8 impresionantes destinos mexicanos

La revista Travel + Leisure y sus expertos se dieron a la tarea de elegir los destinos que no se pueden dejar de visitar en México.

Esta selección la llevó a cabo un equipo de 8 personas:

- Nicolás Alvarado: conductor de Final de Partida en el canal FORO TV.

- Pep Ávila: fotógrafo especializado en turismo.

- Mariana Camacho: coordinadora de las secciones gourmet en las publicaciones de Grupo Expansión

- Adina Chelminsky: experta en viajes y finanzas personales.

- Diego Gómez Pickerin: ha viajado por más de 140 países, ha elaborado un par de guías turísticas que han sido editadas en varios idiomas y un libro de viaje en zonas de conflicto a punto de ver la luz.

- Roberto Gutiérrez Durán: editor general de Travel+Leisure México.

- Juanjo Robledo: colaborador del El País, BBC y Travel+Leisure

- Alonso Ruvalcaba: experto en turismo. 

La República Mexicana ofrece lugares sorprendentes que se convierten en evidencia de la riqueza cultural y natural del país.

Contra todo pronóstico, quien se plante en la esquina que hace la Revo con Callejón de la Sexta puede pasar una tarde placenterísima de compras y arquitectura , rematada con buena cocina.

Sobre el Callejón vale detenerse en la sombrerería, la tienda de bolsos vintage y la de discos —CDs y viniles— usados. Sobre la Revo son visita obligada el Frontón Palacios (Revolución 8208), fantasía arquitectónica a caballo entre el art déco y lo morisco, usada hoy para conciertos.

También es recomendable visitar el restaurante Caesars (Revolución 1079), donde se inventara la ensalada César, para comer fettuccini carbonara con auténtica pancetta y libar un martini sequísimo en la imponente barra de caoba, recién restaurada.

Opinión de Nicolás Alvarado. 

La biodiversidad de estos mares resulta un enorme atractivo para biólogos y cocineros.

Aquí encuentras esa tranquilidad infinita para dedicarte a gozar las bondades del mar. Ostiones, atunes, más ostiones y vinos que llegan de los vecinos del norte: Ensenada y California.

Además de las carretas de tacos —de pescado, camarón y pulpo—, las calles alojan los carritos de hot dogs. Podría parecer una tontería pero el pan que utilizan para prepararlos hace toda la diferencia.

La Paz también tiene el encanto de sus carreteras, bordeadas por desierto, que hay que recorrer para llegar al pueblo de Todos Santos y hacer una parada en el restaurante de cocina italiana de Angelo Dal Bon: Tre Galline.

Opinión de Mariana Camacho.

Es difícil decidirse entre lo vibrante de su historia, la belleza de su arte, la delicia de su cocina o el encanto de su gente.

En pocos kilómetros cuadrados puedes apreciar desde uno de los más impactantes centros arqueológicos de México —Monte Albán— hasta grandes trabajos de la arquitectura colonial, como la iglesia de Santo Domingo.

En una misma calle puedes presenciar el trabajo del artesano más tradicional o visitar una galería con lo mejor del arte moderno mexicano. A pocos pasos, puedes deleitarte con un mole cocinado bajo la misma receta de hace 200 años, o con la mejor reinterpretación de la cocina mexicana.

A veces olvidamos lo impactante y valioso que es nuestro país… Oaxaca nos lo recuerda en cada visita.

Opinión de Adina Chelminsky.

El pueblo más dichoso de la República Mexicana. No es mucho a la vista, pero es mucho —es todo— su aporte a la carnicería mexicana.

Talleres de elaboración de embutidos, mercados, puestos de tacos… venir es un mandamiento emitido desde el Cielo de los Carnívoros: queso de cabeza de puerco de belleza desarmante, chicharrón, tripas embutidas con carne picada y sazonada de formas diversas —con cilantro, perejil, acelgas y chiles poblanos (chorizo verde), o con chilaca roja y pimentón (longaniza), o con almendras, nueces, orégano y pimentón (chorizo almendrado ultracatrín).

Entrañas de borrego horneadas en barbacoa, embutidas en un estómago de forma ovoide. Qué fácil y barato es ser feliz.

Opinión de Alonso Ruvalcaba.

A pesar del clima extremo en los veranos yucatecos, Mérida es una de esas ciudades que invitan a los viajeros a caminar, comer y descansar.

La cochinita pibil es uno de esos platos complejos en sabor que a los lugareños les gusta presumir, junto con el relleno negro, los salbutes, los papadzules y el pan de queso. En el mercado San Benito hay locales que cuentan con recetas tradicionales que han pasado de generación en generación.

En los dos últimos meses del año hay un festival gastronómico Kooben, en el que chefs mexicanos, como Roberto Solís, Enrique Olvera y Jair Téllez, hacen gala de sus habilidades, mientras se promueven productos locales, como el pepino de mar y el cerdo pelón.

Opinión de Mariana Camacho.

Comer en el Distrito Federal es descubrir su mejor cara; y es que lo tiene todo: desde una república de las taquerías llamada colonia Narvarte, hasta un epicentro gourmet llamado Polanco —donde se encuentran los más reconocidos restaurantes nacionales e internacionales.

El DF tiene los higos con queso de La Jersey en el mercado de San Juan y una vida nocturna pujante.

Hay opciones suficientes para no aburrirse nunca… y no estoy exagerando.

Opinión de Mariana Camacho.

La Sierra Tarahumara con sus profundos e interminables cañones, sus cascadas y sus bosques de pinos, sus lagos y sus formaciones rocosas; con sus múltiples vistas, sus caballos, ocelotes y silencios, es un lugar donde la relación entre el hombre y la naturaleza sigue conservando un equilibrio que nunca debió romperse.

Ahí, los rostros orgullosos, color ocre, de sus hijos, descalzos y erguidos, ausentes pero siempre presentes; reciben al visitante para compartir con él su forma de vida, para enseñarle sus costumbres, para reconciliarlo consigo mismo y con su madre, la Sierra.

Más allá del tren que la recorre diariamente cargado de cámaras fotográficas y atravesando múltiples túneles, yace el corazón de la Sierra Tarahumara, entre los pueblos perdidos de Cerocahui, Urique y Batopilas; un corazón latente, indígena, puro e irrepetible. Un corazón que atrapa bajo la premisa de no dejar escapar.

Opinión de Diego Gómez Pickering.

El lugar es feo —de hecho, cutre—, las sillas del patio son de plástico —y las del interior, de madera, no están mucho mejor—, el servicio es lentísimo y los meseros no son demasiado brillantes.

A pesar de todo, acaso sea Marceva el mejor restaurante de Morelia (Abasolo 455, Centro), una fonda que abriera sus puertas en 1995 a raíz de los apuros económicos de una familia local, cuya madre cocinaba estupendo, hoy lugar obligado para los amantes de la comida michoacana.

Hay que ordenar todo al centro para compartir, y lo que hay que pedir es aporreado, cerdo en salsa verde, espinazo, uchepos, pipián y mole rojo con pollo. Las tortillas, hechas a mano y al momento, son cortesía de la casa.

Opinión de Nicolás Alvarado.