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Al garete: la economía en los tres primeros años de AMLO

Nuestro potencial de crecer y el desmontaje de nuestras capacidades institucionales implican una nave que no tiene ni la potencia ni la tripulación para moverse, considera Sergio Luna.
lun 29 noviembre 2021 08:00 AM
Economía mexicana
Los riesgos macroeconómicos que se generan en estos tres años no involucran apalancamientos excesivos que lleven a crisis súbitas, señala Sergio Luna.

(Expansión) - La tasa de crecimiento promedio anual del PIB durante la primera mitad de esta administración estará alrededor del -0.8%, la peor de los últimos nueve sexenios. No es el primer registro negativo: los tres años iniciales de Calderón promediaron -0.6% anual.

El presidente Andrés Manuel López Obrador comparte circunstancia con su némesis, pues choques exógenos – la crisis financiera global, la pandemia – afectan sus resultados.

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Con Calderón las cosas mejoran en la segunda mitad y su sexenio promedia un crecimiento anual de 1.8%. Para que AMLO lo supere, sería necesario un crecimiento promedio de 4.4% en el periodo 2022-2024, que se antoja difícil. Un avance de 1% permitiría que el promedio sexenal de AMLO cambie de signo (es decir, crecimiento positivo) y con 1.4% empataría con Miguel de la Madrid como la administración con el crecimiento más bajo desde al menos Diaz Ordaz. La pelea es por evitar el descenso, no por el campeonato.

Dos variables ayudan a explicar resultados tan decepcionantes. La primera es la inversión. Su desempeño es irregular desde que Donald Trump llega a la Casa Blanca y amenaza con denunciar el TLCAN.

La decisión de AMLO de cerrar filas en la negociación del T-MEC ayuda a atajar esta fuente de incertidumbre. Se logra evitar un choque adverso de expectativas, pero se generan otros: la cancelación del aeropuerto de Texcoco es uno de muchos ejemplos.

Los fuegos que se encienden son más que los que se apagan y al cierre de la primera mitad del sexenio la tasa de inversión a PIB podría estar en 18%, la menor de los últimos 25 años.

La otra variable es el gasto público. AMLO prometió diferencias cualitativas, más que cuantitativas. Y efectivamente, el gasto público promedia 27.7% del PIB en los primeros tres años; crece, pero a niveles semejantes a los de la primera mitad de Peña Nieto. Los balances se ven mejor porque se usa alrededor de 3% del PIB en “guardaditos” para cuadrar las cifras.

El manejo fiscal no es tan virtuoso como el gobierno asevera, pero efectivamente no hay grandes diferencias cuantitativas. Sigo pensando que en lo fiscal podríamos haber hecho mucho más durante la pandemia, por ejemplo.

Las diferencias cualitativas en el gasto publico sí son importantes y desastrosas. AMLO pensó que podía hacer más con lo mismo, vía el combate a la corrupción. La idea no es mala, el problema está en los detalles.

¿Realmente pensó, como aseveró en campaña, que dicha estrategia podía generar ahorros fácilmente detectables por el 20% del presupuesto nacional? Cuando esos ahorros no aparecen, AMLO ordena encontrarlos a como dé lugar. Unilateralmente declara a cualquier gasto que no le parece excesivo o innecesario: reduce salarios, elimina programas, cancela obras o liquida fideicomisos.

#QuéPasóCon AMLO a tres años de gobierno

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El gobierno mexicano experimenta así el más profundo proceso de reconducción presupuestal de su historia basado en la voluntad de un solo hombre. Institucionalmente retrocedemos décadas y en términos de calidad del gasto hay un enorme deterioro.

¿Cuál es la tasa de retorno de Santa Lucía, de Dos Bocas? No es la primera vez que el gobierno piensa que lo puede todo, incluso revertir el progreso técnico: está el caso de Cordemex y el henequén. La diferencia es la magnitud de la apuesta: la obsesión ideológica de AMLO con Pemex costó 3% del PIB en la primera mitad de su administración.

En síntesis, lo que invertimos es insuficiente para al menos mantener los ritmos de crecimiento modestos del pasado reciente. En lo fiscal, gastamos lo mismo, pero lo hacemos discrecional e infinitamente peor.

Así, los riesgos macroeconómicos que se generan en estos tres años no involucran apalancamientos excesivos que lleven a crisis súbitas. El riesgo es más sutil pero quizá más serio: nuestro potencial de crecer y el desmontaje de nuestras capacidades institucionales implican una nave que no tiene ni la potencia ni la tripulación para moverse.

Más aun, la evidencia desde la elección de medio término – contrarreforma eléctrica, la reciente tragicomedia de Banxico – no sugiere ningún viso de mejora, todo lo contrario. Así de preocupante es nuestra circunstancia.

Nota del editor: Sergio Luna estudió Economía en la UNAM y la Universidad de Londres. Fue economista en el Banco Nacional de México durante 33 años y continúa en dicha profesión, ahora de manera independiente. Síguelo en Twitter y/o en LinkedIn . Las opiniones publicadas en esta columna pertenecen exclusivamente al autor.

Consulta más información sobre este y otros temas en el canal Opinión

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