicio.
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Estados Unidos tiene un as bajo la manga y un argumento implacable en la negociación. A nuestro socio le daña que México comercie en un ambiente de precariedad salarial. Por esta razón, seguramente nos veremos forzados a cambiar el dogma de los salarios bajos.
Los empresarios, quienes son los únicos ilustrados en el tema, deben liderar este cambio de perspectiva y realizar compromisos creíbles en la negociación del TLCAN, para no darle oportunidad a Estados Unidos a que se levante de la mesa por algo en lo que está completamente correcto.
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