Decir “no sé” parece peligroso, cuando en realidad es una de las herramientas más poderosas para liderar con honestidad y adaptabilidad. Fingir certezas impide pedir ayuda, formar redes inteligentes y detectar errores a tiempo. Priorizar el posicionamiento del CEO antes de dominar el negocio debilita la estrategia desde adentro.
Se culpa al contexto, a la burocracia o a la falta de contactos, pero rara vez se habla de lo que ocurre dentro de los equipos: el miedo a admitir que algo se desconoce, una cultura que castiga la pregunta y tolera los errores ocultos. Mientras más insistimos en proyectar seguridad absoluta, menos espacio dejamos para lo más valioso: el aprendizaje.
El ecosistema emprendedor ha idealizado al fundador que todo lo domina: marketing, finanzas, operaciones, equipo, narrativa. Y sí, emprender obliga a aprender de todo. Pero construir una empresa sobre certezas fingidas es una receta para el desgaste, la improvisación crónica y los errores no reconocidos a tiempo. Se pierde agilidad. Se repiten patrones. Se sacrifica la oportunidad de generar redes más inteligentes, de pedir ayuda cuando realmente se necesita o de escuchar ideas que podrían cambiar el rumbo.
Peor aún, muchas startups priorizan construir una imagen “popular” del CEO antes de fortalecer las bases del negocio. Gastan presupuesto en posicionar su liderazgo en medios, buscan entrevistas y portadas como si eso garantizara autoridad, cuando aún hay aprendizajes vitales pendientes. La energía que debería destinarse a entender al cliente, pulir el modelo o construir equipo, se va en construir una narrativa. Se olvida que, en etapas tempranas, lo que debería seducir a los inversionistas no es el ego del fundador, sino la solidez de los números.
Brian Chesky, CEO de Airbnb, lo entendió bien. Dijo abiertamente que no sabía cómo liderar una empresa global. En lugar de fingir, tomó clases de liderazgo y se rodeó de personas que sabían más. Su autoridad no se debilitó: se reforzó. Su vulnerabilidad bien gestionada fue una ventaja competitiva. Mientras tanto, en muchas empresas mexicanas seguimos replicando la figura del jefe que todo lo puede, aunque por dentro todo se tambalee.
Quizá no necesitamos más líderes seguros de todo. Quizá necesitamos líderes capaces de hacerse mejores preguntas.
¿Qué se puede hacer distinto?
- Reconocer el “no sé” como brújula estratégica, no como debilidad. Identificar lo que falta por aprender es el primer paso para tomar mejores decisiones.
- Consultar datos antes que intuiciones. Usar herramientas como Google Trends, Inegi, reportes sectoriales o encuestas simples con clientes para validar ideas antes de ejecutarlas.
- Buscar aliados que complementen tus puntos ciegos. Ya sea un socio, mentor o comunidad, abrir el diálogo te da acceso a mejores soluciones. Redes como Fuckup Nights, Victoria147 o Endeavor son espacios donde se puede preguntar sin pena.
- Agendar el aprendizaje. Tomar un curso puntual, pedir asesoría o simplemente tener espacios internos para revisar lo que no está funcionando puede marcar la diferencia.
- Construir el negocio antes que la narrativa. Una marca personal fuerte no compensa un modelo débil. Primero válida, luego presume.