Tercero. La incierta relación con Estados Unidos
Ingenuamente podríamos haber pensado que la relación entre dos presidentes nacionalistas, populistas y autoritarios debiera fluir naturalmente porque comparten esos atributos. El problema con el populismo nacionalista es que su razón de ser es definir lo que existe fuera de las fronteras como el enemigo a vencer: en consecuencia, “la patria es primero” es difícilmente compatible con “devolver la grandeza a Estados Unidos”.
Desafortunadamente, el nacionalismo dura lo que dura el poder para resistir y, frente a Estados Unidos, México tiene muy poco poder. Un tema será particularmente notorio durante 2020, especialmente cuando hay una elección presidencial: la contención de la migración latinoamericana y africana hacia Estados Unidos desde México.
La táctica mexicana ha sido la concesión preventiva de las demandas estadounidenses – cambio en reglas de origen en beneficio de Estados Unidos en el T-MEC, o el sellado militar de la frontera, por dar un par de ejemplos – a cambio de nada en la mayoría de los casos. Posiblemente con razón, si el costo de no ceder – presumiblemente comunicado en privado – es inaceptable para el país. Pocas razones hay, pues, para esperar un cambio en la táctica mexicana – ceder a cambio de casi nada – frente a Estados Unidos durante 2020.
México buscaba un cambio, y un cambio obtuvo en 2018. Un cambio alineado con las tendencias que proliferan en el mundo. 2020 será posiblemente el año de la profundización de esta tendencia en México.
Nota del editor: Marco A. Morales es Investigador Afiliado al Instituto Tecnológico Autónomo de México (ITAM). Las opiniones expresadas en esta columna son exclusivas del autor.
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