OPINIÓN. Consejo para Trump sobre el nuevo presidente de México: no lo presione
Nota del editor: Bill Richardson fue gobernador de Nuevo México y enviado de la OEA para Latinoamérica entre 2011 y 2015. También fue embajador de Estados Unidos en Naciones Unidas y secretario de Energía en la presidencia de Clinton. Síguelo en Twitter como @GovRichardson . Las opiniones en esta columna pertenecen exclusivamente al autor.
(CNN) — Al igual que el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, el presidente electo de México, Andrés Manuel López Obrador, agregará su nombre a una lista creciente de líderes electos que han llegado al cargo gracias al desafecto populista por el sistema político mundial. El triunfo decisivo de López Obrador está cimbrando a los inversionistas internacionales, a los líderes empresariales mexicanos y a muchos estadounidenses a los que les alarma que un líder izquierdista, al estilo de Evo Morales, haya aparecido justo en su puerta.
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La relación entre Estados Unidos y México está en su punto más bajo y peligroso en muchos años. Las políticas estadounidenses recientes a favor de un muro de seguridad y de la separación de familias en la frontera, aunadas a la negociación del TLCAN a punto del colapso, dejaron esta relación —que alguna vez fue muy especial— en muy malas condiciones, incluso antes de que se celebraran elecciones en México. En vista de estas realidades políticas ¿cuál debería ser la postura de Estados Unidos ante el nuevo líder mexicano, quien llega a la presidencia con un mandato electoral?
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Para Trump, la victoria de López Obrador es una oportunidad de reconstruir una relación desgastada. Ambos son líderes populistas que hablan a sus bases con franqueza y que podrían usar la misma franqueza para hablar entre sí. Por otro lado, si Trump decide alienarlo, como lo ha hecho con nuestros aliados en Canadá y Europa, López Obrador podría volverse una piedra en su zapato si se negara a cooperar en cuestiones bilaterales críticas, como las drogas, los cárteles, el comercio y la inversión. Para empezar con el pie derecho, Trump tiene que hacer lo siguiente:
Primero, llamar inmediatamente a López Obrador para felicitarlo por su victoria e invitarlo a la Casa Blanca como presidente electo. (El domingo 1 de julio, Trump lo felicitó vía Twitter). El gesto de llamar e invitarlo sería muy útil en vista de la relación turbulenta que Trump ha tenido con Peña Nieto y en la que nunca hubo una visita a la Casa Blanca.
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Segundo, adoptar una postura de indiferencia benigna: darle a López Obrador tiempo y espacio para desarrollar sus propias políticas en vez de arrinconarlo y obligarlo a usar su capital político para defenderse de exigencias irracionales, como pagar el muro fronterizo. Aunque anteriormente se criticó la política de indiferencia benigna en las relaciones de Estados Unidos con América Latina, tal vez hoy tenga sentido.
nullTercero, llegar a un acuerdo en las negociaciones del TLCAN lo más pronto posible. Los tres países miembros han mejorado y modernizado este tratado en las negociaciones recientes. Es un tratado sólido, particularmente para los intereses agrícolas de Estados Unidos. López Obrador dejó en claro durante su campaña que no le interesa derogar el TLCAN, como muchos de sus detractores asumieron. Incluso propuso implementar una zona libre de impuestos de 30 kilómetros de ancho a lo largo de la frontera entre México y Estados Unidos para que aumente el comercio fronterizo.
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Cuarto, dejar de recurrir a las negociaciones por debajo de la mesa entre ambos países en las que se pasó por alto tanto al Departamento de Estado como a los diplomáticos experimentados de ambas partes. La vía de Jared Kushner solo causó confusión y malos entendidos entre ambas partes. El contacto adecuado es el secretario de Estado, Mike Pompeo y la dependencia que encabeza.
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Quinto, centrar la nueva relación, desde el principio, en temas en los que tienen puntos en común y pocas posibilidades de fricción, como la cooperación en el tema de los narcóticos, el crimen organizado y los cárteles, y el comercio bilateral.
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Nadie sabe con certeza qué López Obrador llegará a Los Pinos, si el pragmático o el revolucionario. Parece que Trump siente afinidad con líderes inusuales como él; si logra reconocer y aprovechar sus similitudes con López Obrador en vez de centrarse en sus diferencias, tal vez pueda marcar un rumbo más positivo con México, vecino y aliado clave de Estados Unidos.
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Apuesto a que López Obrador será más pragmático que revolucionario en cuanto a política exterior, particularmente con Estados Unidos en vista de nuestra dependencia mutua y nuestros intereses compartidos. Si Trump no le tiende una mano amiga desde el principio y le da espacio al nuevo presidente de México, habrá más problemas en una relación crucial que ya está deteriorada de por sí.
No necesitamos alejar a más amigos en el mundo.
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