Existen varias definiciones. Por ejemplo, el Inegi explica que la violencia de género no tiene como únicos blancos a las mujeres o las niñas, sino también a los hombres y niños, discapacitados y homosexuales, que por su condición se alejan del prototipo tradicional masculino y se aproximan a lo que se considera femenino en nuestra sociedad.
En otras palabras, la violencia de género tiene como objetivo atacar a todo aquello que se considera femenino. Así que este tipo de violencia daña no sólo a mujeres sino también a hombres que están hartos de pagar los precios de apegarse al estereotipo del machismo.
Si bien hay hombres que sienten que la autonomía de su pareja es un desafío a su masculinidad y reaccionan hacia ella con violencia... también hay hombres que tienen interés en dejar de comportarse como los machos de las películas del siglo de oro mexicano y buscan una masculinidad más acorde con lo que ahora se necesita.
Son hombres que se están reprogramando para -por ejemplo- dejar de silenciar sus sentimientos porque reconocen los malestares emocionales y las enfermedades que esto acarrea.
La mayoría de los hombres no expresan lo que sienten: para muchos hablar de sus miedos, de sus experiencias de dolor, llorar frente a los hijos o la pareja, o que pidan ayuda cuando sienten que son sobrepasados por alguna situación es algo inaceptable. Ello tiene consecuencias: sufren depresiones, hay infartos al corazón por “aguantar” situaciones que no les agradan, racionalizan las relaciones con los demás, etc.
Por esto, sería conveniente que los hombres hablaran más de lo que les entristece, lo que les da temor, y lo que les enoja (sin recurrir a la violencia) y con ello podrían tener mejor salud emocional.