OPINIÓN: ¿Qué aprender del desabasto de combustibles?
Nota del editor: Luis Mauricio Torres Alcocer es Investigador del Instituto Mexicano para la Competitividad (IMCO). Síguelos en su página y redes sociales: Twitter y Facebook . Las opiniones expresadas en esta columna son exclusivas del autor.
(Expansión) – Durante los primeros días de 2019, la noticia más relevante fue el desabasto de combustibles en al menos seis entidades del país. El origen de esta falla se encuentra en la estrategia emprendida por Pemex para evitar el robo de gasolina. La idea era reducir o suspender el uso de ductos para llevar combustible a los puntos de venta y utilizar, en su lugar, pipas y otros medios. La ineficiencia de este método de distribución llevó a que las gasolineras no fueran surtidas de combustibles en tiempo y forma, por lo que las filas de automovilistas no se hicieron esperar, justo en temporada vacacional.
Por lo pronto, las consecuencias no deseadas de esta táctica son inmediatas y parecen costosas económica y políticamente. Los consumidores en el mercado de las gasolinas no tienen acceso al combustible, los precios tendrán que incrementar por la sobredemanda y el mercado negro podría beneficiarse. Tampoco parece una idea brillante para el mediano plazo: las pipas son más fáciles de robar que ordeñar ductos y, en términos económicos, no tiene sentido ya que el costo de transporte es superior.
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Sin embargo, entiendo que si el corte del flujo de los ductos se hubiera implementado más estratégicamente, tal vez hubiera permitido a la autoridad tomar medidas en contra del huachicol. Por último, es imposible no preguntarse si este desabasto es una muestra de la fragilidad del sistema de logística de combustibles. La cadena de suministro sigue íntimamente ligada a Pemex y cualquier cosa que suceda en ella tendrá implicaciones regionales importantes. En el contexto de la reforma energética debe continuarse con la diversificación de la competencia en todos los eslabones de la cadena de distribución.
En el terreno político, es de suponer que el Gobierno federal tampoco brinca de alegría. Su año comenzó con primeras planas que anunciaban el fracaso de su plan y con la palabra “desabasto” en la mente del elector. Los ciudadanos de esos seis estados que hicieron fila para llenar sus tanques seguramente ya tienen una percepción negativa de la capacidad de la nueva Administración.
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Estos días problemáticos nos han recordado que la decepción está a la vuelta de la esquina. En mi opinión, el desabasto de gasolinas es uno de los primeros baches en la autopista de la llamada cuarta transformación, y que le pueden costar electoralmente.
Este evento deja claro que no hay Gobierno o plan infalible y que Andrés Manuel López Obrador también puede cometer errores. No solo la implementación fue deficiente, también la estrategia de comunicación. Parece obvio, pero creo que una buena parte de sus seguidores no ha descontado la posibilidad de errores en la implementación de ideas mal formadas, que poco a poco parece ser más cercana.
La amenaza más relevante para el partido en el Gobierno es no poder prevenir ni responder adecuadamente a errores de ejecución. La mala planeación de política pública puede tener consecuencias negativas con repercusiones políticas. Esto es relevante porque la política es prácticamente el único idioma que se habla en esta Administración. A veces los expertos y tecnócratas tendrán que ser consultados para no cometer errores como el de estos días en el tema de combustibles.
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Lo sucedido este fin de semana es una primera advertencia y ojalá así sea visto por el Gobierno federal. Hasta el momento es imposible saber el tamaño del descontento, pero es claro que la incompetencia tiene un precio. El desabasto de gasolina es un tema menor si se compara con las posibles implicaciones de la suspensión del Nuevo Aeropuerto Internacional de México o la construcción del Tren Maya, por ejemplo. Los efectos políticos derivados de resultados negativos en los bolsillos de la gente no serán inmediatos, pero llegarán.
Como en cualquier relación romántica, el enamoramiento termina y el apoyo político incondicional también. Ese punto de inflexión le va a llegar a Morena y tendrá que comenzar a ver la política pública con otros ojos. No todas las acciones de Gobierno deben referirse únicamente al sentimiento colectivo. La planeación estratégica y los cálculos tecnócratas son herramientas que se deben usar aun cuando el principal motivador de este Gobierno sea el político.
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No sabemos si el desenamoramiento con el nuevo partido en el poder llegará de forma abrupta por una crisis extraordinaria o de manera gradual como resultado de la acumulación de varios errores de menor magnitud. Lo que sí sabemos es que ese punto de inflexión llegará. Lo mejor para México será que el Gobierno acepte urgentemente que sus decisiones deben estar acompañadas de más ciencia y menos corazonadas, más coordinación y menos decisiones unilaterales.
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