Un equipo internacional de astrónomos ha puesto en jaque una teoría estelar al descubrir que la mayoría de las estrellas no pasan por una fase final explosiva como se creía, sino que se enfrían gradualmente durante miles de millones de años.
Según el Observatorio Austral Europeo (ESO), los científicos lo han constatado además de que las que acaban explotando suelen tener un alto nivel de sodio, aunque desconocen por el momento la relación entre ambos hechos.
"Parece que las estrellas necesitan tener una 'dieta' baja en sodio para alcanzar la fase de AGB en su edad anciana", explica el líder del equipo de astrónomos, Simon Campbell, del Centro de Astrofísica de la Universidad de Monash (Australia).
La fase AGB, o de rama gigante asintótica, dicho en la jerga científica, es aquella hacia
Hasta ahora, los modelos teóricos estelares apuntaban a que todas las estrellas morían así, pero el equipo de Campbell acaba de demostrar empíricamente que "la mayor parte de las estrellas estudiadas sencillamente nunca alcanza esa fase".
"Nuestros modelos estelares están incompletos y deben ser revisados", afirma Campbell, que estima que un 70% de las estrellas no cumplen con el modelo y nunca explotan.
Las conclusiones de estos científicos surgen de la observación con
Los resultados fueron claros: la mayoría de las estrellas observadas nunca llegan a explotar, sino que
Los astrónomos concluyen que "la mejor forma de predecir cómo acaban sus vidas es conociendo la cantidad de sodio de las estrellas", según un estudio publicado este miércoles en la revista científica Nature.
No obstante, indican que no creen que el sodio por sí mismo sea la causa de este comportamiento diferente, pero consideran que debe estar fuertemente ligado a la causa subyacente, algo que sigue siendo "un misterio" para la ciencia.
El estudio arrancó a raíz de la revisión que hizo Campbell de antiguos artículos científicos, en los que encontró "abrumadoras evidencias", dijo, de que algunas estrellas "se saltaban" las fases de la teoría estelar clásica y, pese a que parecía "una locura", decidió investigar por su cuenta.
El ESO, respaldado por quince países europeos, es la principal organización astronómica intergubernamental de Europa y el observatorio astronómico más productivo del mundo.