Cada vez que alguien dice que la reforma energética de 2013 fue “neoliberal”, Milton Friedman se revuelca en su tumba. Y ya que hablamos de muertos, y de ambientes subterráneos, ya es hora de superar --y dejar que descanse en paz, esa apertura fugaz que no llegó ni a la primaria. Apenas cumplía los cinco años, cuando le cortaron los pies y la cabeza. Buena o mala, “entreguista” o “modernizadora”, esa reforma fue todo menos neoliberal. A continuación, mis bien ponderados lectores, explico mínimamente por qué:
Modelo energético 2013, ¿neoliberal?
La reforma constitucional conservó un Estado obeso, molón y controlador
En los artículos 25, 27 y 28 Constitucionales fue escrito por manos estatistas, que no por la mano invisible, la cual hubiera borrado a la industria energética en esos textos. La mano invisible hubiera tachado sintagmas tales como la “Rectoría del Estado” y las Sacrosantas “Áreas Estratégicas” (exclusivas del Estado). Ninguna neoliberal que se precie de serlo hubiera permitido la permanencia de esos conceptos que huelen a puro control estatal. De preguntarle, Uncle Miltie (Friedman) hubiera dicho que la pedorra “Rectoría del Estado” no sirve más que para entorpecer negocios, mientras que las “Áreas Estratégicas”, que arropan monopolios, de plano los arruinan.
La supervivencia de Pemex y CFE
La reforma de 2013 no “privatizó” un clavo de las Divas del Sector. Cualquier neoliberal medianamente fiel, hubiera puesto a la venta hasta el último activo con valor comercial al mejor postor. Estas (irrisoriamente) llamadas “Empresas Productivas del Estado” se mantuvieron en el patrimonio de éste, sin ceder ni un fierro ni una acción. A comparación de reformas privatizadoras de Salinas, la de Peña empalidece. Un neoliberal no las hubiera dejado ahí, ni para maltratarlas.
Una jungla de regulación
Un Estado Propietario es inadmisible para un neoliberal, mientras que el Estado Regulador es abominable. La Reforma de 2013 mantuvo los dos. No sólo mantuvo a Pemex y a CFE, sino que llenó el mercado de “ventanillas.” Así que, tan sólo en el plano federal, había que dar de vueltas, como mínimo, entre la Secretaría de Energía, la Comisión Reguladora de Energía y la Comisión Nacional de Hidrocarburos. Como adolescentes, las empresas tenían que pedir permiso a papá y mamá gobierno, aunque fuera para hacer pis.
Hacienda omnipresente
Entre las muchas manotas del Estado, hay unas más molestas que otras. Un neoliberal no soporta el manoseo de Hacienda en zonas muy, muy sensibles como precios, tarifas y modelos financieros de todas las índoles. La liberación de los precios de la gasolina y el gas natural, por ejemplo, no sucedió hasta 2017 cuando Peña ya tomaba providencias para tomar su vuelo sencillo a Madrid. Un neoliberal hubiera liberado todo, de un jalón, sin anestesia.
¿Neoliberal la Reforma de 2013? Por favor, dejen a Uncle Miltie descansar en Paz.
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Nota del editor: Miriam Grunstein es profesora e investigadora de la Universidad ORT México y es académica asociada al Centro México de Rice University. También ha sido profesora externa del Centro de Investigación y Docencia Económicas y coordinadora del programa de Capacitación al Gobierno Federal en materia de Hidrocarburos que imparte la Universidad de Texas en Austin. Hoy es socia fundadora de Brilliant Energy Consulting y dirige el blog Energeeks. Síguela en LinkedIn . Las opiniones publicadas en esta columna pertenecen exclusivamente a la autora.
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