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Entre mosaicos y modernidad, Uzbekistán es el nuevo destino cultural del mundo

Más allá de la diplomacia cultural y del cuidado patrimonial, Uzbekistán se está consolidando como uno de los destinos más sorprendentes del mundo.
vie 07 noviembre 2025 06:02 AM
Entre mosaicos y modernidad, Uzbekistán es el nuevo destino cultural del mundo
Uzbekistán, país sede de la 43ª Conferencia General de la Unesco, vive un renacimiento. No solo por su belleza arquitectónica, sino porque ha logrado convertir su pasado en una estrategia moderna de crecimiento económico, turismo y diplomacia cultural, señala Rodrigo Aguilar Benignos. (Foto: Flickr - Unesco)

En el centro de Asia, entre el desierto y las montañas, se encuentra Uzbekistán. Un país milenario que brilla y vibra. Sus mosaicos turquesa reflejan siglos de historia, comercio y conocimiento. Sus plazas antiguas, donde alguna vez se reunían mercaderes, poetas y astrónomos, hoy son el escenario de una nueva conversación sobre cultura, creatividad y desarrollo. Uzbekistán, país sede de la 43ª Conferencia General de la Unesco, vive un renacimiento. No solo por su belleza arquitectónica, sino porque ha logrado convertir su pasado en una estrategia moderna de crecimiento económico, turismo y diplomacia cultural.

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Samarcanda, ciudad que acogió las actividades diplomáticas, es más que una ciudad antigua con vestigios culturales. Durante siglos fue punto de encuentro entre Persia, China, India y el mundo árabe, aquí se mezclaron lenguas, ideas y religiones durante siglos. Desde este lugar partían caravanas cargadas de seda, especias y libros que cruzaban continentes. Samarcanda es también la ciudad del imán al-Bujari, de Abu Rayhan al-Biruni y de Ibn Sina (Avicena). Es la ciudad y la vida de algunas de las mentes más grandes en la historia de la medicina, las matemáticas, la astronomía, la filosofía y la Edad de Oro islámica, que se entrelazan con la ciencia moderna. El Observatorio de Ulugh Beg, es una de las características más distintivas de Samarcanda, este observatorio albergó uno de los instrumentos astronómicos más sofisticados de su tiempo y contribuyó al avance del conocimiento científico en múltiples disciplinas.

Hoy, sus monumentos: el Registán, las madrazas de Ulugh Beg y Sher-Dor, los mausoleos y mezquitas, forman parte del Patrimonio Mundial de la Unesco. Pero el país no solo preserva su legado, lo está reinterpretando. En los últimos años, el gobierno uzbeko ha invertido en restauraciones, infraestructura turística y formación de guías y artesanos para atraer visitantes sin perder autenticidad. Samarcanda se siente viva: los bazares rebosan de alfombras, cerámica y bordados; los cafés sirven té verde y dulces con pistache; y los turistas descubren que detrás de cada cúpula hay una historia de ciencia, arte y convivencia.

Uzbekistán ha entendido que el turismo cultural puede ser mucho más que una postal. En 2024, aprobó una Ley de Economía Creativa que busca transformar su enorme patrimonio en un motor de desarrollo. La norma define al sector como la creación y promoción de bienes y servicios basados en la creatividad, el talento y la propiedad intelectual. El objetivo es claro: elevar la contribución del sector del 1.4% al 5% del PIB nacional para 2030. Hoy ya operan más de 14,000 empresas creativas que emplean alrededor de 100,000 personas, desde artesanos y diseñadores hasta productores culturales y startups tecnológicas.

Estos cambios no son aislados. En colaboración con la Unesco, el país impulsa programas de capacitación en artesanía, diseño y emprendimiento juvenil. En ciudades como Margilán, los talleres textiles tradicionales se modernizan con diseño contemporáneo. En Taskent, la capital, jóvenes artistas exploran nuevas formas de arte digital y audiovisual. El Ministerio de Cultura promueve la visión y misión sobre sus tradiciones como una base para innovar y no una reliquia del pasado. La frase resume la visión de un país que usa la creatividad como política económica y no solo como eslogan cultural. La estrategia de Uzbekistán encaja con la agenda que impulsa la Unesco; para la directora general de la Unesco, Audrey Azoulay, la cultura debe ser tratada como infraestructura: “Invertir en creatividad es invertir en el futuro”.

Más allá de la diplomacia cultural y del cuidado patrimonial, Uzbekistán se está consolidando como uno de los destinos más sorprendentes del mundo. Es seguro, asequible y lleno de historia. Samarcanda deslumbra con su arquitectura timúrida, sus plazas iluminadas de noche y su vida cultural en expansión. Bujará, más espiritual, conserva un trazado medieval que invita a perderse entre bazares y madrazas. Y Khiva, una ciudad amurallada en el desierto, parece un museo al aire libre donde el tiempo se detuvo.

La gastronomía es otro viaje: el plov, un arroz especiado con carne y zanahorias, se sirve en cada región con un toque distinto. El pan cocido en horno de barro, las frutas secas y el té verde acompañan la vida cotidiana. La hospitalidad uzbeka es simple pero generosa: los visitantes siempre son recibidos con una sonrisa y una taza de té. Los viajeros que buscan experiencias auténticas pueden hospedarse en antiguos caravansarais, hospedajes para viajeros de la antigua ruta de la seda, que hoy son hoteles boutique con todas las comodidades. Recorrer los talleres de cerámica o visitar mercados de seda en los que los colores parecen infinitos. Además, la infraestructura ha mejorado: trenes de alta velocidad conectan Samarcanda, Bujará y Taskent; el país cuenta con vuelos directos desde Estambul, Doha y Dubái.

El renacer cultural de Uzbekistán no se limita a restaurar edificios o transformar espacios. Se trata de un esfuerzo por reconstruir confianza, proyectar identidad y mostrar que Asia Central tiene una voz moderna. La conferencia de la Unesco en Samarcanda no solo trajo diplomáticos; trajo ideas, artistas y empresarios que ven en la cultura un espacio de colaboración y crecimiento.

El país también se posiciona como nodo de diplomacia cultural. En los márgenes del evento, se discutió la creación de un Centro Internacional de Economías Creativas en Taskent, que serviría como plataforma para investigación y cooperación entre Asia, Europa y América Latina. Uzbekistán está logrando algo poco común: combinar restauración patrimonial con innovación contemporánea. En sus calles se mezclan de manera natural el canto del muecín, los cafés modernos y los murales de arte urbano.

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Samarcanda, que fue durante siglos el punto de partida y encuentro de viajes largos, hoy vuelve a ser destino y parada obligada. Uzbekistán encarna la idea de que la cultura no pertenece sólo al pasado, sino que construye futuro y se desenvuelve en el hoy, es la agenda de la Unesco implementada. En este país, la belleza no está congelada en sitios históricos, se transforma mediante creatividad. Cada visitante que recorre sus calles se convierte en testigo de una historia milenaria que aún se escribe, entre el brillo de los mosaicos y la energía de una nación que decidió mirar hacia adelante sin olvidar de dónde viene.

En resumen, ¿por qué ir?, Uzbekistán ofrece algo que pocos destinos pueden ofrecer hoy: autenticidad. Es un lugar donde la historia se siente viva, la hospitalidad es genuina y donde cada ciudad ofrece una ventana hacia el pasado y lo reinterpreta en presente. Viajar por Uzbekistán es recorrer la Ruta de la Seda con ojos del siglo XXI: descubrir su arte, su comida y su cultura. Es un destino para quienes buscan maravillarse ante la historia con experiencias culturales únicas.

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Nota del editor: Rodrigo Aguilar Benignos es Maestro en Política Económica Internacional, consultor basado en Washington, D.C. con más de 25 años de experiencia y miembro del Consejo de Relaciones Exteriores de Estados Unidos. Ha sido experto regional de la Agencia UNOPS, APCO Worldwide, Richardson Center for Global Engagement y Global Reach. Las opiniones publicadas en esta columna corresponden exclusivamente al autor.

Consulta más información sobre este y otros temas en el canal Opinión

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