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OPINIÓN: No soy cualquier estadounidense musulmán

Al igual que otros grupos de estadounidenses, nos reservamos el derecho de vivir en paz y de que nos traten con justicia igual que todos, incluso aquellos a los que no les gusta nuestra religión.
lun 29 enero 2018 01:30 PM
Déjà vu
Lisa y llanamente, Trump ha etiquetado a los musulmanes de terroristas, a los mexicanos de violadores y a los afroestadounidenses de trúhanes. (Foto: BRIAN SNYDER/REUTERS)

Nota del editor: El imán Omar Suleiman es fundador y presidente del Instituto Yaqueen de Investigaciones Islámicas y profesor adjunto de Estudios Islámicos del programa de posgrado en Estudios Liberales de la Southern Methodist University de Estados Unidos. Las opiniones expresadas en esta columna son exclusivas de su autor.

(CNN) —El último detenido en el aeropuerto internacional de Dallas-Fort Worth fue Jesús. No el Jesús al que los cristianos y los musulmanes adoran, sino a un hombre de 33 años de nombre Issa (Jesús en árabe) que solía ser prestador externo de servicios al Ejército estadounidense en su Iraq natal.

Labeeb Ibrahim Issa tenía la cadera rota a causa de un ataque en Iraq, al que apenas sobrevivió; esperó 15 horas a que terminara la vigencia de la descabellada prohibición a la entrada de musulmanes a Estados Unidos . Pensó que se moriría del dolor y sus familiares estadounidenses se preguntaban si terminarían recibiéndolo en casa en camilla. Lo sé porque yo estaba en el aeropuerto ese día, el 29 de enero, hace un año.

De todos los detenidos en esos días turbulentos, este fue el que más empatía y vergüenza causó. ¿Cómo era posible que un hombre discapacitado, que lleva el nombre del refugiado más famoso de la historia y que sirvió a Estados Unidos en la guerra, sufriera el rechazo de ese mismo país en nombre de la "seguridad"? ¿Qué dice esto del patriotismo de los orgullosos partidarios de Donald Trump que celebraron el decreto? ¿Qué dice del cristianismo de ciertos evangélicos que aplaudieron a Trump y que invocaron las Escrituras mientras argumentaron que la divinidad supuestamente aprobaba su despotismo?

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Unos meses antes de que se implementara la prohibición, Kareem Abdul Jabbar, miembro del Salón de la Fama de la NBA y musulmán, junto con Khizr y Ghazala Khan, miembros de una familia de militares condecorados, subieron al escenario de la Convención Nacional Demócrata y reprendieron a Trump por su hostilidad y fanatismo descarados contra la comunidad musulmana. Aunque robaron cámara y les recordaron a los estadounidenses que los musulmanes han hecho aportaciones a menudo ignoradas a este país, la pregunta que tendríamos que hacer es: ¿esto es lo que se necesita?

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¿Qué habría pasado si el último detenido en el aeropuerto de Dallas-Fort Worth hubiera sido un muchacho yemení de 19 años de nombre Osama, tan confundido con sus objetivos escolares como un adolescente estadounidense blanco de nombre John Smith? ¿Habría sido menos merecedor de la cortesía y de la protección de sus derechos constitucionales? Si se hubiera opuesto a la máquina bélica que históricamente ha trascendido a los partidos, ¿habríamos repudiado con el mismo vigor las políticas discriminadoras que le afectaban o habríamos dudado y esperado a que llegara alguien con mayor potencial publicitario para nuestra "lucha por la justicia"? ¿Acaso hay un parámetro diferente para la condición de estadounidense, la humanidad o el patriotismo de los musulmanes? Si es así, ¿es mi problema o el tuyo? ¿Depende de mí seguir buscando tu aprobación irracional? No soy el primer estadounidense que se hace esa pregunta.

En un documental sobre su vida, el difunto escritor afroestadounidense, James Baldwin, dijo: "Hay días —y este es uno de ellos— en los que uno se pregunta cuál es su función en este país y cuál es su futuro en él… Me aterra la apatía moral —la muerte del corazón— que se está dando en mi país. Esta gente se ha engañado por tanto tiempo que de verdad no creen que yo sea humano".

Desde los tiempos de Baldwin, pocas cosas han cambiado. Ahora, la gente del poder deshumaniza regularmente a los musulmanes. Algunas cosas no han cambiado: los afroestadounidenses siguen siendo el grupo más deshumanizado del país. Y todo comienza en lo más alto.

Lisa y llanamente, Trump ha etiquetado a los musulmanes de terroristas, a los mexicanos de violadores y a los afroestadounidenses de trúhanes. Pero las minorías de este país también son blanco de otro fanatismo más insidioso.

Defender a los estadounidenses musulmanes únicamente en el contexto de la seguridad nacional mueve a la misma maquinaria —y a la misma narrativa— que los ataca. A veces, los liberales de Washington y otras partes dicen: "No podemos ofender a los musulmanes porque están en el frente de batalla contra el terrorismo". Este razonamiento no solo es profundamente problemático, sino que yerra el blanco terriblemente: si somos tan estadounidenses y tan humanos como tú, incondicionalmente tenemos los mismos derechos que tú.

En nuestro entorno político polarizado, tanto el liberal que limita el llamado a la inclusión a los "musulmanes liberales", como el conservador que no defiende la "libertad de cultos" de un musulmán conservador, traicionan sus ideales. Francamente, son cada vez más los estadounidenses musulmanes que no están dispuestos a alterar su identidad para hacerse merecedores de la defensa tibia de cualquier grupo que los considere una simple pieza de un juego político.

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Al igual que otros grupos de estadounidenses, nos reservamos el derecho de vivir en paz y de que nos traten con justicia igual que todos, incluso aquellos a los que no les gusta nuestra religión. Como dijo alguna vez uno de los estadounidenses más famosos de la historia, Mohamed Alí: "Yo soy Estados Unidos. Yo soy la parte que no reconoces. Pero acostúmbrate a mí. Soy negro, tengo confianza y soy arrogante; es mi nombre, no el tuyo; es mi religión, no la tuya; son mis objetivos, solo míos; acostúmbrate a mí".

En enero de 2017, miles de personas se dirigieron a los aeropuertos de todo Estados Unidos, asqueados por la violación evidente de nuestros valores constitucionales y morales. Durante días, corearon consignas como "los musulmanes son bienvenidos aquí" y "este es el aspecto de Estados Unidos" mientras exigían la liberación de los detenidos. Los manifestantes reconocieron que no solo la comunidad musulmana estaba bajo ataque, sino todo lo que creemos como estadounidenses.

A cada quién lo motivaba algo diferente: algunos de los manifestantes tienen amigos musulmanes y se tomaron el decreto más a pecho. A otros los movían los principios igualitarios de la identidad estadounidense y la creencia de que condicionar la entrada a este país a una prueba religiosa es anticonstitucional e injusto. Pero todos los que estuvieron allí, se fueron transformados. En medio de las protestas, pasó algo inusual, pero muy adecuado.

Un musulmán practicante debe orar cinco veces al día, a una hora establecida. Suele ser una tarea muy complicada cuando pasas por un aeropuerto estadounidense. Usualmente buscamos capillas interreligiosas o zonas de abordaje vacías para encontrar un rincón para cumplir con nuestra obligación religiosa sin dar un espectáculo o sin llamar demasiado la atención.

Como miles de musulmanes acudieron al aeropuerto de Dallas-Fort Worth para protestar contra el decreto de Trump, no iba a ser posible orar discretamente en un rincón. Ya habíamos dado un espectáculo. El espectáculo éramos nosotros.

Les dije a los agentes de seguridad del aeropuerto que o nos hacían un espacio o lo haríamos nosotros. Gentilmente nos ofrecieron asegurar para nosotros una zona de reclamo de equipaje. Anuncié por un megáfono que los musulmanes y cualquier persona que quisiera unirse u observar, tendría que dirigirse a la zona especificada. Muchos de los manifestantes, que no eran musulmanes, empezaron a apoyarnos coreando: "¡Ustedes oren, nosotros nos quedamos!".

Ahí estábamos, en la zona de reclamo de equipaje de uno de los aeropuertos más grandes de Estados Unidos, protegidos mientras orábamos. Fue un momento que conmovió hasta las lágrimas a muchas personas.

Mientras tanto, los islamófobos tuiteaban que los musulmanes habían tomado el aeropuerto. El diario The New York Times incluyó una foto de las oraciones en su colección de fotos del año . No era la intención que las oraciones se volvieran parte de la protesta, pero terminaron siendo su episodio más cautivador.

En esos instantes, pudimos ser totalmente como somos, sin avergonzarnos de nuestra condición de estadounidenses, sin disculparnos por nuestro islam y con nuestra humanidad totalmente reconocida. En esos breves instantes, todos los manifestantes, de todas las religiones y de todos los estratos, recordamos que aún vale la pena luchar por la promesa que Estados Unidos representa.

Consulta más información sobre este y otros temas en el canal Opinión

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