OPINIÓN: Primeras damas de EU, ¿están cambiando las reglas de la infidelidad?
Nota del editor: Kate Andersen Brower es colaboradora de CNN y autora de los libros First Women: The Grace and Power of America's Modern First Ladies y The Residence: Inside the Private World of the White House. A menos que se indique otra cosa, los datos de este artículo reflejan las investigaciones llevadas a cabo para esos libros. Las opiniones en esta columna pertenecen exclusivamente a la autora.
(CNN) — La experiencia de Melania Trump como primera dama de Estados Unidos podría ser parte de una tradición desafortunada. Las primeras damas tienen muchas cosas en común: no tienen un cargo, no les pagan y muchas soportan traiciones humillantes de sus esposos. Las acusaciones más recientes contra Donald Trump, como las dio a conocer el periodista Ronan Farrow en la revista The New Yorker, detallan un presunto romance con la antigua Playmate Karen McDougal ya estando casado con Melania, antes de que lo eligieran presidente. (Trump niega el romance).
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Aunque parece que esta clase de conducta se ha normalizado a lo largo de las presidencias, el público —y con Melania Trump, también las primeras damas— la tolera cada vez menos. Tras las acusaciones más recientes, fue notorio que Melania no quiso caminar con su esposo al helicóptero presidencial para ir a visitar a las víctimas del tiroteo en Florida. Parece que este cambio se está dando, en parte, debido al cambio cultural que nació con el movimiento #MeToo.
Antes de este cambio, parte del acuerdo entre muchos hombres poderosos y sus esposas era que las mujeres harían la vista gorda cuando los hombres las engañaran porque se beneficiarían de la riqueza y la fama que les daba estar casadas con ellos. Para varias primeras damas, eso significó barrer las infidelidades bajo el tapete.
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Jackie Kennedy y Hillary Clinton son los ejemplos más famosos de esta clase de segmentación y, en muchas formas, eran la pareja perfecta para su esposo: inteligentes, ingeniosas y, sobre todo, discretas.
Sin embargo, no son los únicos ejemplos. Lyndon Johnson no ocultaba sus romances y a menudo trataba de arrinconar a la chica más linda de la fiesta. Al final de la velada, tenía la cara embarrada de lápiz labial. Su esposa, Lady Bird, a veces estaba en la misma habitación y le pedía que dejara de avergonzarla. "Te buscan allá, Lyndon. Estás ignorando a tus amigos", le dijo alguna vez.
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Traphes Bryant, un electricista de la Casa Blanca que también cuidaba a los perros de la familia presidencial, dijo que Johnson había "heredado" a dos reporteras de la presidencia de John F. Kennedy. "Me decía que una o la otra eran 'todas las mujeres' o 'muchas mujeres' e incluso reconoció que usaba un cumplido que usualmente reservaba para su perro favorito, Yuki. Me decía que eran 'lindas como un hurón'".
Tras la muerte de su esposo, Barbara Walters le preguntó a Lady Bird Johnson sobre la fama de mujeriego de su esposo. Ella rio y respondió: "Oh, a Lyndon le encantaba la gente. Eso ciertamente… no excluye a la mitad de la gente del mundo: las mujeres".
nullJackie Kennedy, la predecesora de Lady Bird, es uno de los ejemplos más famosos de esta clase de humillación constante. Sin embargo, cuando los Kennedy estaban en la Casa Blanca, los reporteros accedieron a no publicar los detalles de las indiscreciones de JFK. Alguna vez, Jackie le dijo a su amigo Adlai Stevenson , embajador de Estados Unidos ante la ONU: "No me importa con cuántas mujeres [se acueste], siempre que yo sepa que está consciente de que está mal, y creo que ahora lo está".
Sir Alastair Granville Forbes era amigo íntimo de John y Jackie y, en 1956, intentó hacer una especie de intervención con Kennedy. Le advirtió que tenía que ser menos obvio con sus aventuras si quería llegar a la presidencia. "Jack se sentía muy atraído por las mujeres que se sentían muy atraídas por él", dijo. Parece que pasa lo mismo con muchos presidentes a los que les encanta que los adulen.
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El caso más reciente fue, desde luego, el de los Clinton. Durante la campaña presidencial de 1992, Susan Thomases, abogada y amiga íntima de los Clinton, le hizo una advertencia similar a la que Forbes le hizo a JFK décadas atrás. "Eres lo suficientemente estúpido como para echar a perder esta cosa presidencial por culpa de tu p**o. Si resulta así, mi amigo, me iré a casa y me voy a llevar a mucha gente". Thomases dijo que Clinton no fue infiel durante la campaña porque "sabía que me le iría a la yugular".
A diferencia de Jackie, quien confiaba en que la prensa nunca publicaría la historia, Hillary no tuvo más opción que enfrentar las indiscreciones de su esposo muy públicamente. El romance de Clinton con la entonces pasante de la Casa Blanca, Monica Lewinsky, sacudió su matrimonio y fue "casi una crisis en su relación", de acuerdo con Thomases.
nullClinton había humillado a su esposa y tenía que soportar su ira, pero al final, ella no lo abandonó. Ella dejó de leer los periódicos en el momento más álgido del escándalo y culpó a los demás, en este caso a los republicanos, de tratar de derrocar a su marido. "Encontró una solución que le funcionó", dijo Thomases. "Para ella era importante conservar su matrimonio".
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El día que Bill Clinton declaró ante un jurado de acusación respecto a su romance, Chelsea Clinton iba tomada de la mano de sus padres mientras cruzaban el jardín hacia el helicóptero presidencial para irse de vacaciones a Martha's Vineyard, como todos los años. Aún está por verse si los Trump pasarán por lo mismo, si reconocerán las dificultades por las que pasa su matrimonio y pese a ello, avanzarán juntos.
Por ahora, Melania es una más de las primeras damas que soportan la humillación de la presunta falta de lealtad de su esposo.
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