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Síndrome del casco brillante: cuando el ego pone en riesgo la seguridad

La industria minera mexicana sufre una epidemia silenciosa de liderazgos vacíos, construidos sobre la apariencia de control y la obsesión por parecer productivos.
mar 09 diciembre 2025 06:00 AM
Síndrome del caso brillante: cuando el ego pone en riesgo la seguridad
La minería moderna exige líderes que sepan delegar, que confíen en sus equipos técnicos y que entiendan que su trabajo no consiste en estar en todas partes, sino en crear las condiciones para que otros puedan hacer bien sus actividades, señala Zulma Herrera. (iStock)

Un líder minero baja a la extracción con un casco impecable, chaleco recién planchado y un ejército de colaboradores que simplemente asienten a cada comentario. Toma fotos, da indicaciones sobre procesos que desconoce y encarga la operación a su persona de confianza. Nadie dice nada, pero todos piensan lo mismo: “nuestro jefe no tiene idea de lo que pasa aquí abajo”. Es el síndrome del casco brillante… y es más peligroso de lo que parece.

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La industria minera mexicana sufre una epidemia silenciosa de liderazgos vacíos, construidos sobre la apariencia de control y la obsesión por parecer productivos. Este tipo de líderes creen que su presencia constante en recorridos, su protagonismo en juntas y su capacidad de generar reportes los convierten en gerentes competentes, pero la verdad es que están saboteando el proyecto desde adentro.

El costo invisible del protagonismo

Cuando un jefe necesita demostrar constantemente que “está haciendo algo”, promueve una cultura tóxica donde todos trabajan para alimentar su ego en lugar de resolver problemas reales. Los equipos dejan de enfocarse en mejorar procesos y comienzan a preparar presentaciones. Y lo más grave es que la seguridad se convierte en una apariencia.

He presenciado operaciones donde los supervisores reciben llamadas en la madrugada para reportar “novedades” que no requieren atención inmediata, solo porque el gerente necesita sentir que controla cada detalle. He visto también minas en donde se inventan protocolos de seguridad cada trimestre, no porque resuelvan riesgos detectados, sino porque el director necesita contenido para su reporte anual. Este tipo de liderazgo no protege a nadie; al contrario, distrae y agota.

Los colaboradores no son ingenuos. Saben perfectamente cuando las medidas de seguridad responden a una preocupación genuina por su bienestar o son solo decoración para una auditoría. Esto es un riesgo latente, porque, cuando pierden la confianza en sus líderes, dejan de reportar incidentes, ocultan fallas y se van por el camino más fácil. Es ahí en donde ocurren los accidentes.

La trampa de la hipervisibilidad

El síndrome del casco brillante prospera en ambientes donde se premia la exposición por encima de los resultados. Ese gerente que responde correos a todas horas, que aparece en cada reunión aunque no sea necesario. Detrás de ese personaje, suele haber equipos exhaustos, procesos ineficientes y problemas enterrados.

Un líder que pasa el día tratando de demostrar que trabaja no tiene tiempo para pensar estratégicamente, para escuchar a su gente o para cuestionar si lo que hace agrega valor. Operan en piloto automático, repiten fórmulas que alguna vez funcionaron, aunque el contexto haya cambiado completamente.

La minería moderna exige líderes que sepan delegar, que confíen en sus equipos técnicos y que entiendan que su trabajo no consiste en estar en todas partes, sino en crear las condiciones para que otros puedan hacer bien sus actividades. Pero el ego lo impide. Porque delegar implica soltar el control y aceptar que no somos indispensables.

Reconstruir desde la humildad

No todo está perdido. La buena noticia es que este síndrome tiene cura. Empieza con un ejercicio incómodo pero necesario: preguntarte si tu presencia suma o estorba. Busca la respuesta desde la humildad, desde la reflexión.

Los mejores líderes mineros son aquellos que pasan más tiempo en silencio que hablando. Los que bajan a la mina sin avisar, para supervisar pero también para aprender. Los que celebran los logros de sus colaboradores, los que aceptan sus errores y los que comprenden que su rol es quitar obstáculos, no crearlos.

La seguridad minera no mejora con más discursos ni con más documentos. Mejora cuando los trabajadores confían en que sus líderes se preocupan por ellos, cuando saben que pueden reportar un problema sin temor a represalias y sienten que las decisiones se toman con base en evidencia y no en caprichos o por relaciones públicas.

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Una decisión que define culturas

¿Trabajas para construir algo sólido o por ego? La respuesta determina si tu operación será un lugar donde las personas quieren trabajar en lugar de escapar. Define si los accidentes se previenen o se ocultan. Decide si tu empresa sobrevivirá o colapsará por el peso de su propia disfuncionalidad.

El casco brillante eventualmente se ensucia. La pregunta es si, cuando eso pase, habrá algo real debajo o solo un ego frágil que nunca aprendió la diferencia entre protagonizar y liderar.

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Nota del editor: Zulma Herrera es CEO de Mynotauro Co. Las opiniones publicadas en esta columna corresponden exclusivamente a la autora.

Consulta más información sobre este y otros temas en el canal Opinión

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