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OPINIÓN: ¿Será este el momento conciliador de Corea del Norte?

Al menos el norte y el sur pueden sentarse a negociar e incluso a entablar una relación personal o dos. No es mucho, pero es un comienzo, opina John Kirby.
mié 03 enero 2018 01:30 PM
Mensaje
Mensaje A algunos críticos les preocupa que Kim esté tratando de hacer una treta. (Foto: HANDOUT/REUTERS)

Nota del editor: John Kirby es analista de seguridad nacional de CNN; fue contraalmirante en la Armada estadounidense y vocero de los departamentos de Estado y Defensa durante la presidencia de Obama. Las opiniones expresadas en esta columna son exclusivas de su autor.

(CNN) — Se suele decir que el deporte sirve para generar igualdad, pero ¿también podría servir de terapia? Al parecer, eso es lo que quiere descubrir el gobierno de Corea del Sur.

En su mensaje anual de Año Nuevo , el dictador norcoreano, Kim Jong Un, dijo que esperaba "una resolución pacífica con nuestra frontera sur" y urgió a que se lleven a cabo pláticas "lo más pronto posible" para enviar a una delegación a las Olimpiadas de Invierno de 2018 en Pyeongchang.

Moon Jae-in, el presidente de Corea del Sur, no está perdiendo el tiempo. El martes 2 de enero le dijo a su gabinete que recibía de buen grado que Kim Jong Un tuviera la disposición de participar en negociaciones directas. Está tratando de programar una reunión la próxima semana para que los atletas norcoreanos puedan participar en las Olimpiadas, que se llevarán a cabo en febrero.

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No se ha dicho nada respecto a la firmeza de dichos planes ni respecto a exactamente quién conformará las delegaciones. Sin embargo, en cierto sentido, nada de eso es tan importante. No van a negociar las armas nucleares de Kim en esta ocasión. Lo más probable es que hablen de los eventos específicos en los que Corea del Norte quiere competir, los parámetros y los requisitos de la competencia y la logística de seguridad que se implementará. Seguramente a Kim le preocupa que los miembros del equipo deserten.

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Tampoco será una conversación terriblemente larga, de seguro. Solo dos atletas norcoreanos han calificado a las Olimpiadas: los patinadores artísticos Ryom Tae-Ok y Kim Ju-Sik.

Pero esa tampoco es la cuestión. Aunque el deporte sea el tema de conversación, lo importante es que habrá una conversación.

El norte y el sur no han tenido pláticas oficiales sobre… pues sobre nada, desde 2015. Eso no sirvió para nada, como se puede ver en los intentos frenéticos de Kim Jong Un por seguir amenazando a su vecino del sur (y al mundo) con sus misiles balísticos intercontinentales con ojivas nucleares.

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Moon reconoció esto el martes 2 de enero; dijo que las pláticas sobre las Olimpiadas de Invierno eran "una oportunidad trascendental para mejorar las relaciones entre ambas Coreas y para establecer la paz".

Dejando a un lado la hipérbole, tiene razón. Al menos ambas partes pueden sentarse a negociar e incluso a entablar una relación personal o dos. Incluso existe la posibilidad de que hablen de cuestiones fronterizas más sustanciales. No es mucho, pero es un comienzo. Y en este momento, es bueno.

El almirante Mike Mullen, expresidente del Estado Mayor Conjunto de Estados Unidos, dijo a ABC News, este fin de semana, que cree que estamos más cerca que nunca de una guerra en la península de Corea. Tal vez tenga razón, por lo que es aún más importante encontrar formas nuevas de entablar un contacto pacífico. Podría ser peor que hablar de patinadores artísticos.

A algunos críticos les preocupa que Kim esté tratando de hacer una treta. Consideran que su voluntad para aceptar la oferta de Corea del Sur es una forma de abrir una brecha entre Estados Unidos y su aliado, Corea del Sur, para aprovechar las tensiones personales entre los presidentes Trump y Moon. Trump ha criticado a Moon porque considera que busca la contemporización. Moon ha dejado en claro que aunque valora a sus aliados estadounidenses, no es títere de nadie.

Hay quien dirá que Kim no se ha ganado el derecho de entablar negociaciones directas sobre nada con nadie, que darle esta plataforma es una recompensa a su mal comportamiento. Ciertamente se ha mostrado arrogante estos días y ha presumido de tener un botón nuclear en su escritorio para lanzar misiles capaces de llegar al territorio continental de Estados Unidos. Tal vez por eso se da esos aires de magnanimidad.

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Sin embargo, la alianza entre Estados Unidos y Corea del Sur es más grande que cualquier personalidad y ciertamente es más grande y fuerte que cualquier cosa que Kim Jong Un intente. Ha existido desde 1953 y ha sobrevivido —mejor dicho, prosperado— a lo largo de 12 presidencias estadounidenses y 10 surcoreanas. Estados Unidos tiene casi 30,000 soldados destacados en la península, despliega montones de barcos y aeronaves en la región y ahora tiene sistemas avanzados de defensa antimisiles en la zona. Es una alianza dinámica y, literalmente "forjada con sangre", como dicen los coreanos.

Para evitar más derramamiento de sangre, la presidencia de Trump tiene que tomarse en serio la amenaza de Kim Jong Un y la astucia con la que la hace. Estados Unidos tiene que garantizar, como lo ha hecho, que tiene la capacidad militar suficiente para concentrar los esfuerzos diplomáticos y para disuadir, en la medida de sus posibilidades, cualquier aventura que Kim pretenda emprender en el futuro. Además, Estados Unidos debe seguir presionando a la comunidad internacional, y a China en particular, para que implementen totalmente las sanciones establecidas e incluso para implementar más.

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Mientras tanto, nadie debe tener miedo de negociar, ciertamente no sobre deportes.

El famoso cronista deportivo Rick Reilly dijo alguna vez que los deportes son como terapia para hombres. Bueno, pues tal vez eso es justamente lo que algunos de los machos involucrados en esta crisis necesitan en este momento: un poco de terapia y concordia.

Que comiencen los juegos de verdad.

Consulta más información sobre este y otros temas en el canal Opinión

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