OPINIÓN: Año 2058, ¿qué hay del empleo, ahorro, educación y política energética?
Nota del editor: Luis Mauricio Torres Alcocer ( @M auAlcocer ) es Investigador del Instituto Mexicano para la Competitividad (IMCO). Síguelos en su página y redes sociales: Twitter y Facebook . Las opiniones expresadas en esta columna son exclusivas del autor.
(Expansión) – El año es 2058. Los datos oficiales indican que por primera vez la proporción de mexicanos de más de 60 años rebasó la de jóvenes y niños de 18 o menos. Casi 20 millones de personas entre 14 y 22 años que en 2018 entraron al mercado laboral hoy están a punto de llegar a la edad de retiro. Al menos el 50% de los trabajadores de esa generación no logró salir de la informalidad, y por lo tanto no tuvieron acceso a un fondo de ahorro para el retiro.
Durante años, los gobiernos trataron de impulsar reformas parciales y políticas públicas remediales para los problemas del futuro. Los esfuerzos por formalizar personas fueron insuficientes para ofrecer seguridad social y ahorro para el retiro a millones de trabajadores. Las aportaciones a las Afores no lograron consolidarse para ofrecer una pensión adecuada a los retirados.
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Los programas de asistencia social para personas adultas mayores se clasifican con la etiqueta de “combate a la pobreza en la vejez” y representan un monto importante de los gastos de gobierno. Desafortunadamente, el problema ya es visible y las soluciones llegaron años después de lo necesario. Eventualmente estos programas de atención a adultos mayores ejercieron presión fiscal y resultaron incosteables.
Por otro lado, en este 2058 el tamaño de la población de niños en edad de estudiar el nivel básico es casi 10% menor que en la década de 2010. Cada vez hay menos niños que aprovechen la inversión en capital humano y el bono demográfico se ha deteriorado aproximadamente desde 2030. La enseñanza del inglés y de diversos lenguajes de programación fue impulsada cuando la pirámide poblacional comenzó a ser, irónicamente, menos piramidal. El sistema educativo elevó sus estándares de calidad, pero los efectos se verían dentro de al menos una década y la cantidad potencial de estudiantes beneficiarios de estas mejoras es sustancialmente menor que en el pasado.
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Algunos estudios indican que una buena parte de las ocupaciones manuales y repetitivas han sido reemplazadas por robots y procesos de automatización. Las que no fueron reemplazadas exigen a los trabajadores tener habilidades interpersonales, tecnológicas y digitales avanzadas. Las profesiones más rentables son las que involucran competencias de comunicación, desarrollo de tecnología, como diseño de software, y otras relacionadas, por ejemplo, con los cuidados de salud y asesoría legal o financiera. De hecho, por la elevada proporción de adultos mayores, los servicios de salud y de cuidados a esta población se han convertido en una industria creciente.
Los analistas atribuyen la aguda desigualdad de ingresos a la falta de políticas educativas que ofrecieran competencias a los estudiantes para enfrentar los retos de esta nueva era. Los comentaristas políticos y económicos hablan del “fin de la clase media”. La robotización trajo desempleo para trabajadores en la manufactura y servicios. Los trabajos con salarios bajos como los servicios de limpieza no fueron afectados por esta ola de disrupción. Sin embargo, los empleos de ingreso medio como los de operación de maquinaria encontraron su fin, tal como en su época el trabajo en imprentas fue sustituido por la impresión digital.
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Dentro de los cambios tecnológicos más destacados se encuentra el caso del sector energético. La extracción y exportación de petróleo ha perdido relevancia en la economía y en los ingresos fiscales. Las compañías automotrices han cumplido con su meta de reducir significativamente su negocio de motores de combustibles fósiles y la mayor parte de su mercado es ahora de vehículos eléctricos. Con el tiempo, las evaluaciones de algunas inversiones en el sector de hidrocarburos muestran que se destinaron más recursos a negocios relacionados con combustibles que con energías renovables. A la postre resultaron malas inversiones y políticas públicas con retornos sociales muy bajos o negativos.
Aquí termina el ejercicio de imaginación. Los párrafos anteriores esbozan un futuro de condiciones económicas difíciles derivadas de cambios estructurales en los procesos productivos y demográficos. Pero esto no es necesariamente un escenario salido de una novela de ciencia ficción: las proyecciones actuales indican que estas tendencias ocurrirán y que los efectos sociales y económicos serán parecidos a los presentados si no se toman acciones inmediatas.
Administrar los riesgos generacionales implica comenzar a pensar en la política pública no únicamente para resolver problemas de hoy, sino comenzar a pensar también en resolver los de mañana. En este caso se presentaron escenarios futuros en los que la formalización del empleo, el sistema de ahorro para el retiro, los programas educativos y la política energética continúan su rumbo sin tomar en cuenta las tendencias globales hacia adelante. Con esto en mente, comencemos a evaluar las políticas públicas actuales con un ojo en la coyuntura y otro en los años por venir.
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