Una de las más trágicas características del virus es que está provocando el fallecimiento súbito de muchas personas que, por su edad o su propia personalidad, no habían contemplado las consecuencias de su muerte repentina.
Ante todo, obviamente está el desconsuelo familiar y de los seres queridos de quien ya no está, lo cual es irreparable. Seguidamente, el impacto sobre el ámbito patrimonial y sucesorio. Mientras menos ordenados y documentados estén los asuntos financieros y legales de la persona repentinamente fallecida, mayor es el impacto negativo para sus seres queridos, sus socios, sus clientes, sus proveedores y sus empleados.
En algunos casos, la persona que está en riesgo de muerte y/o contagiada es sometida a un aislamiento extremo. Inclusive puede quedar totalmente incomunicada con quienes deberían recibir información esencial como claves de acceso, ubicación de activos, datos de personas clave de contacto o deudas no documentadas, por citar solamente algunos ejemplos.