De sostenes a trajes espaciales, una historia no contada sobre el Apolo 11
Era el 16 de julio de 1969. El mundo esperaba con gran expectación que tres hombres se lanzaran en un cohete hacia la Luna.
Quinientos millones de personas prendieron sus televisiones para ver las granuladas imágenes en blanco y negro de Buzz Aldrin y Neil Armstrong al salir del Eagle y dirigirse a la superficie lunar.
El primer paso de Armstrong en la Luna fue un triunfo en una compleja operación que marcó una nueva era para la humanidad .
Un grupo de costureras de un pequeño pueblo llamado Frederica, en el estado de Delaware, fue espectador de ese momento. Su papel en la historia espacial de Estados Unidos no tiene rival.
Estas mujeres sin pretensiones, que comenzaron su carrera cosiendo sostenes y fajas, habían confeccionado los trajes espaciales: 21 capas de material unidas.
"Yo tenía algo que hacer que era genial. Hice algo grande en mi vida. Fabriqué el traje que fue a la Luna", dijo a CNN Bert Pilkenton, de 75 años de edad.
Durante 42 años, Pilkenton y otras 80 mujeres fabricaron los trajes espaciales a la medida para la International Latex Corporation (ILC) de Dover, que había sido parte del grupo Playtex en la década de 1960.
Su íntimo conocimiento del cuerpo humano y sus habilidades con materiales sintéticos y formas que envolvían el cuerpo, marcaron su triunfo sobre otros trajes espaciales de apariencia dura diseñados por contratistas militares y favorecidos por los ingenieros de la NASA.
"Mangas superiores, mangas inferiores, torsos, colocar cierres, hacer reveses. Tuve un papel en todo eso. Dondequiera que se necesitara ayuda. Simplemente nos ayudábamos unas a otras", comentó Ruth Ratledge, quien todavía trabaja en ILC Dover como costurera, a sus 77 años, después de haber renunciado a la jubilación.
En ocasiones, las chicas necesitaban coser a ciegas los trajes, sintiendo el interior, para unir las partes en zonas diminutas.
Para los astronautas, eso era una cuestión de vida o muerte. Sin oxígeno y sin un traje protector, Aldrin y Armstrong habrían fallecido en la Luna en menos de 30 segundos.
Como resultado, los alfileres eran racionados. Si los trajes espaciales eran sometidos a una radiografía y tenían alfileres sueltos dejados por accidente donde las costureras habían unido los materiales, tenían que empezar de nuevo.
Para Ellie Foraker, quien comenzó su carrera en 1952 con Playtex cosiendo pantalones para bebé, la búsqueda de alfileres en los trajes fue algo que no pudo soportar un día, cuando se dio cuenta de que una costurera en particular había dejado un alfiler en el traje.
Relata: "Le mostré el alfiler y le dije: '¿Ves esto? Acaba de salir de esa parte que cosiste. Así que voy a mostrarte lo que un alfiler hace', y se lo clavé en el trasero. Y le dije: '¿Crees que puedas recordar la próxima vez que dejes un alfiler en algo?' Ella dijo: 'Sí, señora'".
Una vez que los astronautas aterrizaron sanos y salvos en el planeta Tierra, los trajes fueron enviados al Museo Nacional Smithsonian del Aire y Espacio en Washington, donde permanecen como un testimonio de las mujeres detrás de los trajes que llevaron al hombre a la Luna.
Bert Pilkenton ríe mientras revela un secreto: "Cuando fabricamos el traje Apollo (el que se encuentra en el Instituto Smithsonian)... los nombres de algunas de nosotras están en el interior de ese traje".