Científicos advierten de declinación del programa de satélites de EU
Casi cada dos semanas, Rick Allen recibe una serie de fotos instantáneas térmicas de la Tierra que muestran cómo se utiliza el agua en el oeste de Estados Unidos, una permanente fuente de fricción en la gran región árida.
"Vemos todos los puntos fríos, los cuales son campos irrigados", dice Allen, director del Programa de Investigación de Recursos del Agua en la Universidad de Idaho. "Tomamos las temperaturas relativas y transformamos eso en un equivalente de una cantidad de agua utilizada en pies cúbicos por acre al día, o en metros cúbicos, o en pulgadas de profundidad. Podemos transformar esa información en los tipos de unidades empleadas por los gestores del agua y las agencias estatales para administrar el consumo de agua".
Los datos que usa Allen fluyen desde 1984, cuando fue puesto en órbita el satélite Landsat 5 de la NASA, el cual dejó de funcionar en noviembre pasado.
Ahora, esa función corresponde al Landsat 7, que envía un conjunto de imágenes de la región de Allen al Servicio Geológico de Estados Unidos cada 16 días. Sin embargo, debido a un escáner defectuoso, las fotografías llegan con rayas negras. Y aunque se prepara el lanzamiento de su sustituto, es poco probable que esté en lo alto antes de enero.
"Vamos a tener dificultades en todo el 2012 utilizando solamente el Landsat 7con imágenes incompletas", prevé Allen. "Eso de verdad nos perjudica gravemente".
Otros científicos también enfrentan este problema, al cual se suma la presión presupuestaria, retrasos en el programa y un par de lanzamientos fallidos que dejan a Estados Unidos frente a una "rápida declinación" de su flota de satélites que estudian la Tierra, advierte la Academia Nacional de Ciencias.
De los 23 satélites en órbita —con decenas de instrumentos que ayudan a los meteorólogos a realizar advertencias de tormentas y mediciones de contaminación, vientos del océano y los niveles del mar— se espera que solo seis permanezcan en funcionamiento en el 2020, mientras que los intentos por reemplazarlos se han estancado, reporta el Consejo Nacional de Investigación.
"Estas abruptas disminuciones advierten una crisis en las observaciones de la Tierra desde el espacio, por las cuales nuestra capacidad de observar y comprender el sistema terrestre se reducirá, ya que las observaciones de la Tierra son altamente necesarias para apuntalar decisiones importantes a las que se enfrenta nuestro país y el mundo", señala un informe publicado en mayo por la Academia del Consejo Nacional de Investigación.
"Los avances en la precisión de pronósticos climáticos pueden retrasarse o incluso revertirse, y es casi seguro que a través del tiempo se presenten lagunas en las series del clima y otras importantes observaciones de la Tierra".
Pero la NASA considera que el informe es "demasiado pesimista". En declaraciones a CNN, la agencia espacial dijo que muchos de sus satélites han durado más que su tiempo de vida esperado y que los científicos obtienen datos regulares de los sondeos a partir de las investigaciones de otros países.
"La NASA desarrolla una serie de misiones que registran datos críticos de largo plazo y prueba nuevos instrumentos y formas para medir importantes variables que ahora no se evalúan desde el espacio", indicó la agencia espacial. "Nuestra cartera de investigaciones sigue siendo robusta".
El informe del Consejo da seguimiento a un estudio del 2007 que recomendaba una lista de 17 misiones satelitales para la próxima década. Sin embargo, Dennis Hartmann, quien dirigió el comité que elaboró el nuevo reporte, dice que ninguno de esos ha sido puesto en marcha “debido a diversas razones”.
"No tuvieron todo el dinero contemplado", explica Hartmann, profesor de Ciencias Atmosféricas en la Universidad de Washington. “Algunas cosas cuestan más, sobre todo los vehículos de lanzamiento, por lo que aumentó el costo total”.
Mientras, los presupuestos de ciencia tanto para la NASA como para la NOAA no van a la par de la inflación, precisa, y la agencia espacial estadounidense perdió dos misiones planeadas con anterioridad tras el despegue.
El Orbital Carbon Observatory (OCO), del 2009, debía medir la acumulación de dióxido de carbono en la atmósfera, mientras que el Glory, del 2011, debía registrar la radiación solar y los aerosoles atmosféricos. Ambos cayeron al océano Pacífico cuando no pudieron escindirse de los cohetes que los sujetaban.
Ese tipo de observaciones son vitales para investigadores del clima como Josh Willis, del Laboratorio de Propulsión a Chorro de la NASA, en California.
Willis se basa en imágenes de radar provenientes del satélite Jason-2, que monitorea el aumento del nivel del mar, el cual a su vez refleja el incremento de las temperaturas globales.
El periodo de vida de este satélite está fijado para mediados del 2013, pero es improbable que su reemplazo, el Jason-3, sea lanzado antes del 2014. Si el actual satélite deja de funcionar antes de tener un sustituto, se romperían una serie de observaciones ininterrumpidas que se remontan a la década de 1990.
"Una de las razones por las que es tan bueno y poderoso es que hemos podido vincular los registros de los satélites antes de que el último se haga viejo; hemos podido volar uno nuevo y obtener cierta superposición", explica Willis. "Lo importante no es solo en qué nivel se encuentra el mar hoy, sino cómo está el nivel del mar de hoy con respecto al pasado".
El satélite financiado por NOAA y lanzado por la NASA, del tamaño de un refrigerador, escanea casi todas las superficies oceánicas de la Tierra cada 10 días desde unos 800 kilómetros de altura. Ha estado en órbita desde el 2008 y aunque su esperanza de vida es oficialmente de cinco años, su predecesor, elJason-1, sigue funcionando.
"No está en excelente estado, pero sigue recopilando datos y todavía es utilizado".
De las 17 misiones recomendadas en el informe del 2007, 15 se encuentran todavía en fases de estudio y revisión, dijo a CNN el portavoz de la NASA, Steve Cole. Se espera que otros dos satélites entren en órbita en el 2016, junto con un reemplazo para el OCO.
En tanto, la agencia espacial emplea más sobrevuelos con aviones para sustituir las observaciones satelitales en el Ártico y la Antártida. El programa, conocido como IceBridge, tiene como objetivo llenar un vacío entre el cierre en el 2010 del módulo orbital ICESAT y el esperado lanzamiento de su sucesor en el 2015, el ICESAT II. Pero el informe de comité de Hartmann señaló que los vuelos "dejan sin observar grandes porciones de las principales capas de hielo y del hielo marino" hasta que se reanuden las observaciones regulares espaciales.
La NASA ya se está ejecutando otras dos misiones en el aire y planea dar a conocer más el próximo año, dijo Cole.
Y la NOAA, que gestiona muchos de los programas de satélites una vez que el aparato está en órbita, también ha hecho arreglos para compartir los datos de un satélite japonés lanzado la semana pasada.
El primero de una nueva serie de satélites NOAA destinados a impulsar la precisión de los pronósticos a largo plazo se puso en órbita en 2011 y también porta instrumentos que monitorean los niveles de ozono, la energía de la luz solar y la humedad en el aire.